Padres demasiado exigentes en la crianza de sus hijos

Padres demasiado exigentes en la crianza de sus hijos
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¿Alguna vez te has planteado que quizás eras demasiado exigente con tus hijos? ¿Crees que la exigencia es positiva para ellos? ¿Hasta qué punto debemos exigirlos, y en qué temas...?

En este artículo reflexionamos sobre la exigencia a la hora de educar a nuestros hijos: ¿cuándo esta pueda perjudicarles y cuándo no? ¿De qué manera?

¿En qué debemos ceder, y cuándo hemos de aprender a ser más flexibles? Te animamos a descubrir más.

¿Qué es la exigencia y para qué sirve?

La RAE define la exigencia como un "requerimiento o necesidad forzosa para que se produzca una acción". Ya en sí, la palabra no suena especialmente bien... sin embargo, la exigencia tampoco tiene que ser mala per se.

Y es que, en realidad, lo que importa no es tanto "si somos o no exigentes", sino cómo aplicamos esa exigencia con nuestros hijos, en qué cosas, con qué medida y/o intensidad...

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Por otro lado, remarcar que la exigencia puede venir desde fuera (cuando le exigimos algo a los demás) o desde dentro (cuando hablamos de autoexigencia).

Lo cierto es que ser exigentes puede ayudarnos a mejorar y a hacer las cosas bien (o mejor), pero a veces, esa exigencia puede generar presión. Por ello es importante encontrar el punto medio, el equilibrio, y sobre todo, adaptarnos a las necesidades y características de nuestros hijos a la hora de educar y acompañar.

¿Cuándo la exigencia es excesiva?

Como decíamos, ser exigentes con nuestros hijos puede parecer razonable en algunos casos; por ejemplo, si esta exigencia está dirigida a motivarles, a sacar lo mejor de sí mismos...

Sin embargo, esta exigencia es excesiva cuando les presiona, cuando les hace sentir mal o insuficientes... Es decir, cuando ya no sirve para enseñar o educar sino para presionar o desmotivar.

Los efectos negativos de ser padres demasiado exigentes

Así, ¿en qué puede perjudicar una exigencia excesiva en la educación de nuestros hijos? Algunas de sus posibles consecuencias son:

  • Sentirse presionados.
  • Baja autoestima.
  • Sentir que "no son suficiente", o "no hacen suficiente".
  • Miedo a defraudar.
  • Sentimiento de frustración.
  • Trastornos de conducta o desobediencia.
  • Malestar emocional.
  • Estrés y ansiedad
  • Inseguridad emocional.
  • Depresión.
  • Dificultades sociales.

Tipos de padres demasiado exigentes

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Encontramos diferentes tipos de padres demasiado exigentes con sus hijos. Cada uno de ellos presenta unas características concretas, así como un estilo parental bastante definido.

Recogemos tres de los más importantes (recordemos que hablamos de características generales, y que siempre hay excepciones):

Padres rígidos

Hablamos de padres dominantes, rígidos y severos con las normas y los límites. Aplican la disciplina de manera recurrente. Suelen ser muy inflexibles y aplican el castigo.

También dan órdenes explícitas con la finalidad de imponer su voluntad y controlar a sus hijos.

Son muy estrictos en cuanto al rendimiento académico de sus hijos, a las actividades que realizan, el tipo de relaciones de amistad que deben mantener con los demás...

Cuando sus hijos se equivocan, suelen mostrarse intolerantes y hostiles. Además, ignoran sus necesidades afectivas.

Padres con altas expectativas

También encontramos a los padres con altas expectativas sobre sus hijos. Son padres que suelen "exigir" a sus hijos resultados notorios en sus desempeños a nivel académico, deportivo, laboral (cuando son más mayores), etc.

El problema es que estas altas expectativas son, en la mayoría de las ocasiones, inalcanzables, lo que genera mucha frustración en los niños y un sentimiento constante de estar bajo presión.

Padres hipervigilantes

En este caso, hablamos de padres muy críticos y exigentes. Están constantemente vigilando el comportamiento de sus hijos. Intentan evitar a toda costa que sus hijos se "porten mal", se equivoquen, tomen malas decisiones...

Son padres sobreprotectores, que se involucran en la vida de sus hijos de forma excesiva, bien para controlarles o bien para evitar que se hagan daño.

Las consecuencias para los niños, igual que en los casos anteriores, no son favorables para su desarrollo psicológico y emocional.

¿En qué debemos ceder? Cuándo ser más flexibles

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Si alguna vez has tenido la sensación de que eras demasiado exigente con tus hijos, es muy probable que te hayas preguntado en qué momentos debes ceder o ser más flexible.

Aunque cada familia es un mundo y decidirá lo que más necesite su hijo, hemos recopilado algunas ideas clave que quizás puedan ayudarte. Podemos aprender a ser más flexibles en situaciones como:

  • Los fines de semana; es tiempo de desconectar, disfrutar y reducir exigencias.
  • Cuando tu hijo está más sensible de lo habitual, por las razones que sean.
  • Cuando los niños aún son pequeños (deberemos adaptarnos a su edad y momento evolutivo).
  • Cuando los niños se equivocan (¡tienen todo el derecho a hacerlo!).
  • En situaciones relacionadas con el tiempo libre, el ocio o las actividades extraescolares.

¿Por qué es beneficiosa la educación flexible?

Aunque en casos puntuales pueda resultar beneficioso ser exigentes con nuestros hijos, lo cierto es que hemos de medir muy bien esa exigencia y poder combinarla con una educación flexible y tolerante. ¿Qué beneficios tiene una educación flexible para los niños?

Por un lado, es un tipo de educación que promoverá también en ellos la flexibilidad, una estrategia emocional que puede serles de gran ayuda en multitud de situaciones (a nivel académico, social...).

Además, a través de esta educación se sentirán acompañados pero no presionados, que es la mejor forma de cultivar la autoconfianza y sacar lo mejor de uno mismo.

Además, la flexibilidad también les ayudará a desarrollar un pensamiento crítico, y les servirá para no ser demasiado duros consigo mismos, para tratarse con amor y respeto y para ser empáticos con los demás.

"Si fomentas el amor en tu familia, tus hijos se desvivirán por hacer felices a los demás".
-Anónimo-

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