Hay un instante muy concreto en Navidad en el que todo se encoge un poco por dentro. Suele pasar cuando ponemos la mesa y, casi sin pensarlo, contamos las sillas. O cuando alguien dice un nombre que este año no responderá.
En las primeras fiestas sin un ser querido, la ausencia se vuelve especialmente visible. Y cuando hay niños, duele también pensar en cómo estarán viviendo ellos algo que ni siquiera saben explicar del todo.
Porque para un niño, la Navidad no solo son luces y regalos. Son rutinas, personas, voces que siempre estaban ahí. Y cuando una falta, el mundo se desordena un poco.
Cómo viven los niños el duelo en Navidad
Los niños no viven el duelo como los adultos. No lo hacen de forma continua ni predecible. Pueden estar jugando, riendo o ilusionados con los Reyes y, de repente, preguntar: “¿Y este año dónde se sentará el abuelo?”. O romper a llorar sin que sepamos muy bien por qué.
En Navidad, todo recuerda al que ya no está: las tradiciones, la comida de siempre, las mismas canciones. Eso puede remover mucho, aunque no siempre lo expresen con palabras. A veces lo hacen con enfados, silencios, regresiones o preguntas inesperadas.
Es importante entender que el juego no es olvido, y que la risa no significa que el duelo no esté ahí. Los niños entran y salen del dolor porque así se protegen. Obligarles a estar tristes o, al contrario, a estar “contentos porque es Navidad”, puede hacerles sentir solos en lo que sienten.
Qué necesitan los niños (y qué no) en estas fechas
En estos días tan cargados de emoción, los niños necesitan sobre todo adultos emocionalmente disponibles. No perfectos, no fuertes todo el tiempo. Disponibles. Que puedan escuchar sin corregir y acompañar sin minimizar.
Frases como “no llores”, “hay que ser valiente” o “seguro que desde el cielo nos ve felices” suelen decirse con buena intención, pero a veces colocan al niño en un lugar incómodo: el de cuidar a los adultos o esconder lo que siente.
Ayuda mucho más:
- Nombrar la pérdida con naturalidad, sin dramatizar ni esconderla.
- Hablar de la persona que ya no está, nombrarla, recordarla, honrar su recuerdo.
- Decirles que es normal echar de menos, incluso en Navidad.
- Permitir emociones mezcladas: tristeza, ilusión, enfado, ganas de celebrar… todo puede convivir.
Los niños no necesitan grandes explicaciones. Necesitan sentir que pueden preguntar, que no hacen daño si hablan del que falta, y que los adultos también están aprendiendo a vivir con esa ausencia.
La silla vacía en Navidad: dar un lugar a quien ya no está
A veces, por miedo a “abrir la herida”, evitamos hablar del ser querido en Navidad. Pero el silencio suele pesar más que el recuerdo. Para muchos niños, que nadie nombre a esa persona es más confuso que doloroso.
Crear pequeños rituales puede ayudar mucho. No tienen que ser solemnes ni tristes. Basta con que sean sinceros. Algunas ideas:
- Encender una vela y decir que es por quien no está.
- Colocar una foto o un objeto especial.
- Dibujarle algo o escribirle unas palabras.
- Explicar por qué hay una silla vacía en la mesa.
Estos gestos no impiden seguir adelante, al contrario: ayudan a integrar la pérdida sin borrarla.
Las primeras Navidades sin un ser querido no se “superan”. Se atraviesan. Y para un niño, hacerlo acompañado es clave y necesario. No hace falta que la Navidad sea como antes. Basta con que sea un lugar seguro donde la ausencia también tenga sitio, sin miedo, sin prisas y sin exigir sonrisas que aún no salen.
Foto de portada | Imagen de Pixabay
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