Por qué brindamos: el verdadero significado de chocar las copas, según la psicología

Brindar es un ritual ancestral que refuerza la confianza, la unión y el sentido de compartir

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Laura Ruiz Mitjana

Colaboradora
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Laura Ruiz Mitjana

Colaboradora

Es un gesto que haremos muchísimo estos días de fiestas: brindar, algo tan automático que rara vez nos detenemos a pensar qué significa realmente. 

Alzamos la copa, miramos a los ojos, chocamos suavemente el cristal y bebemos. Lo hacemos en bodas, cumpleaños, Navidad, cenas familiares, celebraciones laborales e incluso en despedidas. ¿Por qué? ¿Qué necesidad humana se esconde detrás de este ritual aparentemente simple?

Desde la psicología —y también desde la historia— brindar no es un gesto vacío. Es un acto profundamente simbólico, social y emocional.

Un ritual antiguo con sentido práctico

El origen del brindis se remonta a la Antigüedad. En la Grecia y la Roma clásicas, brindar tenía una función muy concreta: demostrar confianza. Al chocar las copas con cierta fuerza, el líquido podía pasar de una a otra. Era una forma rudimentaria de asegurar que nadie estaba envenenando a nadie. Beber lo mismo significaba “confío en ti”.

Este detalle histórico es clave, porque conecta con algo muy humano: la necesidad de seguridad y pertenencia. Compartir bebida, comida o rituales siempre ha sido una forma de crear alianzas.

Brindar como lenguaje emocional

Desde la psicología social, brindar es un acto de sincronía emocional. Todos hacemos lo mismo al mismo tiempo, con el mismo objetivo. Ese gesto compartido genera cohesión grupal y refuerza el sentimiento de “estamos juntos en esto”.

No es casual que el brindis aparezca en momentos importantes: celebraciones, cierres de etapa, reconciliaciones. El cerebro interpreta ese gesto como una señal de unión y validación mutua. Es una manera no verbal de decir: “formo parte de este grupo”.

El choque de copas y el sonido

brindar-psicologia Foto de Pavel Danilyuk: https://www.pexels.com/ca-es/foto/mans-torrat-celebrant-foto-amb-angle-baix-6405677/

El sonido del cristal al chocar tampoco es irrelevante. Desde un punto de vista psicológico, los estímulos sensoriales —sonido, tacto, vista— refuerzan la experiencia emocional. El “clin” actúa como un marcador de inicio: ahora empieza algo especial.

Además, compartir ese sonido al mismo tiempo crea una experiencia colectiva memorable. Por eso los rituales suelen incluir elementos sensoriales repetidos: campanas, música, aplausos… o copas.

Mirarse a los ojos: conexión y confianza

En muchas culturas se insiste en mirar a los ojos al brindar. No es superstición. La mirada directa activa circuitos cerebrales relacionados con la empatía y la conexión social. Evitarla puede interpretarse, incluso de forma inconsciente, como desinterés o distancia.

Mirar a los ojos al brindar refuerza el mensaje original del ritual: estoy presente, te veo, comparto este momento contigo.

¿Por qué brindamos incluso cuando no bebemos alcohol?

Este dato es especialmente interesante. Muchas personas brindan con agua, refresco o incluso sin beber después (aunque algunas supersticiones digan que esto da mala suerte). Pero esto confirma que el valor del brindis no está en la bebida, sino en el gesto.

Desde la psicología simbólica, el brindis funciona como un acto de transición: marca un antes y un después. Antes del brindis estábamos hablando; después, celebramos. Es un pequeño ritual que ordena la experiencia social.

Brindar y regulación emocional

Los rituales ayudan a regular emociones intensas. Celebrar algo importante puede generar alegría, nervios, nostalgia o incluso tristeza. El brindis canaliza todo eso en un gesto compartido y estructurado, lo que aporta calma y sentido.

Por eso brindamos también en momentos difíciles: despedidas, homenajes, recuerdos. No siempre es alegría lo que se celebra; a veces es la vida compartida.

Brindar: algo más que una tradición

Brindar no es solo chocar copas. Es un gesto heredado de la historia que habla de confianza, pertenencia, conexión emocional y necesidad de ritual. Cada vez que alzas tu copa, tu cerebro está haciendo algo más que beber: está reforzando vínculos.

Quizá por eso seguimos brindando, siglo tras siglo. Porque, en el fondo, seguimos necesitando sentirnos acompañados.

Foto de portada | Imagen de Pexels

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