Por qué es tan importante cuidarse para poder cuidar

Por qué es tan importante cuidarse para poder cuidar
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Todos queremos lo mejor para nuestros hijos, y no dudamos ni un segundo en sacrificarnos y entregarlo todo por ellos. Pero, ¿quien se ocupa de nosotros? ¿Quién nos sostiene cuando lo necesitamos? Puede que incluso nunca nos hayamos planteado algo así; al menos no durante los primeros años de crianza.

Padres y madres siempre nos dejamos para el final. Bien sea porque nos autoexigimos demasiado, o porque es lo que la sociedad espera de nosotros, lo cierto es que rara vez pensamos en cuidarnos como nos merecemos. Sin embargo, para poder cuidar es necesario cuidarse, ya que si no lo hacemos, la relación con nuestros hijos y con quienes nos rodean, podría verse afectada.

Siempre nos dejamos para el final

la importancia del autocuidado

Es una realidad: cuando nos convertimos en padres, nuestro mundo comienza a girar alrededor de nuestro hijo, nuestras prioridades cambian y sus primeros años de vida los vivimos por y para él.

Tanto es así que nos olvidamos de nosotros mismos, pero especialmente las madres. Ya sea por falta de corresponsabilidad por parte de nuestra pareja, porque nos exigimos demasiado y creemos que nadie podrá criar y cuidar igual de bien que nosotras, o porque es lo que la sociedad espera, lo cierto es que la imagen de "madre abnegada y sacrificada" planea sobre nuestras cabezas como una losa.

Y si no, pensemos por un momento:

  • ¿Cuántas sobremesas relajadas hacemos las madres? Siempre estamos preocupadas de que nuestros hijos coman, no se manchen, no se les enfríe la comida, atenderles sin lloran... Al final, cuando nos sentamos en la mesa a comer, nuestro plato se ha quedado frío.

  • ¿Cuántas noches dormimos del tirón cuando nuestros hijos son pequeños? Ya sea porque estamos dando pecho, porque han tenido una pesadilla y mamá es la que les consuela, o porque nos llaman en mitad de la noche pidiéndonos agua. Pero lejos de ser algo puntual, noche tras noche la historia se repite, y acabamos entrando en un bucle de agotamiento del que resulta difícil recuperarse.

  • ¿Y cómo era aquello de ir al cuarto de baño sola o darnos una ducha que supere los cinco minutos? "Con ducharnos una vez al día, aunque sea con agua fría, me conformo", decimos en esos primeros y agotadores meses de crianza. Pero no deberíamos conformarnos. ¿Acaso nosotras no nos merecemos un baño relajado como cualquiera?

  • ¿Y qué ocurre cuando enfermamos? ¿Tenemos quién nos cuide? Nosotras no dudamos ni un segundo en cuidar a nuestros hijos cuando se ponen malitos, e incluso también nos ocupamos de nuestra pareja y de nuestros mayores cuando lo necesitan. Pero ¿cuántas veces habremos ido al colegio a recoger a los niños con una horrible jaqueca o con una gripe que no termina de curar?

autocuidado

Son innumerables los ejemplos cotidianos que se podrían poner, y aun así habrá personas que lo consideren una exageración. Yo misma, hace algunos años, no lo veía tan claro y me repetía que "las madres estamos para esto", que "si no lo hacía yo, ¿quién lo iba a hacer?" o me autoconvencía diciéndome que "ya descansaría cuando mi hijo fuera mayor".

Y así es como los meses (¡e incluso los años!) van pasando entre reuniones escolares, citas con el pediatra, tardes de juego en el parque, tareas domésticas... y una pesada carga mental. Y solo cuando ya no podemos más, cuando el cuerpo se manifiesta con un ataque de ansiedad, estrés, insomnio, agotamiento, dolores musculares... es cuando tomamos conciencia de la realidad.

El sentimiento de culpa por querer tiempo para nosotros

Quizá ha hecho falta que tu cuerpo dijera "¡basta!" para darte cuenta de que la importancia de cuidarte, o quizá esa necesidad de tiempo libre y autocuidado la sentiste hace tiempo. Sea como sea, hay algo que casi siempre suele ser común: el sentimiento de culpa por desear tiempo para nosotros.

Esto ocurre por la creencia que tenemos de que los padres y las madres debemos dedicarnos completamente a nuestros hijos, y muchas veces se malinterpreta el deseo de querer estar a solas como algo egoísta, o como si nuestros hijos no fuesen importantes.

Pero desear tiempo a solas no solo es algo que nos beneficia a nosotros, sino que también es bueno para nuestros hijos, pues nuestro estado emocional termina impactando en ellos y en su bienestar.

Tu bienestar también es el suyo

autocuidado

Y para darnos cuenta de ello no tenemos más que reflexionar un momento sobre cómo actuamos cuando estamos cansados física y emocionalmente:

Puede que nos invada la desgana y la inapetencia, pudiendo sembrar la duda en nuestros hijos de que no nos importa lo que nos están contando. Otras veces podemos mostrarnos especialmente alterados e irascibles, perdiendo los nervios con frecuencia o gritando. Y en otras ocasiones quizá nos sintamos tristes o apagados.

Nuestra actitud y nuestros sentimientos acabarán repercutiendo en el ambiente que se respira en nuestra casa, que se tornará tenso y complicado. Los conflictos con nuestros hijos se acrecentarán, y será muy difícil educar de una forma positiva y respetuosa.

Por todo ello se hace imprescindible valorar si realmente el tiempo libre que tenemos al día es suficiente para aliviar esa carga, y si no lo es, buscar una solución desde el convencimiento de que estamos haciendo lo mejor para nosotros y para quienes nos rodean.

¿Qué te relaja y llena de energía?

autocuidado

Una vez hayamos conseguido ese tiempo tan necesario, debemos pensar en aquello que nos hace feliz, nos relaja y nos llena de energía, algo que variará según la persona.

A mí me ayuda tomar una taza de café caliente mientras charlo con amigas, ir un ratito al gimnasio o darme una ducha relajada que culmine con una sesión de manicura y masaje caseros. A mi marido le ayuda montar en bici o leer. A otros quizá les relaje cocinar, hacer deporte, salir a pasear, hacer mindfulness....

Lo importante es recuperar los hobbies que teníamos antes de ser padre/madre, o buscar otras actividades que nos ayuden a sacar lo mejor de nosotros mismos. Y con esa energía renovada, la crianza de nuestros hijos (y en general, cualquier relación personal) será más fácil, más positiva y más respetuosa.

Porque cuidarnos no es un acto de egoísmo, sino todo lo contrario; es un acto de amor y responsabilidad hacia nosotros y hacia quienes nos rodean. Además, cuidándonos estaremos dando un mensaje muy importante a nuestros hijos y una gran lección de vida: nuestro cuerpo es sagrado y también merece respeto y cuidado.

Fotos / iStock

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