Premios y castigos a la hora de educar: cómo afectan al desarrollo y aprendizaje del niño y qué alternativas existen

Premios y castigos a la hora de educar: cómo afectan al desarrollo y aprendizaje del niño y qué alternativas existen
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Aunque por fortuna, cada vez más padres y educadores son conscientes del efecto negativo de los premios y castigos en el desarrollo y aprendizaje del niño, aún son muchas las personas que siguen recurriendo a estos métodos, ya sea por la falta de otros recursos respetuosos o porque ignoran su consecuencias.

Hoy hablamos de premios y castigos: qué efectos tienen, cómo impactan en la personalidad del niño, por qué no son métodos adecuados para educar y qué alternativas respetuosas existen.


Los castigos y sus consecuencias negativas

castigo

Cuando castigamos a un niño le estamos privando de algo ("como te has portado mal, hoy no iremos al parque"), apartándole de una actividad que le gusta ("como castigo, no podrás seguir jugando con tus amigos"), ridiculizándolo frente a otros, o retirándole algún privilegio con el que ya contaba ("como no te has comido todo, te quedarás sin jugar a la videoconsola esta tarde").

Puede que a corto plazo el castigo funcione, ya que ningún niño desea pasar por ello y lo más probable es que acabe sucumbiendo a nuestras amenazas por temor a las consecuencias. Pero además de no educar y ser contraproducente, a la larga, el castigo comenzará a perder eficacia.

Pero además de no ser efectivo, el castigo afecta directamente a la autoestima del niño, provoca resentimiento, cobardía, miedo, frustración o falta de confianza en el adulto responsable, entre otras muchas consecuencias negativas.

Los premios y su efecto de dependencia

premios y castigos

Aunque no siempre es fácil ser conscientes de ello, lo cierto es que los premios y los castigos son las dos caras de la misma moneda.

Y es que al igual que el castigo, el premio tiene como objetivo modificar el comportamiento del niño utilizando un factor externo: la recompensa que cada uno decida dar.

El niño actúa movido por esa recompensa externa, haciendo las cosas que nosotros queremos que haga para lograr su premio.

Al igual que hemos visto con el castigo, a corto plazo los premios funcionan (¿qué niño no hará lo que el adulto le diga si a cambio gana algo que le gusta?), pero, ¿qué ocurrirá cuándo dejemos de premiarle o cuando deje de encontrar atractivas nuestras recompensas?

Pues lo más probable es que  al desaparecer la motivación externa que le estaba llevando a actuar de esa forma, su conducta se extinga.

Pero además, es importante ser conscientes del nulo valor pedagógico que tienen los premios. Y es que que cuando un niño actúa chantajeado por conseguir la recompensa prometida ("si sacas buenas notas te compro una bici", "si te comes todo, te doy un helado de postre", "si te portas bien, iremos al cine el próximo fin de semana"...), realmente no estamos enseñándole a hacer las cosas con plena conciencia, autonomía y libertad.

En resumen, el niño no actúa con responsabilidad ni aprendiendo de sus propios actos, sino cegado por la idea de alcanzar su recompensa.

Cómo fomentar conductas positivas en los niños sin recurrir a los premios ni a los castigos

Muchos adultos hemos sido criados de niños con premios y castigos, por lo que si no somos conscientes de sus efectos perjudiciales, es fácil perpetuar los mismos comportamientos y acabar recurriendo a estos métodos para educar.

Por eso es necesario hacer un ejercicio de reflexión y enseñar a los niños a respetar los límites, no desde la imposición que provocan los castigos y los premios, sino desde su propia libertad y aprendizaje de vida.

Marcando límites claros, coherentes y respetuosos

Los límites son fundamentales y necesarios para la felicidad del niño, para su bienestar físico y emocional y para el de los demás. Pero es posible poner límites a los niños sin caer en premios ni castigos.

Esos límites deben ser puestos con respeto, empatía y coherencia. Haciendo al niño partícipe de ellos, pidiendo su cooperación y corrigiendo con amabilidad, amor y firmeza.

Dando al niño libertad para actuar (dentro de los límites marcados)

premios y castigos

Los premios y castigos, así como los gritos, el chantaje emocional o las amenazas son formas que tiene el adulto de controlar la situación, y en las que no se permite al niño actuar con autonomía, reflexionar acerca de su actuación o tomar sus propias decisiones.

Pero dentro de los límites marcados, el niño debería tener libertad para actuar, decidir sobre ciertos aspectos y resolver los conflictos que puedan presentarse. Evidentemente, en este proceso de aprendizaje cometerá fallos, pero la guía respetuosa del adulto resultará clave para aprender de esos errores.

Enseñándole a reparar sus errores

Debemos enseñar al niño a ser responsable de sus propios actos, a reparar sus errores y a tomar buena nota de ellos para evitar volverlos a cometer. Para ello, hay que involucrarle en la búsqueda de una posible solución y mostrarle las consecuencias que sus actos hayan podido tener en los demás.

Recordemos que para aprender es necesario equivocarse, por lo que es fundamenta dejar al niño actuar con libertad, pero sin separarnos de su lado.

Alentándolo y animándolo

premios y castigos

Los niños necesitan nuestro aliento para seguir avanzando y para sentirse válidos y útiles dentro de su grupo de pertenencia. Pero alentar nada tiene que ver con alabar, y es importante conocer las diferencias para no caer en alabanzas vacías.

El aliento hace que el niño se de cuenta de lo capaz que es de hacer las cosas por sí mismo. Le infunde ánimo, fortalece su autoestima y le invita a reflexionar sobre sus propios actos.

Ayudándole a ser consciente de sus propios logros

No hay mejor premio a la conducta que la recompensa interior que sentimos cuando actuamos con responsabilidad. Por eso es tan importante que el niño entienda que todo acto tiene consecuencias sobre la propia persona ("si no estudio y afianzo contenidos me costará seguir el ritmo de la clase y entender las explicaciones del profesor") y/o sobre otros.

Estas consecuencias serán las que le motiven para seguir haciendo así las cosas ("cuando presto mi balón me doy cuenta de que todos los niños pueden jugar y nos divertimos mucho juntos") o por el contrario, aprender de los errores y mejorar.

Fotos | Portada (Pexels Vidal Balielo Jr), Foto 1 y 3 (iStock), Foto 2 (Pexels Pavel Danilyuk), Foto 4 (Pexels)

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