Criar y educar con amabilidad y empatía no significa ser permisivos: por qué los límites son necesarios y cómo ponerlos con respeto

Criar y educar con amabilidad y empatía no significa ser permisivos: por qué los límites son necesarios y cómo ponerlos con respeto
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Poner límites a los niños es fundamental y necesario para su felicidad, así como para el bienestar emocional suyo y de quienes les rodean. Sin embargo, y por desgracia, todavía hay mucha gente que cree que los límites solo pueden establecerse desde el autoritarismo, apoyándose en órdenes, premios y castigos, chantajes o incluso azotes.

Pero tal y como ya vimos hace tiempo, es posible (y necesario) establecer límites desde el respeto y la empatía. Te explicamos por qué la crianza y educación positiva no son sinónimos de permisividad.

Por qué son necesarios los límites en los niños

poner límites a los niños

Los seres humanos vivimos en comunidades, comenzando por nuestro núcleo familiar y extenso, continuando por los grupos educativos o de ocio de los que formamos parte, y terminando por la sociedad en su conjunto. Para poder convivir en libertad y ejercer nuestros derechos, al tiempo que respetamos la libertad y derechos de los demás, necesitamos normas.

Los niños no vienen al mundo con las normas aprendidas, por lo que es necesario hacerles entender desde el principio aquellos comportamientos aceptables socialmente y respetuosos con uno mismo y con los demás y aquellos que no lo son, es decir, enseñarles unos límites.

Así pues, los límites son necesarios para educar a los niños y guiarles en el camino de la vida, acerca de lo que está bien y lo que está mal. Además, a través de los límites entienden cómo deben comportarse y relacionarse sanamente con otras personas para ser felices.

En líneas generales podríamos decir que existen tres tipos de límites:

  • Por un lado, están los límites o normas sociales que más o menos todos compartimos y que nos llevan a convivir de forma respetuosa los unos con los otros. Por ejemplo: no gritar, no pegar, no insultar o faltar al respeto, ser tolerantes, actuar con generosidad y empatía...

  • Por otro lado, están los límites propios de cada familia que son las normas o reglas establecidas en cada casa para facilitar la convivencia de todos sus miembros. Cada familia establecerá sus propios límites que pueden coincidir o no con los de otra familia. Por ejemplo: acostarse a una determinada hora, jugar a la videoconsola solo los fines de semana, comer dulces solo en ocasiones especiales...

  • Y en tercer lugar, hablaríamos de los límites que afectan a la seguridad de uno mismo y de los demás y que igualmente suelen ser comunes a todas las familias. Por ejemplo: viajar en coche con el cinturón de seguridad, usar casco cuando montemos en bicicleta, mirar antes de cruzar la carretera...

A la hora de hablar de límites en la infancia, todavía son muchos los adultos que solo consideran dos tendencias:

1) Poner límites desde el autoritarismo

poner límites

Como decíamos al inicio, todavía son muchas las personas que creen que los límites solo pueden establecerse desde el autoritarismo, utilizando "herramientas" como:

  • Los premios y los castigos: por ejemplo, "como has llegado tarde a casa, no saldrás en todo el fin de semana", o bien, "si hoy llegas puntual a casa, mañana te dejaré salir con tus amigos una hora más".

  • Las amenazas y chantajes: por ejemplo, "como vuelvas a pelearte con tu hermano, te vas a enterar", o bien, "si vuelves a pelearte con tu hermano no te voy a querer"

  • Ordenando: nos pasamos la vida dando órdenes a los niños y en gran parte de las ocasiones, los límites son impuestos de este modo. Por ejemplo, "da un beso a los abuelos", "apaga la televisión", "haz tus deberes del colegio", "lávate las manos"...

  • Abusando del NO: utilizamos la palabra 'no' con los niños continuamente, sin ser conscientes de la importante carga emocional que lleva implícita. Por ejemplo, "no puedes ver la televisión", "no llegues tarde", "no te vayas a dormir sin lavarte los dientes antes", "no te ensucies la ropa", "no te levantes de la mesa hasta que termines todo"...

  • Gritando: en varias ocasiones hemos hablado del impacto negativo que tienen los gritos a la hora de educar. Y es que erróneamente se llega a creer que levantando la voz e imponiendo límites desde la superioridad que otorgan los gritos, los niños obedecerán a la primera o aprenderán mejor y antes. Pero nada más lejos de la realidad, sino todo lo contrario.

  • Y dentro de esta corriente autoritaria también estarían los azotes, cachetes o castigos físicos, de los cuales ya sabemos desde un punto de vista científico, que no solo no funcionan sino que dañan seriamente al niño, con efectos negativos incluso a largo plazo.

Al margen de las consecuencias negativas aparejadas a cada una de estas formas de educar, establecer límites desde el autoritarismo hace que los niños no sepan cómo actuar ("si no me dicen lo que debo o no debo hacer a cada instante, me siento perdido"), sientan que "no pertenecen" o no son tenidos en cuenta, no se sientan capaces, o incluso vean afectada su autoestima.

2) Actuar con permisividad y no poner límites

poner límites a los niños

En el extremo opuesto al autoritarismo se situaría la permisividad, una tendencia en la que incluso es muy fácil caer cuando estamos acostumbrados a actuar desde un tono autoritario, ya que es normal sentirse arrepentidos cuando creemos que hemos actuado con excesiva firmeza, lo que nos lleva a "aflojar la cuerda" y relajarnos con los límites.

Por otro lado, también hay padres que confunden educar con respeto, empatía y dulzura con criar sin limites, sobreproteger o evitar que el niño viva una decepción o se frustre. Pero esta forma de educar no solo perjudica a las personas que rodean al niño y al propio desarrollo y bienestar del menor, sino que estos crecen confundidos, inseguros, sin herramientas para su autocontrol e incluso con actitudes tiranas y egoístas.

Educar con amabilidad y respeto no es sinónimo de permisividad

poner límites

Pero es posible establecer límites en los niños desde el respeto y la amabilidad, enfocando esta tarea como una maravillosa forma de enseñarles cómo convivir con las personas que les rodean y cómo actuar para ser respetuosos con los demás y consigo mismos.

Educar sin azotes y con respeto, no significa convertirnos en esclavos del niño, plegarnos a sus caprichos o permitir faltas de respeto.

Obviamente, cuando los niños son muy pequeños y no tienen todavía la capacidad de razonar y verbalizar, los límites debemos ponerlos los adultos. Pero a medida que el niño crece, es necesario hacerle partícipe de esos límites:

  • Teniendo en cuenta su opinión, sabiendo que lógicamente hay límites que no son negociables ni pueden recaer en el criterio del niño, como los relativos a su seguridad y el respeto a los demás. Cuando el niño es tenido en cuenta y siente que pertenece, es más fácil que acabe aceptando de manera positiva esos límites.
  • Pidiendo al niño su cooperación y garantizando así su sentido de pertenencia e importancia, al tiempo que le ayudamos en la adquisición de habilidades para la vida.

  • Enseñar al niño a actuar bajo su autocontrol poniendo límites justos, equilibrados y respetuosos.

  • Animándole a reflexionar sobre sus conductas y consecuencias, con preguntas que le ayuden a hacer este ejercicio y a sacar sus propias conclusiones. Con ello le estaremos enseñando a ser responsables de sus actos, a autocontrolarse y a establecer sus propios límites conductuales.

  • Cuando el niño traspase un límite, además de animarle a reflexionar sobre lo que ocurrido es importante involucrarle en la búsqueda de soluciones que ayuden a rectificar ese posible error cometido. Si el niño es capaz de reflexionar sobre sus actos y colaborar en la solución, comenzará a crear las bases de un comportamiento responsable.

En definitiva, el acompañamiento respetuoso del adulto es fundamental a la hora de enseñar límites a los niños, así como nuestra confianza en ellos y la importancia de fomentar su autonomía, involucrándoles en la toma de decisiones y animándoles a reflexionar sobre sus propios actos y consecuencias.

Fotos / iStock

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