Qué significa que tu hijo siempre busque tu aprobación, según la psicología

Cuando un niño necesita constantemente la aprobación de sus padres, no busca solo un elogio: busca sentirse seguro y suficiente

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Laura Ruiz Mitjana

Hay niños que miran a sus padres antes de decidir si algo está bien. Ni siquiera han terminado el dibujo y ya preguntan: “¿Te gusta?”. O reciben una nota excelente y no sonríen hasta ver la reacción de mamá o papá. 

Y es algo totalmente normal y sano, que forma parte de su desarrollo emocional: al final, están buscando seguridad y validación en sus figuras de referencia. Necesitan esa mirada para reconocerse a sí mismos y para fomentar su autoestima.

Sin embargo, cuando este patrón ocurre constantemente y genera malestar profundo si no se recibe esa validación, esto puede esconder algo más profundo: la necesidad constante de aprobación. Pero, ¿qué significa realmente cuando un niño depende tanto de la mirada del adulto para sentirse válido? ¿Es realmente "malo"? Vamos a ver qué hay detrás.

La necesidad de aprobación: más que una simple búsqueda de cariño

Como decía, buscar aprobación no es un problema en sí mismo. Como seres sociables que somos, todos necesitamos sentirnos vistos, queridos y validados, también los adultos, y especialmente los niños. Está bien, ¡es sano! El refuerzo positivo también refuerza nuestra autoestima. El punto tal vez está en cuánto depende el niño de esa validación externa para sentirse bien consigo mismo.

Cuando esta necesidad se vuelve constante —cuando el “¿te gusta?” se convierte en una pregunta diaria—, puede ser señal de que la autoestima del niño se está construyendo desde fuera, no desde dentro.

Desde la psicología, hablamos de una autoestima dependiente o condicionada. El niño no actúa nunca según lo que siente o piensa, sino según lo que cree que sus padres esperan de él. Es decir, aprende a ser lo que complace, no lo que realmente es.

De dónde viene: la historia emocional detrás del “¿lo he hecho bien?”

Una cosa es buscar la mirada del adulto, que es natural e instintivo, y otra cosa es buscar esa aprobación constante. Nadie enseña a un niño a buscar aprobación; la aprende. Lo hace cuando descubre que el cariño o la atención llegan sobre todo después de portarse “bien” o de cumplir expectativas. No es culpa de los padres —muchas veces esto ocurre sin darnos cuenta—, pero puede tener efectos duraderos.

Un estudio publicado en Child Development (Assor et al., 2004) mostró que los hijos de padres que aplican lo que los autores llamaron “amor condicional” (conditional regard) —es decir, que muestran más afecto cuando el niño actúa como ellos esperan— desarrollan una autoestima más frágil y una tendencia a la culpa y la autoexigencia

En cambio, los niños que crecen sintiendo que su valor no depende del resultado, sino de quiénes son, desarrollan una identidad más sólida y resiliente.

Cómo se manifiesta en el día a día

Un ejemplo: imagina a Eva, de 8 años, que enseña a su madre un dibujo. Si la madre responde con entusiasmo, Eva sonríe. Si está distraída y solo dice “muy bonito”, la niña frunce el ceño y rompe la hoja. No tolera la indiferencia porque ha aprendido que su valor se mide por la reacción del otro.

Este tipo de comportamientos puede aparecer también en adolescentes:

El papel de los padres: del elogio al acompañamiento emocional

El refuerzo positivo es necesario, pero cuando solo se centra en los logros, el niño puede confundir “hacer bien” con “ser querido”. En lugar de decir “qué bien te ha salido”, a veces es más valioso decir: “Veo que te has esforzado mucho” o “pareces muy orgulloso de tu dibujo”.

Esa diferencia sutil enseña a los hijos a mirarse a sí mismos para evaluar su propio valor, no solo a buscar la mirada de los demás.

También ayuda crear espacios donde puedan equivocarse sin miedo. Los errores no deben verse como fracasos, sino como parte natural del aprendizaje. Cuando el niño percibe que su amor propio no se tambalea ante un fallo, su autoestima se vuelve más segura.

Cuando la necesidad de aprobación se vuelve excesiva

Si notas que tu hijo no puede tomar decisiones sin tu visto bueno, que se frustra fácilmente o que se preocupa demasiado por lo que piensas, puede ser útil consultar con un profesional de la psicología infantil.

Recuerda que este artículo tiene un carácter orientativo: cada niño es un mundo, y solo una evaluación profesional puede determinar si esa necesidad de aprobación forma parte del desarrollo normal o si está afectando a su bienestar emocional.

Educar desde la validación, no desde la perfección

Los niños que crecen sabiendo que son amados incluso cuando se equivocan desarrollan una voz interior más amable y segura. No buscan gustar, buscan ser.

Y ese es, quizás, el mayor regalo que puede ofrecerse a un hijo: enseñarle a aprobarse a sí mismo, antes que buscar la aprobación de los demás (o no solo buscando esa aprobación).

Foto | Portada (Freepik)

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