¿Por qué es mejor elogiar el esfuerzo más que la inteligencia en nuestros hijos?

¿Por qué es mejor elogiar el esfuerzo más que la inteligencia en nuestros hijos?
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Los elogios hacia los niños son necesarios. Son una manera de demostrarles que los valoramos, ayudan a mejorar su autoestima y refuerzan su personalidad, pero ojo con los elogios hacia los niños, porque aunque las intenciones sean buenas, no todos valen. La forma en que elogiamos a los hijos es muy importante, pues creyendo que estamos sembrando en ellos la semilla de la motivación, podemos provocar el efecto contrario y perjudicarles.

Carol Dweck, profesora de psicología de Stanford, pionera en predicar que hay que elogiar a los hijos, cree que los padres no estamos entendiendo el punto. Ella se basa en la idea de que hay que elogiar a los niños por su esfuerzo mejor que por su inteligencia. Los niños que son alabados por su inteligencia renuncian a asumir nuevos riesgos, en cambio, los niños que son alabados por su esfuerzo, son motivados a mejorar. Hablaremos entonces de cómo elogiar a los hijos para que sean mejores.

¿Qué es la mentalidad de crecimiento?

"Todos podemos cambiar con esfuerzo" es el lema de Carol Dweck, autora del libro Mindset. La mejora siempre es posible. Y esto es aplicable a todos los niveles para cualquier niño (y cualquier persona).

No es lo mismo decirle a un niño "Eres el mejor, sigue así" que " Te felicito por el esfuerzo que has hecho". El niño que no comete errores es alabado por su inteligencia innata. Lo elogiamos por lo listo que es, por lo que el niño se quedará con esa percepción que tenemos de él y no tendrá interés por ir más allá. Desarrolla una actitud mental conformista, Dweck lo llama, una mentalidad fija.

En cambio, un niño que comete errores, que fracasa, desarrolla la capacidad de aprender de sus errores. El miedo al fracaso inhibe el aprendizaje, pero un niño que saca provecho de esos errores y se esfuerza por mejorar y aprender, evoluciona. Dweck lo llama una mentalidad de crecimiento.

Elogiar el esfuerzo, no la inteligencia

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Dweck realizó un experimento con más de 400 niños de doce escuelas de Nueva York: les sometía a una prueba muy fácil consistente en un puzzle. Una vez terminado, se le decía la nota a cada niño, seguida de una frase de elogio. La mitad de los niños eran elogiados por su inteligencia; la otra mitad, por su esfuerzo.

A continuación, se les permitía escoger entre dos pruebas diferentes. La primera opción se describía como una serie de puzzles más difíciles, pero se decía a los niños que si lo intentaban, aprenderían mucho. La otra opción era un test fácil, parecido al que ya habían hecho.

Una simple frase de elogio pareció tener mucha influencia en los resultados: del grupo de niños felicitados por su esfuerzo, el 99% escogió el conjunto de puzzles difíciles: un reto más, intentarlo es lo bueno. Por su parte, la mayoría de los chicos elogiados por su inteligencia se decidieron por el test más fácil.

Pero no se trata sólo de esfuerzo

Pero ojo, una mentalidad de crecimiento no se trata sólo de esforzarse. El esfuerzo es la clave, pero no es lo único. Está muy bien empatizar y felicitar el esfuerzo, pero tras el esfuerzo, tiene que haber una reacción. Es importante darles herramientas para que busquen nuevos enfoques, que prueben nuevas estrategias y así puedan conseguir el objetivo, que es aprender.

De otra manera, estamos alabando la persistencia, pero no estamos fomentando la mentalidad de crecimiento. No es consolarlos, sino motivarlos a mejorar.

La clave para inculcar una mentalidad de crecimiento es enseñar a los niños que el cerebro es como un músculo que se fortalece con el esfuerzo y la perseverancia.

En lugar de decirles, por ejemplo "No todos somos buenos para las matemáticas", un maestro o un padre debería decir: "Tal vez las matemáticas no son tu punto fuerte, todavía". El poder del "todavía" deja la puerta abierta al aprendizaje.

Pongamos un ejemplo: Si tu hijo de 2 años está encastrando bloques de construcción para hacer una torre y no lo consigue, debemos motivarle a seguir intentándolo y elogiar su esfuerzo. Pero no quedarse solo en ese paso, porque con los elogios no conseguirá construir la torre.

Lo importante es enseñarle posibles caminos hacia la consecución de su objetivo. "No lo has conseguido todavía, pero prueba a dar vuelta el bloque o prueba con uno más grande". Cuando crezca, será él mismo quien seguirá intentando soluciones para conseguir sus objetivos.

En un estudio longitudinal que ha realizado Dweck en colaboración con la Universidad de Chicago encontraron que los niños cuyos padres enfocaron sus elogios al esfuerzo cuando tenían uno, dos y tres años, cinco años más tarde eran más propensos a asumir retos difíciles y a intentar mejorar que los niños que habían recibido elogios enfocados en su personalidad como "Eres el mejor", "eres la más inteligente".

Elogiar el proceso, no el resultado

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¿Entonces no elogiamos a nuestros hijos porque puede ser contraproducente? A todos nos gusta que nos alaben, y de hecho las alabanzas pueden ser muy positivas, pero hay que hacerlo con sabiduría.

No tenemos que elogiar en nuestros hijos la inteligencia o el talento, sino, como dice Dweck, "elogiar el proceso en el cual el niño se involucra: su esfuerzo, sus estrategias, su enfoque, su perseverancia, su progreso. Alabando el proceso se crean niños fuertes y resistentes."

Es decir, no quedarse en el "Muy bien, te has esforzado" o "Has hecho tu mejor esfuerzo", sino motivarles a progresar con un "Te felicito por tu esfuerzo, ¿qué puedes intentar ahora?"

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