Becky Kennedy, psicóloga de la Universidad de Columbia: "El trabajo de un padre nunca es hacer feliz a su hijo". Qué hacer en su lugar

Al intentar que sean siempre felices podríamos estar privando a nuestros hijos de importantes lecciones de educación emocional

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Lucy Ortega

Todos los padres deseamos que nuestros hijos sean felices. Por ello, nos esforzamos en asegurarnos de que no les falte nada, desde vestido y alimentos hasta apego y acompañamiento emocional.

Sin embargo, a veces confundimos ese deseo de verles felices con el evitar que pasen por situaciones que les causen tristeza o enfado, e intentamos levantarles el ánimo o hacer cosas que les ayuden a recuperar la sonrisa.

Pero de acuerdo con una psicóloga clínica de la Universidad de Columbia, ésto no es solo un error, sino que además podemos estar privando a nuestros hijos de valiosos y muy necesarios aprendizajes.

La vida no es solo felicidad

Así lo ha señalado Becky Kennedy, psicóloga y madre de tres hijos, quien también es la creadora de la filosofía de crianza "Good Inside":

"El trabajo de un padre nunca es hacer que su hijo sea feliz ni allanar todos los obstáculos en el camino", dice Kennedy. "Nuestro trabajo en esos momentos difíciles es ver una versión más capaz de nuestro hijo de la que él mismo puede ver".

Lo que la experta señala coincide con lo que hemos mencionado en otras ocasiones en Bebés y más: los niños necesitan sentir todas las emociones, porque como dice Kennedy, así es como aprenden importantes lecciones de vida.

"Aprender es un proceso desordenado. Aprender implica colapsar. Implica decir: 'Soy tan tonto' o 'No puedo hacerlo'", explica Kennedy, añadiendo que intervenir demasiado les priva de la posibilidad de aprender las cosas por sí mismos y de verse a sí mismos como aprendices resilientes.

Qué hacer entonces: motívale a ser una mejor versión de sí mismo

Naturalmente, agrega la psicóloga, hay situaciones en las que podemos intervenir, pero hasta cierto punto, y pone como ejemplo los deberes. En lugar de ayudarle directamente a resolverlo, nuestro trabajo es animarle a que busque soluciones por su cuenta.

Y para ello Kennedy nos da un ejemplo claro de lo que podemos decir (y que podemos ajustar según la situación o el problema ante el que nuestros hijos se encuentren): "Es cierto, este problema de matemáticas es muy complicado. Es realmente difícil. Puedo sentarme contigo, revisarte, respirar contigo... pero no lo voy a hacer por ti, porque sé que podrás resolverlo. Creo en ti. Podemos superar esto juntos."

La experta señala que, si comenzamos a dar respuestas como ésta a nuestros hijos, notaremos más resiliencia tanto en ellos como en nosotros mismos, además de observar que toleramos mejor su frustración y que ellos regulan sus emociones con mayor rapidez.

"Nuestras palabras hacia nuestros hijos se convierten en las palabras de ellos hacia sí mismos. Así que, cuando les dices un par de veces: 'Sí, esto es complicado. Y eres un niño que puede con cosas complicadas', llegará un momento en que los escucharás decírselo a sí mismos."

Foto de portada | Freepik

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