No eduques a tus hijos solo para ser felices, tienen que aprender todas las emociones

No eduques a tus hijos solo para ser felices, tienen que aprender todas las emociones
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Si le preguntáramos a todos los padres y madres del mundo qué es lo que más desean para sus hijos, probablemente sus respuestas podrían englobarse en una sola frase: que sean felices. Es natural que deseemos esto para las personas que más amamos.

Sin embargo, aunque ser feliz es algo a lo que aspiramos y que deseamos para los nuestros, la vida no es perfecta y no vivimos en un mundo color de rosa. Esto no quiere decir que nos volvamos pesimistas o que ser feliz sea algo inalcanzable, sino que debemos ser conscientes de que las cosas no siempre irán bien y es mejor estar preparados para lo que pueda suceder.

Por ello, es importante que -además de enseñarles a ser felices- eduquemos a nuestros hijos para vivir y sentir todas las emociones. Te contamos por qué es importante hacerlo.

La vida no es una línea recta

Quienes ya hemos vivido algunas décadas, sabemos que hay diversas experiencias que podemos encontrar a lo largo de este camino. Aunque no hay muchas verdades absolutas sobre la vida -y seguro la de cada quien es completamente diferente a la de otros en mucho sentidos-, sí que hay algo que podemos afirmar con seguridad: está llena de subidas y bajadas.

No podemos tener a nuestros hijos en una burbuja ni esperar a que sean felices todo el tiempo. Porque la vida no es paz, alegría y felicidad 24/7. No es un camino recto lleno de cosas buenas ni experiencias positivas. Esto puede sonar pesimista, pero es la realidad.

En un mundo ideal no habría sufrimiento ni dolor, pero los mundos ideales no existen y la vida humana está cargada de toda clase de experiencias y sobre todo, de emociones a raíz de esas mismas experiencias. Y nuestros hijos deben estar preparados para ello.

No hay emociones "malas"

Muchas veces tendemos a etiquetar las cosas, y con las emociones suele pasarnos lo mismo. Las clasificamos en emociones "buenas", como la alegría y el amor; y emociones "malas", como la tristeza o el enojo. Pero en realidad no hay emociones buenas ni malas, simplemente hay emociones (¡y muchas!), tal y como lo explica la experta en inteligencia emocional Mar Romera en un vídeo donde comenta precisamente que no quiere que sus hijas sean felices.

Puede que algunas no nos agraden mucho, pero al final de cuentas todas las emociones tienen una función importante: ayudarnos a expresar y entender lo que sentimos. Una correcta gestión emocional nos ayuda a crecer y a saber navegar las dificultades y retos que se nos van presentando en el día a día.

Si por el contrario, reprimimos las emociones y hacemos mucho énfasis en "ser felices", corremos el riesgo de hacer de nuestros hijos unos analfabetos emocionales. Decir frases como "no llores" y "no pasa nada" invalidan lo que sienten y les enseñan que hay emociones que debería evitar, en lugar de enseñarles a gestionarlas de forma saludable.

Enfocarnos u obsesionarnos con querer hacer de nuestros hijos personas que estén felices todo el tiempo sólo causará el efecto opuesto pues, como ya lo hemos mencionado, la vida real no es así y para saber afrontarla es necesario estar preparados con herramientas como la resiliencia, una habilidad valiosa y necesaria para evitar sentirnos frustrados ante las dificultades y problemas ante los que nos encontremos.

Si en lugar de ello, no dejamos que nuestros hijos aprendan a controlar adecuadamente emociones como la ira o la tristeza ni les enseñamos a tolerar la frustración, eventualmente esta falta de educación emocional adecuada terminará afectándoles en su vida adulta y en sus relaciones con los demás.

Nada es permanente

Aunque sin duda es doloroso ver a nuestros hijos tristes o enojados, habremos de recordarles (y recordarnos también a nosotros mismos) que las emociones son pasajeras y experimentarlas adecuadamente nos ayudará en muchos aspectos de nuestra vida.

Desde ser más empáticos con los demás, hasta buscar soluciones y cuidar nuestra salud mental, las emociones son una brújula que nos guía y, como ya explicábamos en otro artículo, nos orientan a la acción para saber qué necesitamos o debemos hacer para estar bien.

Foto de portada | Ana Bregantin en Pexels

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