Amor condicionado: cuando los niños solo se sienten queridos si lo hacen bien. Así afecta a su autoestima

Cuando los niños sienten que solo merecen amor si lo hacen bien, aprenden a medir su valor por lo que consiguen: así afecta a su autoestima

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Laura Ruiz Mitjana

Hay niños que crecen creyendo que el amor hay que ganárselo. No porque nadie se lo diga directamente, sino porque lo sienten: solo reciben sonrisas, abrazos o palabras de afecto cuando se portan “bien”, sacan buenas notas o cumplen expectativas

Sin quererlo, muchos padres transmiten la idea de que el cariño depende del comportamiento. Y ese tipo de amor —el amor condicionado— deja una huella profunda en la manera en que los niños se valoran a sí mismos. ¿Cómo les afecta?

Qué es el amor condicionado y por qué aparece

El amor condicionado surge cuando, a veces sin darse cuenta, el afecto solo se ofrece como recompensa por hacer “lo correcto” y se retira cuando el niño falla, desobedece o no cumple lo esperado. Así, no suele ser una decisión consciente. 

A menudo nace del deseo genuino de educar bien, de que el hijo se esfuerce o aprenda a comportarse. Pero en la práctica, este patrón enseña un mensaje que puede resultar doloroso: “Solo merezco amor si soy perfecto”.

Cuando un niño percibe que su valor depende de sus logros, empieza a desarrollar una especie de “radar emocional” que busca constantemente señales de aprobación. Aprende a leer los gestos y los silencios de los adultos para saber si sigue siendo querido o si, esta vez, ha fallado.

El amor condicionado surge cuando el afecto se ofrece como recompensa por hacer “lo correcto” y se retira cuando el niño falla, desobedece o no cumple lo esperado.

Cómo afecta a su autoestima

El daño más profundo del amor condicionado no está en lo que el niño hace, sino en lo que aprende a creer sobre sí mismo. Su autoestima deja de construirse sobre la aceptación incondicional (“valgo por ser yo”) y pasa a depender del resultado (“valgo si lo hago bien”).

A largo plazo, esto genera una autoestima contingente, es decir, una valoración propia que fluctúa según la opinión de los demás

Cuando recibe aprobación, se siente valioso; cuando no la obtiene, su mundo se tambalea. Este tipo de autoestima es frágil, porque se sostiene en un equilibrio constante entre el deseo de agradar y el miedo al rechazo.

Los niños que crecen bajo amor condicionado suelen ser autoexigentes, perfeccionistas y muy sensibles a la crítica. No toleran bien el error, porque equivocarse se traduce, en su mente, en perder amor

Su diálogo interno está lleno de frases como “no soy suficiente”, “debería hacerlo mejor” o “no puedo fallar”. Incluso cuando alcanzan logros, el alivio dura poco: enseguida aparece la necesidad de volver a demostrar su valía.

En la edad adulta, esta herida puede manifestarse como ansiedad por rendimiento, baja autocompasión y una tendencia a buscar relaciones en las que el afecto también parezca tener condiciones. Son personas que se esfuerzan en exceso, que se adaptan para no molestar y que viven con la sensación de no ser nunca suficientes.

Cómo transformar ese patrón

Pero este ciclo puede romperse. El antídoto del amor condicionado no es la permisividad, sino la aceptación incondicional. Significa dejar claro que el amor no depende del comportamiento, aunque el comportamiento sí pueda tener consecuencias (y esté bien poner límites y reforzar también las conductas positivas).

Algunas claves:

  • Separar la conducta del valor personal. Puedes corregir lo que hace tu hijo sin cuestionar quién es. “No me gustó que gritaras” es muy diferente de “me decepcionas”.
  • Reafirmar el vínculo después del conflicto. Un abrazo o una frase como “te sigo queriendo, aunque estés enfadado” da al niño la seguridad de que su valor no está en juego.
  • Evitar elogios que refuercen solo el resultado (o al menos, no usarlos todo el tiempo). En lugar de “eres el mejor”, decir “vi cuánto te esforzaste” ayuda a conectar el valor con el proceso, no con la perfección.
  • Modelar la autocompasión. Los niños aprenden cómo tratarse a sí mismos observando cómo los tratamos cuando fallan.

Los niños aprenden cómo tratarse a sí mismos observando cómo los tratamos cuando fallan: por eso debemos ser conscientes.

Amar sin condiciones: el mejor regalo emocional

El amor incondicional no significa aplaudir todo ni evitar límites. Significa que, incluso cuando se pone un límite, el niño sigue sintiéndose visto, comprendido y querido. Es un amor que no se negocia ni se gana, sino que simplemente se ofrece como base segura.

Cuando un niño crece sabiendo que su valor no depende de hacerlo bien, desarrolla una autoestima estable, resiliente y amable. Aprende que puede equivocarse y seguir siendo digno de cariño. 

Y esa certeza —la de ser querido sin condiciones— se convierte en su brújula emocional: la que lo acompaña el resto de su vida para recordarle que vale, no por lo que logra, sino por lo que es.

Foto | Portada (Freepik)

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