Cómo ayudar a tu hijo adolescente a gestionar el rechazo de sus amigos

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Laura Ruiz Mitjana

Tu hijo entra a casa, deja la mochila tirada en el suelo, sube a su habitación sin saludar, y cuando te acercas, lo notas distinto. No llora pero sí hay tensión, silencio... Y tú lo intuyes: algo ha pasado.

Tal vez hoy no lo invitaron a quedar. Tal vez alguien le dio la espalda en el grupo de WhatsApp. O se ha enterado de que sus "amigos" han creado un plan sin contar con él. Rechazo. Esa palabra que duele más que un suspenso, más que una bronca. Porque los amigos, y sentirse parte del grupo, es muy importante en esta etapa, casi una señal de identidad adolescente.

Y tú, como madre, como padre, te sientes en un punto complicado: no quieres invadir, pero tampoco mirar hacia otro lado. ¿Cómo ayudarle sin hacer que se cierre aún más? ¿Cómo ser refugio sin ser sermón?

1) Primero, escucha lo que no te dice

El rechazo no siempre llega con un "me han dejado de lado". A veces se camufla en frases como "da igual", "no me apetece ir" o "todos son unos falsos". Cuando escuches estas frases, no te apresures a responder.

Haz un espacio. Siéntate a su lado sin esperar que hable. A veces, el simple hecho de que estés ahí, en silencio, ya es un puente. Y si habla, no corrijas, no analices, no restes importancia. Solo escucha.

  • Ejemplo: estás fregando los platos y él dice: "Son unos pesados, siempre hacen lo mismo y yo paso". En lugar de decir "no digas eso, seguro que no es para tanto", puedes probar con: "¿Te has sentido desplazado?" o simplemente "¿Y tú cómo lo has vivido?".

2) Valida su dolor, aunque te parezca 'exagerado'

Para ti, quizá no es tan grave. Para él o ella, sí. Su mundo social es su mundo. Decirle "ya harás nuevos amigos" no alivia, suena a olvido forzado.

Mejor valida su herida: Tiene que doler mucho sentirse así, sobre todo cuando tú los considerabas importantes. Es un gesto que calma, que no exige que pase página, sino que acompaña el momento. También podemos ayudarles a relativizar, pero siempre validando lo que sienten.

3) Ayúdale a nombrar lo que siente (sin ponerle tú las palabras)

No todos los adolescentes tienen aún el vocabulario emocional que los adultos vamos aprendiendo a golpes. Preguntas como "¿Es más rabia o más tristeza?" pueden ayudarles a hacer zoom en lo que sienten. También puedes hablar desde ti: Cuando yo me sentía fuera en el insti, lo vivía como si no valiera nada. No sé si tú lo sientes así. Es un modo de abrir sin invadir.

4) Explora con él el valor del autorrespeto

A veces, el rechazo duele tanto porque hemos cedido demasiado para encajar. Este puede ser un momento precioso para sembrar una reflexión: ¿quiénes son las personas que nos hacen bien?

¿Qué significa gustarse a uno mismo? No es una charla de una tarde, sino algo que se puede ir introduciendo día a día. Puedes decir algo como: Entiendo que querías pertenecer al grupo. Pero quizá ahora puedes pensar también si tú te gustas en ese grupo.

5) Propón refugios reales, no distracciones vacías

No se trata de llenar el hueco con pantallas o salidas programadas. Se trata de crear un espacio donde pueda reconectar consigo mismo. Quizá volver a un hobby que había dejado. Tal vez apuntarse a teatro, donde podrá explorar emociones. O incluso escribir, pintar, caminar, cocinar contigo.

  • Ejemplo: una madre me contó que su hijo empezó a ir con ella los viernes a pasear al perro, a última hora. Al principio en silencio. Luego, con frases sueltas. A los meses, ese paseo era "su momento". No lo planeó: solo fue un lugar donde él no tenía que demostrar nada.

6) Recuerda: no necesitas arreglarlo, solo estar

Siempre querremos que no sufra. Pero sentir el dolor del rechazo también le enseña a conocerse, a detectar límites, a elegir mejor. Lo importante es que no lo pase solo. Que sepa que puede llorar sin juicio. Que puede no hablar y seguir siendo querido. Que puede perder un grupo, pero no perderse a sí mismo.

Porque, al final, el mensaje que queda no es lo que dices, sino lo que transmite tu presencia: "Aunque te sientas rechazado por el mundo, aquí tienes un lugar donde siempre eres bienvenido". Y eso, en la adolescencia, es un salvavidas.

Foto | Portada (Freepik)

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