Hay una etapa en la que los “no” se convierten en banda sonora de cada conversación con tu hijo o hija adolescente. No quiero, no me apetece, no entiendo por qué tengo que hacerlo, no es justo...
Y ahí estás tú, con toda tu paciencia al borde del colapso, preguntándote si esto es normal, si hiciste algo mal, si vas a tener que discutir cada vez que pides algo tan simple como “apaga el móvil que es la hora de cenar”.
La respuesta rápida es: sí, es bastante normal. Pero eso no significa que sea fácil, ni que no duela. Porque cuando un adolescente lleva la contraria todo el tiempo, no sólo pone a prueba tus nervios, también pone en duda tus estrategias, tu forma de comunicarte, y muchas veces, tu vínculo con él o ella.
Adolescentes que siempre llevan la contraria: esto puede haber detrás
Lo que ocurre es que detrás de esa actitud desafiante, no siempre hay rebeldía. A veces hay miedo. Otras veces, hay necesidad de diferenciarse, de construir identidad, de ensayar el poder de decir “no” sin que el mundo se desmorone. Porque eso también es crecer: aprender a ser uno mismo... aunque a veces lo hagan chocando de frente contra ti.
Por eso, lo primero que te diría es que no lo tomes como algo personal. Lo sé, es complicado no hacerlo. Pero entender que ese “llevar la contraria” no siempre es un pulso contigo, sino una forma -a veces torpe- de afirmarse, es clave para no caer en la trampa de discutir por inercia.
Un ejemplo y sus consecuencias
—“Mamá, ¿por qué tengo que ir al cumpleaños de la abuela? Seguro que va a estar lleno de primos pesados.” Y tú, agotada, con todo organizado, solo querías colaboración. Y sin embargo, ahí estás, frente a la negativa número 342 de la semana.
¿Es falta de respeto? ¿Desinterés? ¿Pereza? Quizá. Pero también es una manera de poner límites, de decir “quiero decidir yo”, aunque sea con torpeza. El problema es que si cada vez que marcan territorio tú lo interpretas como un ataque, entrarás en una lucha que no vas a ganar. Porque a menudo ellos tienen más energía para discutir que tú para razonar.
Cómo actuar como padres: cinco claves
Entonces, ¿qué hago? ¿Le dejo hacer lo que quiera? No. Pero tampoco necesitas estar en modo policía las 24 horas. Lo que necesitas es afinar la estrategia.
Aquí van algunas ideas que pueden ayudarte:
1) Responde con preguntas, no con sermones
Cuando te digan que no, en lugar de imponer, sermonear o justificarte durante media hora, prueba con algo como: “¿Qué te molesta de esa idea?” o “¿Qué propondrías tú?”. Les das un rol activo. A veces sólo necesitan sentirse escuchados, no tanto salirse con la suya.
2) Haz pactos, no guerras
En lugar de dar órdenes que sabes que van a generar resistencia, plantea acuerdos. Por ejemplo: “Entiendo que no quieras ir, pero significa mucho para tu abuela. Si vas un rato, luego tú eliges la peli por la noche. ¿Te parece justo?” No se trata de sobornar, sino de encontrar zonas de encuentro.
3) Déjales ganar… algunas batallas
Sí, a veces tienen razón. Y si reconoces eso, en lugar de perder autoridad, ganas respeto. Un simple “vale, tienes razón en eso” puede evitar diez discusiones futuras. Lo importante es que no sientan que todo es una imposición.
4) Cuida el clima emocional
La forma en la que dices las cosas importa más que lo que dices. Un tono irónico o exasperado es suficiente para incendiar una conversación. Respira. Habla con calma. Incluso si ellos están a mil por hora.
5) No respondas al fuego con más fuego
Cuando tu hijo te lanza un “¡no pienso hacerlo y me da igual lo que digas!”, lo más difícil y a la vez más útil es… no reaccionar de inmediato. Haz una pausa. A veces, no responder en caliente desactiva más bombas que mil argumentos lógicos.
Acompañar a los adolescentes: ser faro en lugar de control
En definitiva, no se trata de “ganar” las discusiones, sino de no tener que entrar en todas. Elegir las batallas, entender lo que hay debajo de cada “no”, y aceptar que, aunque te agote, esa resistencia también forma parte del camino hacia su autonomía.
Criar adolescentes que llevan la contraria no es un error de crianza. Es una oportunidad de enseñarles cómo disentir sin destruir el vínculo. Es una etapa. Intensa, sí. Pero también valiosa. Y en ella, tu rol no es controlar cada paso (aunque a veces será necesario, por supuesto), sino ser faro. Aunque se desvíen, aunque protesten… que sepan que sigues ahí, iluminando sin gritar.
Foto | Portada (Freepik)
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