Saber nadar es una habilidad esencial de supervivencia que debemos enseñar a nuestros hijos desde pequeños: tanto la Asociación Española de Pediatría (EAP) como la Academia Americana de Pediatría (AAP) señalan que las clases de natación deberían comenzar desde temprana edad.
Sucede que, además de ser una actividad ideal para el verano, aprender a nadar es algo que todos deberíamos aprender para prevenir ahogamientos, tanto en nosotros mismo como en los demás.
Por ello, apuntar a los niños a clases de natación es algo que siempre se recomienda, pero de acuerdo con los expertos de Harvard, es necesario tomar en cuenta algunas cosas importantes antes de hacerlo.
1) Las habilidades cognitivas necesarias aparecen hasta los cuatro años
Si bien tanto la AEP como la AAP recomiendan que los niños comiencen a tomar clases de natación a partir de su primer año de vida, ambas organizaciones señalan que estas primeras lecciones deben ir enfocadas a prevenir ahogamientos, mientras que a partir de los cuatro años la mayoría de los niños está listo para clases de natación formales.
Los expertos de Harvard señalan que esto es así porque es hasta los cuatro años cuando los niños suelen adquirir las habilidades cognitivas para aprender a nadar propiamente, como escuchar y seguir instrucciones, así como retener lo aprendido durante las lecciones.
2) Las clases de natación entre el primer año de vida y los cuatro años también son útiles
En la misma línea del punto anterior, desde Harvard explican que, aunque no tengan las habilidades cognitivas necesarias para aprender diversos estilos de natación, esas primeras lecciones antes de los cuatro años les sirven para aprender habilidades que les servirían si se caen al agua.
3) El sitio donde aprenderán a nadar debe ser seguro
Esto suena obvio, pero ante una lección de supervivencia tan importante, especialmente en un entorno que tiene cierto riesgo para los niños que no saben nada, es aún más preciso que verifiquemos las condiciones de las instalaciones.
Recomiendan, por ejemplo, que además de que el sitio debe estar limpio y bien mantenido, cuenten con un salvavidas o socorrista que no esté dando clase, pues los instructores no pueden vigilar a todos los niños al mismo tiempo, así como barreras que impidan que los niños accedan a las áreas profundas de la piscina y equipo de primeros auxilios.
4) Los instructores deben estar capacitados
En la misma línea de lo que comentábamos en el párrafo anterior, debemos verificar la capacitación que tienen los instructores que darán la clase, pues no falta el sitio que tenga a alguien que, aunque sea capaz de enseñar a nadar, no cuente con las certificaciones necesarias para hacerlo.
Entre las cosas que podemos revisar, señalan que deberíamos preguntar cómo se forma y evalúa a los instructores, así como saber si están capacitados para dar primeros auxilios en caso de ahogamiento u otro accidente, y si siguen los lineamientos de alguna organización, como la Cruz Roja.
5) Revisa la proporción entre niños e instructores
Esto siempre es importante en el ambiente educativo, pero en las clases de natación lo es aún más. Lo ideal, de acuerdo con Harvard, es que haya la menor cantidad posible de alumnos por maestro, especialmente si se trata de niños pequeños o de clases principiantes, pues cada instructor debería poder vigilar al grupo entero y tener a todos los niños al alcance de su mano.
6) Debe haber una clasificación por niveles y un programa de progresión
Aprender a nadar es algo que comienza por lecciones básicas (aprender a flotar, contener la respiración, etcétera) y va progresando conforme se va dominando cada cosa hasta llegar a los diversos estilos de nado.
Por ello, cada niño debe ubicarse en el nivel adecuado, teniendo una forma clara de evaluar a los niños y un programa o plan definido que les ayude a ir avanzando en sus habilidades.
7) Los padres deberían poder ver las lecciones
Si bien es cierto que la presencia de los padres podría distraer a los niños, los expertos de Harvard señalan que deberían poder observar al menos una parte de la clase y puedan ver con sus propios ojos lo que está ocurriendo, pues aunque cuenten con salvidas o socorrista no debemos fiarnos solo de ello. En algunas escuelas, esto suele facilitarse con ventanas o plataformas de observación.
8) Los flotadores y manguitos, con criterio
El tema del uso de flotadores y manguitos es uno que ha generado debate desde hace décadas. Pero la indicación de los profesionales es clara: no son recomendables. Lo ideal si vamos a la piscina o la playa con un niño que no sabe nadar, son los chalecos (y siempre de los siempres bajo nuestra supervisión).
Desde Harvard coinciden con ello, haciendo solo una excepción: pueden ser útiles al principio para mantener la seguridad y para que los niños aprendan la postura correcta y los movimientos sin nadar a lo loco solo para mantenerse a flote. Pero si se usan, las clases deben estar diseñadas para reducir poco a poco la dependencia de ellos.
9) El miedo al agua no es pretexto para no aprender
Muchos padres dudan en meter a sus hijos a clases de natación porque le tienen miedo al agua, pero además de ser una habilidad básica de supervivencia, ese temor es una razón más para hacerlo, ya que el ambiente controlado de las clases de natación le ayudará a familiarizarse con ella, siempre que se haga desde el respeto y con paciencia.
10) Que un niño sepa nadar no significa que no pueda ahogarse
Finalmente, los expertos de Harvard nos comparten este importante recordatorio. La supervivencia en el agua no solo depende de que los niños aprendan a nadar, sino que hay muchos otros factores que pueden influir en ellos, desde el cansancio físico hasta algo externo, como quedarse atrapado o enredado en algo.
Por eso, nos recuerdan lo más importante a la hora de ir a la piscina o la playa con los hijos, incluso si éstos son excelentes nadadores: siempre deben estar bajo nuestra supervisión.
Foto de portada | Alex P en Pexels
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