Si quieres que tu hijo adolescente colabore en casa, no impongas. Llega a acuerdos

Si quieres que tu hijo adolescente colabore en casa, no impongas. Llega a acuerdos
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¿Cuántas veces nos quejamos de que nuestros hijos adolescentes no nos escuchan? ¿Cuántas veces les habremos dicho aquello de "¿te crees que vives en un hotel?" ¿Ya no sabes cómo decirle que recoja su habitación, ordene su armario o colabore en las tareas domésticas?

Repetir las cosas una y otra vez cómo si fuéramos un disco rayado es realmente frustrante y enturbia el clima familiar, ya que sin quererlo, nos vemos atrapados en una rueda de indiferencia, gritos y luchas de poder que nos desconecta los unos de los otros.

Si el tema de las tareas domésticas genera conflictos en casa con tu hijo adolescente, te explicamos por qué darle órdenes no es la solución y cómo establecer acuerdos.

Cuando ordenamos, imponemos autoridad y eso no aleja de nuestros hijos

No nos cansaremos de decirlo: los límites son fundamentales y necesarios para que nuestros hijos crezcan felices, pero es importante que esos límites estén puestos con amor y respeto, además de resultar flexibles y negociables en determinados momentos.

¿Pero qué significa esto exactamente? Pues que si queremos criar a nuestros hijos de forma positiva y saludable para todos, es necesario que dejemos a un lado el autoritarismo y les tratemos de forma empática, siendo conscientes de la importancia de satisfacer sus necesidades y de actuar desde la conexión y la cooperación.

A ninguno nos gusta que nos griten, nos traten con superioridad y nos ordenen. Los seres humanos funcionamos mejor desde la conexión y el respeto.

Y para muestra no hay más que hacer un ejercicio de reflexión y pensar en cómo nos sentiríamos si, por ejemplo, en nuestro trabajo no tuvieran en cuenta nuestras necesidades, ni se nos pidiera opinión o se nos escuchara. ¿Trabajaríamos con las mismas ganas o por el contrario, nos sentiríamos desmotivados, apáticos e incluso desafiantes?

Cuando ordenamos imponemos nuestra autoridad, actuamos desde la superioridad y no conectamos con las necesidades reales de nuestros hijos en ese momento. Además, les lanzamos el mensaje de que su opinión no nos importa, y que lo único que queremos es que nos "obedezcan" y hagan lo que les pedimos.

En ocasiones, esto puede llevar a nuestros hijos a rebelarse contra nosotros, especialmente a medida que van creciendo y empiezan a forjar su personalidad, poniendo a prueba sus propios límites y desafiando los nuestros.

Es decir, basta que nosotros les ordenemos que recojan su habitación para que ellos hagan justamente lo contrario.

Cuando llegamos a acuerdos, educamos en compromiso y confianza

llegar a acuerdos

Ahora bien, ¿qué pasaría si en vez de ordenar llegásemos a acuerdos con nuestros hijos? ¿Qué implicaciones tendría para su desarrollo y autoestima tener la oportunidad de opinar sobre los asuntos que le competen, involucrarse a la hora de buscar soluciones y comprometerse a cumplir los acuerdos?

Los niños aceptan mejor los límites cuando participan en su negociación, en lugar de cuando les son impuestos.

Y es que cuando ofrecemos al niño o adolescente la oportunidad de implicarse en un problema, le lanzamos al mismo tiempo el mensaje de que nos interesa su opinión, estamos dispuestos a escucharle y a encontrar un punto en común que nos beneficie a ambos.

¿Quién no se sentiría motivado y dispuesto a colaborar cuando es tratado de esta forma igualitaria, empática, positiva y respetuosa?

Seguro que nos resulta fácil llegar a imaginar cómo se sienten nuestros hijos cuando los padres les demostramos que confiamos en su criterio y en su capacidad de actuar.

Un ejemplo práctico

Analicemos ahora un ejemplo práctico y cotidiano: Nuestro hijo adolescente no ordena su armario, tiene su ropa siempre tirada por el suelo y no se preocupa en llevarla a lavar. Lógicamente, esto interfiere en las logística familiar y en las tareas domésticas.

Le pedimos a nuestro hijo en reiteradas ocasiones y de múltiples formas que ordene su cuarto, pero ni los gritos, ni los sermones ("Tienes que ser más cuidadoso con tu ropa porque..."), ni las amenazas ("¡Como no ordenes tu armario, te quedas sin salir con tus amigos") ni los chantajes ("Si ordenas tu ropa, te compraré esa camiseta que tanto te gusta") funcionan. Ni siquiera los castigos surten efecto.

¿Cómo solucionamos este conflicto? ¿Cómo establecemos acuerdos para que la situación no vuelva a repetirse?

1) Hablemos de lo que sucede

Para empezar, vamos a convocar una reunión familiar en la que hablemos de lo que sucede. ¡Importante! Esta reunión no pretende buscar culpables, señalar con el dedo o hacer sentir mal a nuestro hijo.

Simplemente pondremos sobre la mesa el problema que nos desgasta y debilita el clima de convivencia familiar, exponiendo nuestros puntos de vista de manera respetuosa.

Ejemplo:

  • Hablaremos de cómo nos sentimos nosotros ante el problema que estamos tratando (impotencia, rabia, frustración, sensación de que mi hijo no me escucha, tristeza...) y de cómo afecta al clima familiar (siempre discutimos por lo mismo, nos gritamos, nos enfadamos...)
  • Expondremos cómo afecta logísticamente que su ropa sucia no está en el cesto de la colada cuando toca poner una lavadora.
  • Pediremos a nuestros hijo adolescente que nos exprese cómo le afecta a la situación (por ejemplo, quizá nos diga que se siente inútil o avergonzado cuando nos enfadamos con él/ella por este motivo y esa sensación le impide actuar de otro modo)
  • Vamos a tratar de averiguar los motivos por los que a nuestro hijo le cuesta tanto ordenar su ropa y colaborar a la hora de hacer la colada. Al entender sus motivos nos resultará más fácil conectar con sus necesidades y establecer acuerdos.

2) Establecemos acuerdos y anunciamos consecuencias

Una vez analizado el problema familiar, ofreceremos a nuestro hijo la posibilidad de involucrarse en la búsqueda de soluciones. También podemos proponer (¡que no imponer!) nosotros alguna solución.

De entre todas las ideas aportadas, nos quedaremos con las que más se ajusten a la situación que nos ocupa.

Ejemplo:

  • ¿La solución podría pasar por cambiar el día/hora en que normalmente hacemos la colada en casa?
  • ¿Facilitaría el hecho de colocar una cesta para la ropa sucia en la habitación de nuestro hijo, en lugar de tenerla en el cuarto de la lavadora?
  • ¿Facilitaría poner señales o alarmas que recuerden a nuestro hijo lo que esperamos de él/ella con este tema concreto?

También es importante explicar al adolescente de forma anticipada qué ocurrirá  si no lleva su ropa sucia al cesto de la lavadora el día que hemos acordado que haremos la colada en casa. Es decir, cuáles serán las consecuencias de no cumplir el acuerdo (¡Importante! Las consecuencias no deben confundirse con las amenazas ni los castigos!)

Ejemplo:

"La colada en casa se hace los sábados por la mañana con la ropa que esté dentro del cesto de la lavadora en ese momento. Si tu ropa no está ahí, simplemente no se lavará. Esto significa que al empezar la semana no tendrás ropa limpia para ir al instituto, ni tu equipación de fútbol lista para los entrenamientos"

3 ) Confía en tu hijo

adolescente

Una vez establecido el acuerdo y las consecuencias, toca ser pacientes y confiar en nuestro hijo. Es posible que al principio cometa errores o haya despistes, pues lógicamente se necesita tiempo para establecer una rutina.

Si en algún momento vemos que nuestro hijo no está cumpliendo el acuerdo, es importante que no le evitemos el error, ni caigamos de nuevo en la rueda de sermones, críticas o  juicios. Él mismo experimentará las consecuencias de su error y esto le servirá para aprender.

No obstante, puede al principio le ayude que le recordemos con pocas palabras (o incluso gestos) cuál era nuestro trato. Si aún así, el acuerdo continua sin cumplirse, volveremos de nuevo al punto número 1 para establecer nuevas soluciones que puedan resultar más eficaces que las propuestas inicialmente.

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