Cinco hábitos de los padres emocionalmente inteligentes para gestionar la culpa sin castigarse

La mayoría de los que somos padres hemos sentido culpa alguna vez. La clave está en qué hacemos con ella

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Lucy Ortega

Quienes tenemos hijos compartimos muchas experiencias comunes: desde la ilusión del embarazo y la emoción con cada hito que alcanzan nuestros peques, hasta el agotamiento que puede representar la crianza.

Pero además de estas vivencias, hay otra cosa que la mayoría de los padres ha sentido: culpa. A veces la sentimos cuando pensamos que no pasamos suficiente tiempo con nuestros hijos, y otras cuando no hemos sido el ejemplo que esperábamos. Sea cual sea el motivo, esa sensación incómoda llega y nos hace sentir bastante mal.

De acuerdo con la psicóloga Juli Fraga, la manera en la que manejamos esa culpa puede impactar en nuestra salud mental: "Los padres que malinterpretan la culpa como evidencia de una 'mala crianza' dejan que la emoción guíe sus decisiones", señala.

Fraga explica que esto puede empujarnos a hacer cosas que no sean positivas para nosotros, como pensar que no merecemos un descanso o exigirnos más a nosotros mismos. Y ninguna de esas dos cosas nos beneficia, ni a nosotros ni a nuestros hijos.

La clave, explica, está en reconocer que sentirnos culpables es solo una emoción y no un juez severo, y para ello nos recomienda las cinco cosas que hacen los padres emocionalmente inteligentes para gestionar la culpa adecuadamente.

1) Nombrar la culpa, en lugar de evitarla

Fraga explica que, dado que la culpa es un sentimiento incómodo o no agradable, es natural que intentemos evitarla o esconderla, recurriendo a hacer cosas como las que comentábamos:

"Si trabajar demasiado te parece mal, puedes intentar ser el padre o la madre perfectos y sacrificar siempre el tiempo libre para pasar tiempo con tu hijo", dice la psicóloga, añadiendo que aunque esto puede bloquear temporalmente ese sentimiento de culpa, son cosas que nos pueden perjudicar a largo plazo.

Lo que debemos hacer es lo mismo que con otras emociones no agradables: reconocerla y nombrarla, de modo que validemos la emoción y podamos moderar esos sentimientos negativos que la acompañan.

2) Diferenciar la culpa sana de la tóxica

En Bebés y más ya hemos hablado alguna vez de la otra cara de la culpa, esa que nos invita a reflexionar y nos ayuda a ser mejores padres. Y según nos explica Fraga, es esa culpa sana en la que debemos enfocarnos, y no en la culpa tóxica que muchas veces nos hace sentir que hemos hecho algo mal, y que tiene sus raíces en expectativas sociales que muchas veces son irreales o poco alcanzables.

"Las madres trabajadoras, en particular, suelen sentirse culpables por no estar a la altura de los ideales culturales de ser una 'supermamá'", comenta. "Los padres con inteligencia emocional pueden discernir entre estos dos tipos de culpa. Se preguntan: '¿De verdad he hecho algo mal o simplemente siento que lo he hecho?'"

3) Subirse a la ola de la culpa

"Las emociones intensas son como olas que alcanzan un punto máximo y luego se calman", explica Fraga para que nos quede claro a qué se refiere con eso de 'subirnos a la ola'. "Es más fácil sentir la emoción y dejarse llevar cuando el cuerpo está relajado".

Para lograrlo, recomienda respirar profundamente: "Simplemente inhalar y exhalar contando hasta cuatro lleva oxígeno a los músculos, reduciendo la intensidad de la emoción y relajando el cuerpo. "

4) Abordar la culpa con curiosidad

Como ya lo hemos comentado, a veces la culpa tiene un origen que no siempre es claro. Por ello, la psicóloga recomienda observar la culpa con curiosidad, preguntándonos qué es lo que nos hace sentir culpables y si quizás la culpa está encubriendo otra emoción con la que nos sentimos menos cómodos.

"La culpa es una emoción inhibitoria, lo que significa que puede impedirte sentir emociones centrales, como la ira, la tristeza y el miedo", explica. Identificar la emoción oculta debajo de la culpa nos ayuda a atenderla, en lugar de que se agrave.

5) Hablarnos de manera amable

Finalmente, Fraga nos deja un consejo que nunca está de más. Hablarnos a nosotros mismos de manera amable. Después de todo, nadie es perfecto y todos cometemos errores. Pero como ya lo hemos dicho, la clave está en cómo manejamos esa emoción que sentimos al equivocarnos o arrepentirnos por algo.

"La culpa puede generar muchos diálogos internos negativos . Podría decirte que eres el peor padre o la peor madre del mundo o que no mereces apoyo ni atención [...] Para desafiar esos pensamientos, intenta hablar contigo mismo como lo harías con tu hijo o un amigo cercano", sugiere.

"La culpa es parte de la crianza. Al aprender a manejarla, no solo proteges tu propio bienestar, sino que también modelas inteligencia emocional para la próxima generación".

Foto de portada | Pexels

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