La mayoría de las madres, tarde o temprano, sentimos culpa por algo. Desde sentir que no estamos haciendo lo suficiente hasta dudar de nuestra capacidad de criar y maternar a nuestros hijos, la culpa es una especie de sombra que pareciera estar al acecho.
Y en una época donde las redes sociales facilitan aún más el compararnos con otras familias, otras maternidades y otras crianzas, cuestionar las decisiones que tomamos y las cosas que hacemos -o las que no- resulta de lo más sencillo.
Si te identificas con esto, te tengo dos noticias. La primera, no eres la única. Y la segunda, hay algo que puedes hacer para solucionar y liberarte de esa culpa.
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¿Por qué las madres sentimos que no somos suficientes?
Antes de abordar la solución, es importante analizar el problema en cuestión: ¿por qué somos tantas las madres que sentimos culpa por una cosa u otra?
Uno de los principales motivos es la presión que ponemos sobre nosotras mismas: cuando tenemos hijos, queremos hacerlo todo lo mejor posible, pues sabemos que de ello dependerán muchas cosas de la vida de nuestros hijos, desde su salud hasta su bienestar emocional.
Y si bien es normal y esperado que tengamos esa intención por hacer bien las cosas, lo cierto es que muchas veces ese deseo se asemeja más a unas expectativas poco realistas y difíciles de cumplir - especialmente si caemos en compararnos con otras familias.
Por otro lado, las madres también podemos sentir culpa cuando cometemos errores, precisamente por aquello que decíamos sobre el futuro de nuestros hijos. Cuando nos damos cuenta de que nos hemos equivocado en algo relacionado con la crianza, la culpa suele pesarnos bastante.
Qué podemos hacer al respecto
Debemos recordar que nadie está exento de cometer errores tarde o temprano, ni siquiera los padres y madres mejor preparados, ni las mayores expertas o gurús de crianza. Al final de todo, somos solamente humanos.
Errare humanum est, dice la famosa frase en latín que nos recuerda que equivocarnos es parte de nuestra naturaleza, y que más que fustigarnos o sentirnos culpables, debemos aceptar los errores, aprender de ellos y evitar que se repitan.
En cuanto a ese deseo de querer hacer las cosas lo mejor posible, tenemos que recordar otra verdad sobre el ser humano: nadie es perfecto. Querer hacer todas las cosas siempre bien y de la mejor manera es imposible, pues la perfección no existe, y mucho menos en algo tan complejo como lo es la crianza.
Por ello, más que querer alcanzar un ideal que no existe ni es realista, debemos enfocarnos en lo que realmente importa: el amor que sentimos por nuestros hijos.
Los niños no necesitan madres perfectas
Estoy segura de que si alguien le preguntara a nuestros hijos cómo sería la madre ideal, ninguno de ellos respondería que quisiera una madre perfecta. De hecho, para nuestros hijos somos perfectas desde su mirada de niño, incluso con todos esos "errores" que vemos en nosotras mismas.
Porque más que tener una madre que nunca se equivoca o que no tiene defectos, lo que un niño necesita es una madre amorosa y presente, que sea compasiva consigo misma para enseñarle a ser compasivo con sí mismo.
Por ello decimos que tenemos que recordar que el amor pesa más que la perfección; porque al final de todo lo que importa no es haber tenido una infancia y una rutina o dinámica familiar perfectas, sino felices y plenas, abrazando incluso el caos que puede llegar a ser la vida con niños.
Foto de portada | Iurii Laimin en Pexels
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