Niños con comportamiento agresivo: cómo gestionarlo y cuándo puede ser un problema

Niños con comportamiento agresivo: cómo gestionarlo y cuándo puede ser un problema
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Cualquier padre desea que sus hijos tengan siempre buenos comportamientos, sean amables con los demás, compartan sus juguetes y no se peleen con otros niños. Pero lo cierto es que es relativamente normal que los niños en edad preescolar tengan comportamientos agresivos y muerdan, empujen o discutan con sus iguales.

Te explicamos cuáles son las causas de los comportamientos agresivos en niños, cómo gestionar la situación y cuándo este tipo de comportamientos podría indicarnos la presencia de un problema.

Cinco grandes causas de los comportamientos infantiles agresivos

peleas en niños

Los comportamientos agresivos en niños pequeños (de dos a cinco años, aproximadamente) son bastante habituales. Suelen ser una respuesta a emociones que les superan y que no saben manejar de otra forma, como la ira, la rabia, la frustración o los celos.

En general, podríamos decir que las causas habituales de los comportamientos agresivos infantiles son especialmente estas cinco:

Inmadurez en su desarrollo emocional. Los niños pequeños están aprendiendo a manejar sus emociones y a expresar sus sentimientos de manera adecuada. A medida que van madurando y entendiendo que hay otras formas de manifestar el enfado o la frustración sin perder el control, los comportamientos agresivos irán disminuyendo.

Imitación. Los niños son grandes observadores, y aunque pensemos que aún son muy pequeños para darse cuenta de nuestros comportamientos, lo cierto es que son expertos en imitar lo que ven en casa, en el colegio o en su entorno. En este sentido, si están expuestos a modelos agresivos o violentos, es posible que los imiten.

Experimentación. Debemos enseñar a los niños a marcar sus propios límites a los demás, así como a respetar los límites de los otros. Pero en este proceso de aprendizaje es normal que nos cuestionen y quieran experimentar por sí mismos las consecuencias de sus actos y la relación causa-efecto ("¿qué ocurre si empujo?" "¿y si muerdo?" "¿qué hará ese niño si le quito su pelota?"...).

Necesidad de atención. Algunos niños pueden recurrir a comportamientos agresivos para llamar la atención de los adultos o para obtener aquello que desean. 

Tipo de crianza. Los diferentes estilos de crianza también impactan en los comportamientos de los niños. En este sentido, un estilo de crianza autoritario o permisivo podría aumentar las probabilidades de que un niño sea agresivo con los demás. Por el contrario, establecer límites claros y consistentes, y educar con empatía, amor y respeto fomenta comportamientos infantiles más adaptativos.

¿Cuándo el comportamiento agresivo infantil puede indicar un problema?

rabietas

No es fácil identificar cuándo el comportamiento agresivo de un niño podría esconder un problema mayor, aunque hay ciertos indicios que deben ponernos en alerta:

Frecuencia. Si el niño se comporta de forma agresiva con demasiada frecuencia deberíamos consultarlo con un médico.

Coincidencia con algún acontecimiento vital. También es recomendable buscar ayuda si relacionamos los comportamientos agresivos del niño con una época de cambios importantes en su vida, como puede ser la llegada de un hermanito, el inicio del colegio, el divorcio de unos padres, el fallecimiento de algún familiar...

Severidad y daño emocional. Cuando se trata de agresiones severas y crueles que causan lesiones y daños físicos a otros niños e incluso a animales, es importante consultarlo con un especialista. También debemos consultar  si el comportamiento agresivo del niño está causando daño emocional a sí mismo o a otros.

Ausencia de empatía o remordimiento. Si el niño muestra una falta de empatía hacia los demás o una falta de remordimiento después de comportarse con agresividades, podría indicar dificultades emocionales o problemas de conducta subyacentes.

Edad inapropiada. Si el comportamiento agresivo del niño es significativamente más pronunciado o severo en comparación con otros niños de la misma edad, podría ser un signo de un problema mayor.

Afectación en la vida diaria. Si el comportamiento agresivo del niño está afectando negativamente a su día a día, rendimiento escolar, relaciones con sus compañeros o actividades sociales, es importante tomar medidas.

En estos casos debe ser un profesional quien determine lo que puede haber detrás de los comportamientos agresivos del niño y ofrecer pautas a los padres y educadores.

Cómo gestionar los comportamientos agresivos en la infancia

comportamientos agresivos

A continuación os compartimos una serie de pautas que pueden ayudar a los padres a gestionar los comportamientos agresivos en la infancia, aunque como decimos, en caso de detectar alguna de las señales anteriormente descritas es recomendable consultarlo con un experto.

Mantén la calma. Para gestionar el momento es necesario mantener la calma y actuar siempre con respeto, amor y paciencia, entendiendo que -como hemos mencionado- los comportamientos agresivos en la infancia son una fase temporal de su desarrollo.

Debemos desterrar las etiquetas, juicios, castigos, tiempo fuera y otras formas de actuar que no solo no son respetuosas, sino que no ayudan a solucionar el problema

Mensaje claro y directo: agredir está mal. Es necesario que el niño entienda que agredir a otros es un límite inquebrantable e intolerable, pues su conducta hace daño a otras personas. Enfatiza tu mensaje ayudándote de la expresión corporal y un tono de voz firme.

Además de hacer entender al niño que agredir causa dolor en la otra persona, debe comprender que no va a lograr lo que quiere mediante este tipo de comportamientos.

Acompañamiento emocional. En la mayoría de las ocasiones, el niño que agrede es un niño que está sufriendo, bien sea por una falta de conexión con su entorno, por no saber expresar de otro modo lo que está sintiendo o por sentirse dominado por sus emociones. Dejar solo al niño en esos momentos  no es apropiado ni le ayuda en su correcta gestión emocional.

Por eso es fundamental no dar la espalda al niño y hacerle ver que sentir ira, venganza, miedo, nerviosismo, inseguridad, celos... está permitido, pero no así la forma de canalizarlos cuando se atenta contra los demás.

Muestra preocupación por el niño agredido, para que tu hijo entienda que lo que ha hecho ha causado dolor a otra persona. Preocúpate por cómo se siente y anima a tu peque a pedirle perdón. Recuerda la importancia de tu ejemplo para fomentar en tu hijo la empatía, respeto y preocupación hacia los demás.

Habla con tu hijo de las consecuencias de sus actos. Una vez que el niño esté tranquilo, habla con él sobre lo ocurrido (lógicamente, adecuando tu discurso a su edad y entendimiento). Pregúntale qué le ha llevado a actuar así y ayúdale a averiguar de qué otras formas podría haber solucionado el problema sin recurrir a la agresión.

Enseña al niño técnicas de autocontrol. Controlar las emociones y los impulsos nos permite tener una vida más armoniosa y una mejor gestión emocional. Es importante enseñar a los niños desde pequeños a actuar con autocontrol, aunque sin perder de vista su madurez emocional. Podemos apoyarnos en juegos, manualidades o cuentos infantiles que fomenten el autocontrol y la gestión emocional.

Poco a poco, con tiempo, amor, paciencia y nuestro ejemplo respetuoso, el niño irá comprendiendo la repercusión de sus actos y canalizando sus emociones mediante otras vías que no impliquen dañar a otras personas.

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