La vuelta al trabajo tras la baja de maternidad: guía de supervivencia emocional

La vuelta al trabajo tras la baja de maternidad: guía de supervivencia emocional
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Ha llegado el día en que tu peque y tú os separáis. O quizá sea la semana que viene, o en un mes, pero en tu cabeza y en tu corazoncito la idea ya empieza a hacerte daño. Para muchas mujeres la incorporación tras la baja de maternidad es un proceso duro y complicado en el que un montón de emociones, algunas veces contradictorias, campan a sus anchas. No es fácil, pero no estás sola.

La vuelta al trabajo tras la baja de maternidad no es solo un reto a nivel logístico, uno enorme además, sino que también puede, para muchas mujeres, ser un momento emocionalmente muy complicado.

No tenemos recetas mágicas para pasar por ello de manera aséptica, y mucho menos si no estás de acuerdo con la duración de la baja (y todo lo que a políticas de conciliación se refiere) o si tienes sentimientos encontrados con respecto a ello. Pero si no te queda más remedio que pasar por ello, porque la vida es la que es, aquí van algunos consejos para sobrellevarlo sin sucumbir al malestar.

Emociones negativas ante la vuelta al trabajo tras la baja maternal

La combinación de cansancio, incertidumbre, hormonas, cambio de rol y nervios, en tu cabeza es posible que se celebre una fiesta emocional, una nada divertida, todo sea dicho. En el escenario, como cabeza de cartel de este festival, la ansiedad y la culpa.

Ansiedad

Son varios los motivos que pueden aumentar nuestros niveles de ansiedad en esta circunstancia:

  • La idea de separarte de tu hijo, tan pequeño, de dejarle en unas manos que no son las tuyas o las de tu pareja, puede resultar insoportable. Si además es algo que no quieres hacer pero que haces porque no te queda más remedio, lo vivirás aún peor, claro. La falta de justificación, el no encontrarle sentido a los motivos que te llevan a ello, lo hacen aún más difícil, evidentemente.
  • La vuelta al trabajo, a tu puesto, tras unos meses de desconexión: ¿seré productiva? ¿Podré lidiar con mi puesto tras haber estado fuera? ¿Habrá cambiado algo en la oficina? ¿Me habrán reemplazado? ¿Me harán luz de gas? Pueden parecer exageradas algunas, pero esto pasa, hoy, en el mundo laboral, así que no es tan descabellado que genere miedo y ansiedad.
  • ¿Cómo voy a manejar mi vida laboral y mi vida personal al mismo tiempo? Conciliar, qué palabra. Aquí entra en juego el mito de la superwoman, esa imagen de la mujer que puede con todo (y a poder ser con una sonrisa y un peinado ideal). Pensamos que debemos poder con todo porque es el modelo de maternidad que se nos vendió, pero el choque entre esa imagen y la realidad puede hacernos mucho daño.

Culpa

  • El sentimiento de culpa por dejar a tu bebé será de las emociones más potentes que podemos sentir, y más habituales. Desde sentir que no estás siendo una buena madre hasta culparte por “transigir” con un modelo de maternidad y crianza con el que no estás de acuerdo... la culpa va a buscar todos los recovecos posibles para hacer acto de presencia.
  • Por desear, en cierta forma o en parte, volver al trabajo. Muchas mujeres experimentan lo que los psicólogos llamamos "disonancias cognitivas": el choque que se produce entre dos ideas con las que estamos de acuerdo, pero que son contradictorias entre sí: quiero estar con mi hijo, no quiero dejarle, pero... estoy deseando volver a mi trabajo o salir de casa. Y claro, nos sentimos culpables.
mujer en oficina con dos mujeres más

Expectativas y proyecciones

Seguramente ya desde tu embarazo hayas pensado en este momento y hayas hecho gestiones relacionadas con la duración de la baja, organización en el trabajo, etc. Hay a quien la situación le parece de una manera “antes de” y luego tiene una opinión completamente diferente tras la llegada del bebé.

Debemos aceptar que, como humanas que somos, tenemos todo el derecho del mundo a cambiar de opinión, y más en una circunstancia como esta, tan brutal, tan nueva para nosotras, como es la maternidad. De hecho la maternidad está plagada de “Donde dije digo, digo Diego”, y no pasa nada.

Si ya sabes que tal día vas a tenerte que incorporar y no quieres, y no paras de darle vueltas, y te lo imaginas terrible y doloroso, y todo mal, lo estás pasando mal dos veces: la de la anticipación y cuando llegue el momento.

Pero es que además cuando emocionalmente no estamos bien, cuando algo no nos gusta, las proyecciones que hacemos están sesgadas, están filtradas, porque parten del miedo o del dolor, por lo que no son para nada objetivas.

Es complicado que te crees una idea precisa sobre cómo irá, porque nunca has estado en ese contexto, nunca lo has experimentado antes, pero controlar las expectativas excesivamente negativas te ayudará a que a ansiedad anticipatoria no te coloque en una posición de vulnerabilidad emocional.

Organización... con tiempo

Tómate tu tiempo para elegir, en la medida de lo posible, qué vas a hacer con el peque cuando te incorpores. Si no quieres hacerlo, si detestas tener que dejarle, y para más inri el sitio o la persona con la que se queda no te da confianza total, lo vas a pasar aún peor.

Esto que parece un poco de perogrullo no siempre podemos hacerlo porque “nos ha pillado el toro”, porque las circunstancias cambian y quien iba a encargarse ya no está... Por mil cosas que pasan. Por eso tener plan A y plan B puede ser una buena idea que te dará calma.

Cuanto más cerrado tengas todo, cuanto más claro tengas dónde y con quién estará tu peque, menos ansiedad tendrás. Los limbos, las incertidumbres son letales para nuestro estado de ánimo porque generan muchísima inseguridad, y más cuando hablamos de esa vida chiquita que es tu peque.

mujer ante ordenador bebiendo café

Los primeros días

Los primeros días, semanas quizá, tras tu incorporación pueden resultarte bastante estresantes e incluso puede que en algún momento llegues a sentirte superada. Tranquila, no eres la única a la que le sucede esto.

Siempre que comento este tipo de cosas con mamás y digo eso de “no te pasa solo a ti” no es para nada con la intención de minimizar o restarle importancia, al contrario. El objetivo es que la persona entienda que lo que siente no es algo raro que solo le pasa a ella, o peor, que se siente así “porque no es capaz de lidiar con lo que debería ser capaz de lidiar”, sino que le pasa a más mujeres y que tiene un componente social, político... no solo personal, no solo de cómo afronto las cosas, es decir, que es complejo.

Hablar de nuestras emociones y vivencias en torno a la maternidad es de los ejercicios más sanos que podemos hacer, ya que sirve para sentirnos arropadas, comprendidas... y para normalizar lo que hasta ahora se escondía, lo que hasta ahora se negaba: que esto de ser madre en el siglo XXI (y padre, añado) es complicado.

Poco a poco

Date tiempo, daros tiempo, para adaptaros a la nueva situación. Si no has podido estar con tu peque todo el tiempo que querías vas a necesitar de ese tiempo de adaptación para recuperarte de todas esas emociones negativas -e incluso de ese enfado- que te inundan.

Suena a “aguántate y pasará”, pero lo cierto es que el hecho de ir enfrentándonos a las situaciones que tememos hace que vayamos adaptándonos a ellas. El conocimiento de las mismas, el ver cómo las experimentamos y vivimos, nos da una información que antes de estar inmersos en ellas no podemos conocer.

Es decir, a medida que vaya pasando el tiempo os iréis adaptando, y esas emociones negativas que tanto escuecen irán dando paso a esas otras tan positivas que tiene la maternidad, y la tormenta será menos tormenta.

Insisto, no es este un panfleto en pos del conformismo o la aceptación del modelo actual de bajas y conciliación, porque nada más lejos de la realidad. Con esto solo pretendemos ayudar a aquellas mujeres que, estén de acuerdo con ello o no, se incorporan al trabajo tras haber tenido un bebé y no les está resultando sencillo a nivel emocional.

madre besando a su bebé

Date tiempo, cuídate

Precisamente ese sentimiento de culpa del que hablaba antes, ese no llego a todo, ese estar superada entre la vida laboral y la familiar, hace que vayamos relegando nuestro autocuidado, que dejemos de ser una prioridad para nosotras mismas ante todo “eso otro” que tenemos en la agenda.

Si creo que no estoy atendiendo lo suficiente a mi hijo, si no paso el tiempo que me gustaría o que considero adecuado con él, cualquier planteamiento que me lleve a restarle aún más horas probablemente sea desechado a la primera.

Pero cuidarnos es tan importante... ¡tanto! Precisamente por la vorágine que supone volver al trabajo, por el circo de tres pistas que es conciliar en este país, y porque, mira, es que somos importantes, tenemos que cuidarnos y estar bien. Y eso pasa por dedicarnos tiempo.

Si piensas en términos de “día”, de 24 horas, probablemente las cuentas no te salgan, pero... ¿y si lo hacemos en plan semanal? La semana tiene 168 horas, ¿tan terrible o imposible es sacar dos o tres para hacer deporte, tu hobby, quedar con amigos o simplemente sentarte, sola, con la mirada perdida y el cerebro en stand by -porque lo tenemos frito con tanta cosa-? No, ¿verdad?

El autocuidado nos protege del estrés, de la ansiedad, de la depresión, nos pone la autoestima lustrosa y cuando somos madres, además, nos da la vida. No lo dejes.

Ser madre y conciliar, lidiar con los propios demonios y con los que vienen de fuera, en formato de comentarios, opiniones y modelos estereotipados, no es fácil, por eso conviene protegernos, mimarnos, a nosotras y a nuestros peques, aunque el contexto nos parezca una auténtica sinrazón. Ánimo con ello, mami.

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