Tener un resfriado por coger frío no existe. Son los virus y no los pies descalzos los que hacen enfermar

Tener un resfriado por coger frío no existe. Son los virus y no los pies descalzos los que hacen enfermar
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"Abrígate bien para no coger frío o te acatarrarás"; "No camines con los pies descalzos que te vas a resfriar"; "Hace tanto frío que me he constipado"; "Con la baja de temperaturas que hemos tenido, es lógico que me haya resfriado"... De entre los muchos mitos que existen relacionados con la salud, uno de los más extendidos es la creencia de que exponerse al frío directamente provoca resfriados.

Pero lo cierto es que no hay evidencia científica que relacione caminar descalzos, pasar frío o salir a la calle sin abrigo, con pillar un resfriado, por mucho que las abuelas, las madres o la cultura popular se empeñen en decirnos.

Son los virus y no los pies descalzos o el frío los que hacen enfermar

virus

Para entender por qué no existe ninguna relación entre coger frío o caminar descalzo con enfermar, es necesario comprender primero qué son los resfriados (también denominados "catarros" o "constipados").

El resfriado común es una enfermedad que afecta a la nariz y a la garganta, y que está provocada por unos gérmenes llamados virus. Se calcula que hay más de 200 virus responsables del resfriado, siendo el rinovirus el más común.

Estos virus se propagan principalmente a través de gotas de saliva o secreciones nasales infectadas, y no por la exposición directa al frío.

Es decir, cuando la persona enferma habla, tose o estornuda, expulsa gotitas de saliva que pueden entrar en contacto con otras personas de alrededor, o con superficies u objetos que otras personas tocarán después. Si la persona sana se toca los ojos, nariz o boca después de haber estado en contacto con el virus, es probable que también se contagie.

Por tanto, caminar descalzos, abrir las ventanas en invierno o enfriarse, no hará que nos resfriemos per se. Con independencia de la temperatura, únicamente nos resfriaremos si entramos en contacto con un virus responsable del resfriado común.

Y entonces, ¿por qué asociamos el frío con un aumento de los catarros?

A pesar de la abrumadora evidencia científica en contra, el mito de que coger frío causa resfriados persiste. ¿Qué es lo que nos lleva a asociar el frío con un aumento de los catarros?

1. Tradición cultural. La primera de las causas que explicarían esta correlación son las creencias arraigadas en la cultura popular, que van pasando de generación en generación resistiéndose al embate de la evidencia científica.

2. Los virus del resfriado predominan en invierno. Los virus del resfriado común tienden a predominar en invierno (hemisferio norte), y en invierno hace frío. Por eso es tan fácil relacionar "resfriado" con "frío".

Por otro lado, en otoño e invierno aumenta el grado de humedad absoluta producida por la condensación del vapor de agua debida al frío. Según los estudios, el elevado grado de humedad favorece la supervivencia de algunos virus, como el de la gripe.

3. El sistema inmune se ralentiza. Aunque es habitual decir que "en invierno bajan las defensas", lo cierto es que el nivel de defensas del cuerpo es el mismo, pero sí se produce una ralentización debido a las bajas temperaturas, lo que nos puede hacer más susceptibles a contagiarnos de algún virus.

4. Cambios en la mucosa nasal. La mucosa nasal juega un papel importante en la protección contra infecciones respiratorias, y ciertos cambios en su estado podrían influir en la susceptibilidad a los resfriados.

Un estudio publicado en la revista Immunology and Inflammation en 2015 determinó que las bajas temperaturas pueden provocar que las defensas locales de la mucosa nasal bajen, haciendo más permeable la entrada de un virus en caso de encontrárselo. Por otro lado, al respirar aire frío se produce vasoconstricción nasal (estrechamiento de los vasos sanguíneos de la nariz), así como menor movimiento de los cilios, que son los encargados de atrapar los gérmenes y partículas, favoreciendo la entrada de virus.

Los puntos 3 y 4 nos llevarían a pensar en la alternativa lógica de abrigarnos mucho, evitar la calle y recluirnos en las casas para no pasar frío. Incluso podría haber quien piense que es buena idea conservar una temperatura constante y cálida en casa durante todo el día, sin ventilar.

Pero aquí es donde entraría en juego el siguiente punto:

virus respiratorio

5. A los virus les encantan el hacinamiento. Debido al frío, la gente tiende a pasar más tiempo en interiores, donde la proximidad física y la compartición de aire facilitan la transmisión de virus. Por contra, en los meses más cálidos, solemos pasar más tiempo al aire libre, reduciendo así la propagación de virus.

Los virus aprovecharían el hacinamiento en lugares cerrados y la falta de ventilación para actuar, por lo que los espacios no ventilados son sus verdaderos caldos de cultivo.

Así, por ejemplo, si una persona constipada te habla por la calle es poco probable que te contagie el resfriado al estar en una atmósfera abierta. Sin embargo, si lo hace en una habitación cerrada las posibilidades de contagio se elevarán mucho.

6. Ambiente seco en interiores. La calefacción de las casas reseca el ambiente, y según los estudios la sequedad ambiental provoca que las partículas virales permanezcan suspendidas en el aire por más tiempo, aumentando las posibilidades de exposición. Por otro lado, cuando la mucosa se reseca debido a la calefacción, puede volverse menos efectiva en la captura y eliminación de gérmenes.

En definitiva, el frío (en los pies, en el cuerpo o en el ambiente) podría desencadenar el inicio de los síntomas catarrales si el virus ya estuviese presente en nuestro cuerpo, o bien aumentar las posibilidades de que lo cojamos. Pero por sí mismo, el frío o los pies descalzos no son responsables de la infección.

Aunque evitar acatarrarse en esta época del año es complicado, las medidas preventivas no pasarían por abrigarnos más, sino por un lavado correcto de manos, limpieza y desinfección de superficies, adecuada ventilación de espacios cerrados, y evitar el contacto con personas enfermas.

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