Qué significa que una persona necesite tener la casa siempre ordenada, según una experta en comportamiento
Ordenar la casa va mucho más allá de una simple preferencia estética. ¿A quién no le gusta entrar en un hogar y verlo todo en su sitio? Es algo que nos da paz...
Sin embargo, para algunas personas, mantener la casa impecable y organizada es casi una necesidad vital. Así, no es lo mismo ser ordenado (y que nos guste el orden), que pasarlo realmente mal si hay algo en el hogar que está fuera de sitio.
¿Qué hay detrás de esta obsesión por el orden? Desde una perspectiva psicológica, esta conducta nos puede dar pistas muy interesantes sobre cómo estas personas perciben y gestionan el mundo que les rodea. Cómo psicóloga experta en comportamiento humano, y a través de mi experiencia clínica, estas son las conclusiones a las que he llegado sobre este tipo de personalidad.
El orden como refugio emocional
Una casa perfectamente ordenada suele ser un reflejo del estado interno de quien la habita. En muchos casos, la necesidad de mantener todo bajo control surge de una búsqueda de estabilidad emocional.
Por ejemplo, personas que han vivido situaciones caóticas en su infancia -como una familia desestructurada o cambios repetidos de entorno- pueden desarrollar una relación simbólica con el orden: tener un espacio organizado les da la sensación de seguridad que les faltó en el pasado.
Imagínate a Alba, una mujer que creció en un hogar donde todo era impredecible. Los gritos, las discusiones y el desorden físico eran la norma. Ahora, como adulta, su casa es un santuario de tranquilidad, donde cada cojín tiene su lugar exacto y el armario sigue un código cromático (de colores). Para Alba, el orden no es una manía, es una forma de calmar su ansiedad y sentir que, al menos en su hogar, ella tiene el control.
Ordenar: una forma de tener el 'control'
Otra explicación frecuente es que las personas extremadamente organizadas suelen ser perfeccionistas. El perfeccionismo no solo afecta a cómo se desempeñan en el trabajo o en sus relaciones, sino también a cómo organizan su entorno. Para ellas, un espacio desordenado equivale a un fallo personal.
Tomemos el ejemplo de Luis, un arquitecto con estándares altísimos en todos los aspectos de su vida. Cada noche dedica una hora a revisar que su casa esté impecable: la cocina sin un plato sucio, los libros alineados por tamaño, los cables perfectamente enrollados...
Aunque para los demás esto pueda parecer excesivo, para Luis es una forma de demostrar que "tiene todo bajo control", aunque la realidad no sea esa (ya que no podemos controlar lo que sucede a nuestro alrededor), y además porque un exceso de control puede convertirse en descontrol. Pero él se siente seguro así.
Esto es lo que dice el orden de nuestra identidad
Nuestro hogar es un reflejo de quiénes somos, y para algunas personas, su orden no solo es un hábito, sino una declaración de identidad. Es común que personas con una fuerte necesidad de validación externa encuentren en la pulcritud de su hogar una manera de transmitir a los demás un mensaje claro: "Soy competente, responsable y tengo mi vida en orden".
Por ejemplo, Marta adora recibir visitas en casa (aunque también le agobia por sentir que 'nunca está todo suficientemente ordenado'). Pero cuando las recibe, siempre procura que todo esté perfecto, desde las cortinas recién lavadas hasta el aroma a flores frescas en el salón.
En este caso, para ella, no se trata solo de generar aceptación en los demás, sino de confirmar su propia narrativa: "Mi vida está bajo control". Sin embargo, esta conducta también puede generar tensión, porque detrás de ese deseo de perfección muchas veces se esconde un miedo a la crítica o al rechazo (además de mucha rigidez mental).
Canalizar las emociones a través de organizar el entorno
El orden también puede convertirse en una forma de evitar enfrentarse a emociones difíciles. Hay personas que, en lugar de lidiar con el estrés, la tristeza o la incertidumbre, canalizan esas emociones reorganizando su entorno. Esto puede ofrecerles una sensación de logro inmediato, pero no siempre es una solución a largo plazo.
Pensemos en Andrea, que tras una ruptura amorosa dedica días enteros a reorganizar sus armarios, limpiar cada rincón de la casa y redecorar espacios. Para ella, el acto de ordenar, además de distraerle, es una forma de reconstruir su vida desde cero, empezando por su entorno físico.
Cuando el orden deja de ser funcional
Aunque el orden tiene muchos beneficios, como reducir el estrés y aumentar la productividad, puede convertirse en un problema si se lleva al extremo.
Cuando la necesidad de control sobre el espacio genera ansiedad o malestar, conflictos con los demás o limita la capacidad de disfrutar de la vida, puede ser señal de un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) de limpieza, de un trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad, o de otra dificultad emocional.
En estos casos, es importante buscar ayuda profesional. La terapia puede ayudar a identificar las raíces de esta necesidad de orden extremo y ofrecer herramientas para gestionarla de una manera más sana.
Lo que hay detrás de la necesidad de orden
En definitiva, el orden puede ser una expresión de muchas cosas: control, identidad, calma o incluso un intento de llenar vacíos emocionales. Y, si bien no hay nada de malo en disfrutar de un espacio limpio y organizado, es importante preguntarse:
"¿Para qué lo hago realmente?", o "¿Qué pasaría si fuera menos rígido en el orden...? ¿Sería capaz de gestionarlo?" A veces, las respuestas pueden ser más reveladoras que cualquier rincón perfectamente ordenado de la casa.
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