Imagina que tu hijo, al llegar al colegio, recibe una calificación sobresaliente. En casa, estás orgullosa. Pero al día siguiente, al contarlo en el patio, escucha susurros, risas contenidas, “¿siempre tan perfecto?” y una mirada que dice: “¿y eso para qué sirve?”.
Esa tensión, ese conflicto entre sobresalir y no querer destacar demasiado… es lo que se denomina el “síndrome de la amapola alta”. No es un diagnóstico oficial, pero muchas familias y expertos coinciden: destacar puede traer más desafíos de los que parece, sobre todo para niños con altas capacidades.
Este artículo busca visibilizar lo que significa vivir siendo esa amapola alta, qué dicen los estudios y cómo acompañar a quien lo sufre.
El “síndrome de la amapola alta”: ¿qué es?
El término “amapola alta” alude a la amapola que sobresale del campo: la que más se ve, la primera en recibir el viento, la que más llama la atención... En niños con altas capacidades sociales, emocionales o académicas, ese sobresalir puede generar:
- celos o envidia entre compañeros
- burlas, aislamientos sutiles o sentirse “demasiado” en distintos contextos
- presión interna por siempre rendir, no defraudar, mantener la “etiqueta”
- tensiones en la familia o escuela al equilibrar expectativas propias y ajenas
Aunque no sea un síndrome clínico reconocido, sus efectos emocionales pueden ser reales: culpa, ansiedad, miedo al rechazo, autoexigencia extrema.
Evidencia científica: lo que dicen los estudios
Un estudio de Ronksley-Pavia, Grootenboer y Pendergast (2019) publicado en Journal for the Education of the Gifted recogió las experiencias de ocho niños con doble excepcionalidad.
Estos niños contaron cómo se sienten estigmatizados, tanto por no encajar como “normales” como por destacar. Algunos temas que emergieron:
- percepción de “diferencia” que va más allá de lo académico
- necesidad de minimizar ciertos talentos o comportamientos para encajar
- sentimientos de soledad, frustración, incomprensión en entornos escolares
- importancia clave del entorno: maestros, compañeros, familia que valoren sin juzgar
Otro estudio más reciente de Helsper (2025), también revela que estudiantes superdotados en escuelas de alto rendimiento tienen más probabilidades de experimentar estrés y ansiedad y que muchas veces su bienestar emocional depende de apoyos específicos.
Estos trabajos apuntan a que el “castigo” por destacar no tiene que ver solo con malicia consciente, sino también con dinámicas sociales, comparaciones, expectativas y la cultura del esfuerzo, la normalización y la conformidad.
- Un ejemplo:
María tiene 10 años, es muy buena en matemáticas. En un examen obtiene la máxima nota y lo celebra con sus padres. Al día siguiente, su maestra comenta en clase que “María siempre lo hace fácil”, y algunos chicos se muestran molestos: creen que María “presume”.
Ella, que sólo quiere compartir alegría, se siente mal, duda en levantar la mano la próxima vez, o incluso baja el ritmo para no sentirse excluida. Esa mezcla de orgullo y ganas de esconderse es parte de lo que vive una amapola alta.
¿Por qué ocurre?
- Comparación social: los niños se miran entre sí, y destacar puede hacer que otros se sientan mal.
- Normas culturales y del grupo: en algunas familias o escuelas se valora la humildad, la igualdad, “no querer estar por encima”.
- Presión autoimpuesta: los que destacan suelen exigirse más, temen fallar, al rechazo o decepción.
- Falta de apoyo especializado: cuando no existe comprensión de lo que implica tener altas capacidades, se espera que “lo haga bien siempre” sin ayuda emocional ni adaptaciones sociales.
Cómo acompañar a una “amapola alta”
Algunas ideas útiles:
- Crear espacios para que el niño hable libremente de lo que siente, sin juzgar logros ni minimizarlos.
- Fomentar amistades con diversidad de capacidades, donde destaque sea una cualidad valorada, no motivo de rivalidad.
- Acompañamiento emocional: celebrar éxitos pero también permitir errores sin consecuencias dramáticas.
- Educación en empatía en el aula: que compañeros entiendan qué significa destacar, la responsabilidad o la vulnerabilidad que conlleva.
- Ajustes escolares: a veces reducir la visibilidad, evitar ser el blanco de preguntas frecuentes, permitir roles más variados al niño (no siempre “la iluminada o iluminado de la clase”).
Ser amapola alta con altas capacidades: entre la brillantez y la vulnerabilidad
Ser la amapola alta significa vivir en tensión: brillantez y vulnerabilidad, atención y deseo de pasar desapercibido, orgullo y temor al juicio. Pero destacar también puede ser una fuerza transformadora si los de alrededor lo valoran con empatía, si la escuela entiende que lo extraordinario no debe ser castigado, si la familia acompaña con amor más que con expectativas.
En vez de “¿por qué te esfuerzas tanto?”, podríamos preguntarle: “¿cómo te sientes siendo tan especial?”. Así, quizás dejemos de penalizar lo que podría florecer maravillosamente.
Foto | Portada (Freepik)
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