“Los errores son cruciales para su confianza”: el neuropsicólogo Álvaro Bilbao explica cómo se desarrolla la confianza en el cerebro del niño

Como explica el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, la confianza no nace del éxito, sino de los errores que el niño aprende a superar por sí mismo.

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Laura Ruiz Mitjana

Imagina a un niño montando un puzzle. Mira las piezas, gira una, prueba... se equivoca. Está a punto de encajarla cuando tú, con la mejor intención del mundo, le dices: “Esa va ahí” y la colocas por él. 

Él sonríe, el puzzle avanza, pero algo invisible se pierde: la oportunidad de descubrir que podía hacerlo solo. Porque la confianza —la auténtica— no se enseña con palabras, se construye en silencio, entre prueba y error. Así lo explica el neuropsicólogo Álvaro Bilbao.

Autoestima y seguridad en la infancia: aciertos y errores

El neuropsicólogo Álvaro Bilbao lo explica en un reel de su instagram.  “Cada vez que un niño se enfrenta a un problema va a tener errores y aciertos. Y, de hecho, cuanto más pequeños son, más errores cometen. 

Los aciertos les van a dar mucha seguridad, pero los errores son cruciales para su confianza, porque cada uno de estos errores va a ayudar al niño a confiar en que puede resolver problemas y dificultades por sí mismo, y además le va a enseñar que equivocarse no es un drama, sino parte natural del camino."

Cada error ayuda al niño a confiar en que puede resolver problemas y dificultades por sí mismo, y que equivocarse no es un drama, sino parte natural del camino.

Tal y cómo lo explica el experto: “cuando tú le das a un niño las respuestas o solucionas sus problemas le estás robando todos estos errores que le ayudarán a construir la seguridad en sí mismo. 

Ayudándole cuando no lo necesita, solo consigues que su autoestima sea más frágil e inestable. En el fondo, esto es una forma de sobreprotección; muchos padres, sin darse cuenta, construyen su propia autoestima a base de robar la confianza de sus hijos.”

El cerebro del niño aprende entre el error y el acierto

Desde el punto de vista neuropsicológico, cada error activa una red neuronal de aprendizaje. El cerebro infantil detecta el fallo, compara, reajusta y prueba de nuevo. Así se fortalece la corteza prefrontal, el área encargada de la autorregulación, la toma de decisiones y la autoconfianza.

Si el adulto interviene constantemente, ese ciclo se interrumpe: el niño no termina de aprender que él puede. Su cerebro se acostumbra a que otro piense por él.

La confianza nace del intento, no (solo) del éxito

Cuando el niño encaja una pieza por sí mismo, su cerebro segrega dopamina, el neurotransmisor del placer y la motivación. Ese pequeño logro —aunque tarde— refuerza la idea de que es capaz, mucho más que cualquier halago. Porque la confianza no crece en la perfección, sino en la experiencia de fallar, probar, insistir y lograrlo sin que nadie lo haga por él.

Así, la clave está en dejarles equivocarse… para que aprendan a confiar. Recuerda que acompañar no es resolver, es sostener. Es mirar sus dudas sin corregirlas de inmediato. Es dejar que vivan el desconcierto del “no me sale” y la magia del “¡ya está!”. Porque, como recuerda Bilbao, los errores no restan confianza: la construyen.

Foto | Portada (Álvaro Bilbao + Freepik)



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