
Imagina a tu hijo de tres años observando cómo escondes una galleta en un cajón. Más tarde, entra su padre y pregunta: “¿Dónde está la galleta?”. ¿Crees que tu pequeño pensará que su padre sabe dónde está escondida?
Probablemente sí. En su mente, lo que él sabe, todos lo saben. Este fenómeno no es magia ni despiste: es una etapa del desarrollo cognitivo conocida como teoría de la mente.
Pero ¿cuándo surge esta capacidad? ¿Qué implica exactamente? ¿Y cómo transforma la forma en que los niños entienden el mundo y a los demás?
Entender que tú no eres yo: el gran salto
La teoría de la mente es la habilidad para comprender que otras personas tienen pensamientos, emociones, deseos, intenciones y conocimientos distintos a los propios. Es decir, reconocer que lo que ocurre en tu mente no es necesariamente lo mismo que ocurre en la mía.
Aunque pueda parecer obvio, para un niño de dos o tres años no lo es en absoluto. Los estudios indican que esta habilidad comienza a consolidarse entre los 3 y 5 años.
Uno de los experimentos más utilizados para evaluarla es el test de la falsa creencia, como el caso clásico de “Sally y Anne”. En este juego, un niño debe predecir lo que otro personaje pensará, incluso si esa creencia es errónea. Si el niño puede anticipar ese error ajeno, es que ha desarrollado una forma básica de teoría de la mente.
Un estudio reciente publicado en Child Development Perspectives (2023) por Ruffman y colegas destaca cómo los niños pequeños utilizan la exposición a regularidades en el comportamiento para desarrollar la comprensión de estados mentales.
Más allá del “yo”: lo que cambia en la relación con los demás
Cuando un niño comienza a desarrollar esta capacidad, su mundo se transforma. Ya no se trata solo de lo que él ve, siente o desea: ahora puede imaginar lo que tú ves, lo que tú sientes… y actuar en consecuencia.
Esto se traduce en avances clave como:
- Empatía: entender que mamá está triste aunque no lo diga.
- Mentiras “inocentes”: como decir que no rompió el jarrón… sabiendo que tú no estabas allí para verlo.
- Juego simbólico más complejo: como simular que su peluche está enfermo y él es el médico.
Como dato curioso, un estudio longitudinal publicado en PubMed (2023) encontró asociaciones bidireccionales significativas entre el desarrollo de la teoría de la mente y el rendimiento académico en niños sordos y con dificultades auditivas, destacando la importancia de esta habilidad en el funcionamiento escolar.
¿Y si mi hijo aún no la ha desarrollado?
Cada niño tiene su propio ritmo. Algunos comienzan a mostrar señales antes de los 4 años, mientras que otros necesitan un poco más de tiempo. Esto no implica necesariamente un problema. Sin embargo, es importante observar cómo se comunican, cómo juegan y cómo reaccionan cuando los demás se sienten mal, se enfadan o se equivocan.
En niños con trastornos del neurodesarrollo, como el trastorno del espectro autista (TEA), la teoría de la mente puede desarrollarse de forma diferente, no desarrollarse nunca o requerir un acompañamiento específico. No significa que no tengan empatía, sino que pueden necesitar apoyos más explícitos para comprender los estados mentales de los demás.
Es relevante mencionar que el término “ceguera mental” (cuando una persona es incapaz de atribuir algún estado mental a sí misma y a otras personas) ha sido cuestionado por investigadores y defensores de la neurodiversidad.
Un artículo de Parents (2023) discute cómo este término puede ser perjudicial y aboga por una comprensión más matizada de las habilidades sociales en personas autistas.
Ejemplo: el globo que se escapó
Una madre me contó que a su hija de 5 años se le escapó un globo en el parque. Al verla llorar, otro niño de unos 4 años se acercó y dijo: “No pasa nada, yo también perdí uno. ¿Quieres que te dé una piruleta?”.
Este pequeño gesto no es solo ternura. Es una muestra preciosa de teoría de la mente: el niño no solo entendió que ella estaba triste, sino que recordó cómo se sintió él en una situación similar y anticipó qué podía consolarla.
La mente como un espejo compartido
Comprender la mente del otro es una capacidad que se construye con tiempo, presencia, juego y conversación. Florece cuando hay un adulto que mira a los ojos del niño y le dice: “¿Qué crees tú que está pensando papá?” o “¿Cómo crees que se siente tu amiga cuando haces eso?”.
Porque cuando un niño empieza a comprender los pensamientos de los demás, no solo se vuelve más hábil socialmente. Se vuelve más humano. Y en un mundo que necesita empatía más que nunca, esta capacidad invisible puede marcar toda la diferencia.
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