
Hay tardes en las que sentar a tu hijo cinco minutos para que haga los deberes parece un reto olímpico. La mente se le va, las piernas le tiemblan por moverse, y tú te preguntas si algo va mal o si simplemente… es cosa de la infancia.
Spoiler: en muchos casos, lo que falta no es disciplina, sino entrenamiento atencional. Y la buena noticia es que entrenar la concentración puede ser tan divertido como jugar. Literalmente.
¿Qué entendemos por concentración infantil?
Concentrarse no es solo estar quieto mirando un papel. Es una danza interna de funciones ejecutivas: inhibir distracciones, mantener el foco, planificar, y sostener el esfuerzo. Y esto, para un cerebro infantil en pleno desarrollo, puede ser agotador… o estimulante si se convierte en juego.
Lo importante no es “que se concentre ya”, sino ayudar a su cerebro a aprender cómo hacerlo. Igual que se fortalecen los músculos corriendo, la atención también necesita práctica. Pero ojo: no cualquier práctica. El juego es la vía más natural y eficaz.
Aquí van siete propuestas creativas, originales y fáciles que no requieren pantallas ni materiales sofisticados. Solo ganas de jugar, de observar… y de acompañar.
Los mejores juegos para mejorar la concentración en los niños
1) El espía del silencio
¿Cómo se juega? Escoge un rincón de casa o del parque. Durante dos minutos, jugáis a ser “espías silenciosos”. Solo se puede observar y escuchar. Luego, os hacéis preguntas:
–¿Cuántos sonidos distintos has oído? ¿Alguien pasó por detrás? ¿De qué color era la chaqueta del que cruzó la calle?
- Por qué funciona: Activa la atención sostenida y la memoria de trabajo. Además, mejora la conciencia del entorno y la capacidad de filtrar estímulos.
2) Palabras encadenadas… ¡por categorías!
Versión evolucionada del clásico. En vez de palabras al azar, se elige una categoría (animales, comidas, emociones…) y cada jugador debe decir una palabra que empiece con la última sílaba o letra de la anterior.
- Ejemplo: “Mariposa – salmón – nido – dorada…”
- Con emociones: “Alegría – ansiedad – descanso – soledad…”
Ideal para: Estimular lenguaje, flexibilidad cognitiva y conexión emocional. Además, favorece la atención sostenida y la categorización mental.
3) Dibujo con instrucciones “raras”
¿En qué consiste? Pide al niño que dibuje una escena cotidiana (una casa, por ejemplo), pero con consignas inesperadas:
–Dibuja la puerta arriba del todo.
–Haz las nubes cuadradas.
–Pon el sol dentro del salón.
- Objetivo: Este juego estimula la concentración porque obliga a inhibir el dibujo automático. También activa la creatividad y la escucha atenta.
4) El camarero distraído
Recread una cafetería imaginaria. Tú pides: “Quiero un café sin leche, dos galletas redondas y un vaso de agua”. Pero hay una trampa: siempre cambias un elemento al repetirlo y el niño debe detectar el error.
Risas aseguradas, y un entrenamiento ideal para la memoria auditiva y la atención al detalle.
5) La coreografía imposible
Elegid entre los dos tres movimientos corporales (palmas, saltos, giros). Empieza con uno, luego añade otro, luego otro… como el clásico “Simón dice”, pero con secuencias de movimientos que se van complicando.
- Este juego trabaja: Memoria secuencial, coordinación y atención sostenida. Además, el cuerpo también se cansa, lo que mejora la autorregulación.
6) Búsqueda del tesoro con pistas falsas
Prepara una pequeña búsqueda del tesoro con pistas escondidas… y algunas pistas falsas. El niño deberá leerlas (o escucharlas) y decidir cuáles tienen sentido y cuáles no.
- Beneficio extra: Desarrolla pensamiento crítico y discriminación de información relevante. Algo más que útil en tiempos de infoxicación.
7) La radio rota
Uno hace de “locutor de radio” y habla sobre un tema (inventado o real), pero empieza a hablar más rápido, a mezclar palabras, o a repetir partes del discurso. El otro debe descifrar y repetir lo que ha entendido.
- Por qué funciona: Mejora la escucha activa, la concentración auditiva y la tolerancia a la frustración. También provoca muchas carcajadas.
Jugar no es perder el tiempo
A menudo confundimos el juego con un “extra” o una forma de entretenimiento vacía. Pero no lo es. El juego es una herramienta de desarrollo neurológico, un puente emocional y una oportunidad para conectar con nuestros hijos desde la complicidad.
Y lo mejor: cuando jugamos con ellos, también entrenamos nosotros nuestra paciencia, creatividad y atención plena. Porque a veces, lo que más mejora la concentración de un niño… es sentir que alguien le mira de verdad, sin móvil en la mano.
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