"Es muy movido, pero es muy listo. A veces parece que no escucha, pero luego lo recuerda todo. Se despista, interrumpe, pero te hace preguntas que dejan sin palabras".
¿Te suena? Si estás leyendo esto, es posible que tengas en casa a un niño o niña que te desconcierta, que a veces parece estar en las nubes, y otras veces parece que vive en otra dimensión, mucho más arriba. ¿TDAH? ¿Altas capacidades? ¿Ambas cosas?
Muchos padres y madres están en esta situación, entre el desconcierto y la intuición, sin saber si su hijo necesita un diagnóstico, un cambio de cole o simplemente más comprensión. En este artículo, como psicóloga especializada en infancia y adolescencia y a través de lo que veo en consulta, te acerco a cinco claves para ayudarte a mirar con más nitidez. No para etiquetar, sino para entender.
TDAH y altas capacidades: la doble excepcionalidad
Antes de nada, es importante tener en cuenta que es habitual que el TDAH y las altas capacidades aparezcan juntos (la llamada doble excepcionalidad). Según los estudios, actualmente no se cuenta con datos de su prevalencia en contextos de habla hispana, pero sí en el contexto norteamericano.
Así, autores como Ziemann (2009) señalan que se estima que hasta un 20% del alumnado con altas capacidades podría presentar doble excepcionalidad.
Esto ocurre porque ambos perfiles pueden compartir ciertas características —como la impulsividad, la intensidad emocional o la necesidad constante de estimulación—, pero por motivos diferentes: en el TDAH por una dificultad en la autorregulación neurológica, y en las altas capacidades por una sobreexcitación intelectual y emocional.
La doble excepcionalidad puede hacer que uno de los perfiles oculte al otro, dificultando el diagnóstico y la intervención adecuada. Aquí veremos cinco señales de que podría tratarse de TDAH y no de altas capacidades.
Cinco señales para diferenciar TDAH y altas capacidades
1) La velocidad no siempre es lo que parece
Tu hijo acaba los deberes en cinco minutos… y con cinco errores. O no empieza jamás. ¿Falta de atención o mente acelerada?
Los niños con TDAH suelen tener dificultades para sostener la atención en tareas que no les motivan, mientras que los niños con altas capacidades pueden aburrirse profundamente si la tarea es repetitiva o poco desafiante.
La diferencia es sutil, pero clave: el niño con TDAH no logra centrarse ni en lo que le gusta por mucho tiempo. El de altas capacidades, si le interesa, puede estar tres horas construyendo una ciudad con LEGO sin que nadie le moleste.
Un consejo: mira si su atención fluctúa siempre o solo cuando no está motivado.
2) Inquietud corporal vs. inquietud mental
Hay niños que no paran quietos físicamente… y otros que, aunque estén sentados, parecen tener un torbellino dentro. El TDAH suele manifestarse con una necesidad constante de movimiento, dificultad para regular impulsos y un patrón muy claro de interferencia en la vida diaria.
En cambio, muchos niños con altas capacidades no paran porque su cerebro va más rápido que el entorno, no porque tengan una alteración neurológica. Pueden parecer hiperactivos, pero lo que realmente necesitan es una estimulación intelectual que les "sacie".
Pregúntate si su movimiento nace del descontrol o del aburrimiento.
3) El problema no siempre está en el colegio
Un error habitual: si va mal en el cole, pensamos que tiene un trastorno; si va bien, que es superdotado. Pero la realidad no es tan lineal.
Hay niños con TDAH que sacan buenas notas… porque tienen una memoria prodigiosa o porque se esfuerzan el triple. Y hay niños con altas capacidades que suspenden… porque se aburren o no encuentran sentido a lo que aprenden.
Observa el "cómo", no solo el "cuánto". ¿Qué le frustra? ¿Qué le apasiona? ¿Cuándo se siente vivo?
4) La sensibilidad emocional como pista
Tanto el TDAH como las altas capacidades pueden ir acompañados de emociones intensas. Pero el matiz está en cómo se viven.
Un niño con TDAH puede tener estallidos por frustración al no poder autorregularse. En cambio, un niño con altas capacidades puede llorar desconsoladamente al ver una injusticia en una película. Su mundo emocional es complejo, profundo y a veces inabarcable para su edad.
Fíjate en lo que le emociona, en lo que le duele, en cómo expresa lo que siente. Ahí también hay respuestas.
5) El tipo de errores que comete
En el TDAH, los errores suelen ser por descuido: se saltan letras, palabras o instrucciones porque les cuesta mantener la atención o revisar lo que han hecho.
En las altas capacidades, los errores pueden venir de la impaciencia o el deseo de ir más rápido que el ritmo marcado: por ejemplo, resuelven problemas mentalmente y no explican el proceso, o se frustran si tienen que repetir algo que ya saben.
Fíjate si sus fallos vienen de la falta de atención sostenida o del aburrimiento y la prisa por terminar.
No diagnostiques tú. Escucha, observa y acompaña
Este artículo no pretende darte una etiqueta, sino abrirte ventanas. La frontera entre TDAH y altas capacidades no siempre está clara. De hecho, pueden coexistir, como hemos dicho, y eso complica aún más el mapa.
Lo más importante: si tienes dudas, acude a un profesional de la psicología o la neuropsicología infantil especializado en ambos perfiles. Solo así podrás tener una valoración completa y rigurosa.
Más allá de un diagnóstico
Recuerda que tu hijo no es un diagnóstico. Es un universo. Puede que a veces te saque de quicio. Puede que te maraville. Puede que no encaje en los moldes. Pero ahí estás tú, intentando entender, acompañar, intuir. Eso ya es mucho.
Y recuerda: no estás fallando por no tener todas las respuestas. Estás haciendo algo muy valiente: preguntarte quién es tu hijo más allá de lo que parece.
Y en esa búsqueda, ya le estás dando lo que más necesita: que alguien lo vea, lo escuche y no lo reduzca a un "niño movido" o a un "niño listo". Porque tal vez sea ambas cosas. O ninguna. O algo aún más complejo y bello que no cabe en ninguna etiqueta.
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