Mi hijo ha empezado la universidad y no hace amigos: cómo ayudarle

Cuando tu hijo empieza la universidad y le cuesta hacer amigos, puede sentirse solo y tú no saber cómo ayudarle: así puedes empezar

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Laura Ruiz Mitjana

Cuando tu hijo da ese gran paso hacia la vida universitaria, puedes sentir ilusión de su nueva etapa y a la vez, preocupación por su adaptación social. Como psicóloga que trabaja con familias y jóvenes, acompaño a muchos padres que sienten exactamente lo que tú sientes ahora: “¿Cómo puedo ayudarle a que conecte y se sienta parte?”.

En este artículo, analizaremos por qué a veces cuesta hacer amigos cuando se empieza la universidad y qué puedes hacer tú, desde casa, para acercarte a tu hijo y comprenderlo (sin infantilizarlo, respetando su espacio pero acercándote a él: recuerda que es ya adulto).

¿Por qué cuesta hacer amigos al empezar la universidad?

El cambio de entorno, de compañeros del instituto a un grupo amplio de desconocidos, puede generar una especie de “paréntesis social” que no siempre es fácil de gestionar: nuevas caras, mucha gente y nuevos estímulos, inseguridades y complejos que se activan, timidez...

Según un estudio reciente (Feng & Li, 2025), la integración social es clave para el bienestar psicológico de los estudiantes universitarios; en el estudio se encontró que la participación social —como actividades de grupo, tener apoyo de compañeros y sentirse parte— se relaciona directamente con mejor salud mental.

Otro trabajo señala que los rasgos de personalidad y la “congruencia persona‑entorno” juegan un papel importante en la integración social del estudiante con sus compañeros y con el profesorado (Vedel et al., 2024). 

Por ejemplo, un estudiante introvertido que siempre dependió de amistades cercanas puede tardar más en conectar en un entorno nuevo lleno de estímulos.

El resultado es un joven que puede “sobrevivir” académicamente pero no “vivir” la experiencia social de la universidad, y unos padres que se preguntan cómo ayudar sin presionar.

Cómo ayudarle sin presionar: cuatro estrategias que funcionan

1) Fomenta una pequeña “puerta de entrada” realista

Evita decir “Haz muchos amigos” y en su lugar proponle algo concreto: “¿Y si esta semana asistes a una charla de bienvenida, solo 20 minutos, y después me cuentas cómo lo viste?”. Esa mini meta reduce la presión. 

Puedes acompañarle preguntando por qué eligió esa universidad, qué tipo de personas parece haber allí, o qué actividad le llama la atención, sin forzar un “quieres amigos para ayer”.

2) Conecta su mundo universitario con tu mundo familiar

Durante las conversaciones familiares, puedes preguntar: “¿Quién te acompaña cuando vas a la biblioteca?” o “¿Hay un punto de café donde la gente charla entre clases?”. Con ello haces visible lo invisible: que estar en un “lugar de paso” también es social. Este acompañamiento simbólico ayuda a que tu hijo conecte sin sentirse juzgado.

3) Explora intereses comunes para generar vínculos

Los estudios (BMC Public Health, 2023) muestran que el apoyo social —tener con quien contar— incrementa el compromiso académico y el sentido de pertenencia. Si tu hijo tiene un interés particular, invítale a buscar un club o un “grupo de primer año” vinculado a ese interés. No se trata de “hacer amigos” por obligación; se trata de encontrar espacios de conexión natural.

4) Reconoce y valida su ritmo, sin juzgar

Puede tardar varias semanas en sentirse integrado, y está bien. Valida su emoción diciendo: “Entiendo que esto puede sentirse raro. Es lógico que aún no hayas hecho “tu grupito”. Vamos paso a paso”. 

Al validar su sensación de soledad o incomodidad, evitas que se cierre o se compare negativamente. Celebra los pequeños pasos, pero sin infantilizar: saludar a alguien en clase o quedarse un rato más en un espacio común.

Señales de alerta: fíjate en esto

Aunque una adaptación pausada puede ser normal, conviene vigilar si tu hijo presenta: aislamiento absoluto, bajada brusca en el estado de ánimo, pérdida de interés en cualquier actividad social o académica, o comentarios frecuentes como “no me apetece ver a nadie”

En esos casos, puede estar desarrollando ansiedad social o sentirse excluido de una forma que requiere atención. La clave es recordar que los vínculos sociales no son solo “pasar buenos ratos”, sino que facilitan la integración, el aprendizaje y la salud emocional durante esta etapa transformadora de su vida.

Tu papel como padre/madre mariposa

En este proceso de acompañamiento, tú eres una “mariposa” que margina suavemente al joven hacia un nuevo jardín social, sin forzarlo ni presionarlo. Le sostienes con atención, empatía y confianza en su capacidad de hacer camino.

No se trata de lograr que tenga un ejército de amistades, sino que encuentre al menos una conexión significativa, un espacio donde sentirse parte. Si lo logra, esos primeros vínculos serán la llave que le abrirá otras puertas sociales, y tú habrás desempeñado un papel íntimo y decisivo.

Foto | Portada (Freepik)

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