¿Una mala lactancia materna es peor que una buena lactancia artificial?

¿Una mala lactancia materna es peor que una buena lactancia artificial?
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Si hay algo que los padres de hoy en día hacemos, y mucho, es debatir sobre la crianza, la educación y la alimentación de nuestros hijos.

Son tantos los consejos diferentes y contradictorios y tantas las recomendaciones y decisiones de cada padre y madre que todos queremos poner nuestro grano de arena y todos queremos poder defender nuestras decisiones.

Es por eso que cuando alguien afirma una cuestión, por ejemplo, que dar el pecho ayuda a que madre e hijo tengan un mayor vínculo afectivo, alguien matiza dicha cuestión hablando de casos en los que sería mejor buscar una alternativa, en este caso, dar el biberón.

Con esto me refiero a la conocida argumentación: “Hay madres que dan el pecho a regañadientes, mirando la TV o haciendo otras cosas, pasando de sus hijos y seguro que se crea más vínculo si una madre da el biberón hablando y acariciando a su bebé”.

Por eso hago la pregunta: ¿Una mala lactancia materna es mejor que una buena lactancia artificial? Y por eso utilizaré un par de ejemplos más en los que se busca la peor situación de una recomendación para dejar paso a la mejor situación de lo que se considera menos adecuado.

¿Qué es mejor, una madre que da el pecho sin ganas o una madre implicada que da el biberón?

Este tipo de frases, como digo, salen a colación cuando se ofrecen recomendaciones acerca de la lactancia materna y sus supuestos “poderes” afectivos.

Si por ejemplo yo (o quien sea) dijera: “la lactancia materna previene el desarrollo de problemas mentales“ o “la lactancia materna ayuda a crear un vínculo afectivo sólido con el bebé”, alguien me podría decir que conoce a una que da el pecho mascando chicle y arreglándose las uñas y que así poco vínculo va a crear y añadirá que, para dar el pecho de según qué manera, a nivel afectivo, será mejor una madre cariñosa que da el biberón mirando a los ojos de su bebé, acariciándole y hablándole.

Y en según qué casos le daría la razón. Es decir, a nivel emocional, si fuera un bebé, preferiría (supongo) que mi madre me diera biberón y fuera supercariñosa, a que me diera el pecho pasando olímpicamente de mí.

Entonces en algunas situaciones es mejor dar biberón, ¿no?

Pues a nivel emocional seguramente sí. A nivel nutritivo y a nivel inmunológico es evidente que no, siempre será mejor la lactancia materna, sin embargo como estamos hablando de un tema más emocional, ligado a lazos y vínculos madre e hijo, en ese caso sí creo que sería mejor dar biberón en algunas situaciones.

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Sin embargo esta afirmación que muchas mujeres utilizan para defender la lactancia artificial es un error de argumentación. Se compara la peor de las situaciones haciendo algo que teóricamente es mejor con la mejor de las situaciones haciendo algo que teóricamente es peor, y de esta manera es fácil que el biberón supere a la lactancia en algunas cuestiones.

¿Qué pasaría si comparáramos a una madre tremendamente amorosa que da lactancia materna con una madre tremendamente amorosa que da el biberón?

Y llevando a cabo la misma estrategia, ¿qué pasaría si comparáramos a una madre tremendamente amorosa que da el pecho con una madre que da lactancia artificial y pasa completamente de su bebé y que incluso cede la alimentación con biberón a otras personas?

Un Mercedes es mejor que un Renault

Sé que los coches no son bebés, pero me parece una buena manera de seguir ejemplificando este tema. Si yo dijera que un Mercedes es mejor que un Renault seguro que todo el mundo me daría la razón, sin embargo, si cogiéramos un Mercedes “normalito”, de los más bajos de gama, y un Renault de gama alta, con todos los extras, habría (imagino, no lo he comprobado) diversos puntos en los que el Renault superaría al Mercedes.

Entonces, si tienes dinero para comprar un Renault de gama alta que cuesta más o menos lo mismo que un Mercedes de gama baja, ¿qué elegir?

Unos dirán que en ese caso mejor un Renault completito y con todos los extras y otros dirán que mejor un Mercedes ya que, pese a ser de gama baja, sigue siendo un Mercedes.

¿Quiere decir esto, para los que prefieren un Renault, que Renault es mejor que Mercedes?

Pues si lo que ellos buscan, por ejemplo, es un coche con asientos de cuero calefactados y el Renault lo tiene mientras que el Mercedes no, pues sí, es mejor…

Pero, ¿qué sucedería si en vez del Mercedes de gama baja cogiéramos un Mercedes de gama alta y lo comparamos al Renault de gama baja?

El colecho y el contacto ayudan a preservar la autoestima de los bebés

Me perdonará evaval, ya que para este punto me he inspirado en uno de sus comentarios de la entrada ““Madre… hay más de una”: reportaje acerca de la crianza en otras culturas”, en que me cuestionaba que el colecho y el contacto con los bebés ayudaran a preservar la autoestima de los bebés, ya que hay padres que colechan y que tienen contacto con sus bebés que probablemente les crían con poco amor o afecto.

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Y así caemos en la misma trampa argumental. El colecho, el afecto y el contacto ayudan a criar hijos sanos emocionalmente si los padres son afectuosos, cariñosos, sensibles, pacientes… e incluso si no lo son tanto.

Sin embargo, si los padres no hacen demasiado caso a sus hijos o si mantienen una relación demasiado dañina, con broncas continuas y agresiones físicas y/o verbales, la autoestima de éstos podría verse mermada incluso cuando colecharan o tuvieran muchos brazos y contacto.

En este caso no sé si se podría afirmar “el colecho y el contacto ayudan a preservar la autoestima”. Muchos pensaréis que no, que en este caso no, pero yo quiero dar un paso más para lanzarme a la piscina y decir que en ocasiones el colecho (que aún aportará contacto nocturno y algún besito o abrazo, digo yo) y el contacto serán precisamente los que ayuden a equilibrar la balanza de una relación padres-hijos poco amorosa.

¿Qué es mejor, colecho y contacto en padres poco amorosos o cuna y poco contacto en padres cariñosos?

Hagamos de todas maneras como con los otros ejemplos. Si ponemos a un lado colecho y contacto en padres cuya relación con los hijos es poco sana y al otro lado a unos padres cariñosos y amorosos que prefieren que sus hijos duerman en otras habitaciones y que huyen un poco del contacto y los brazos para evitar que se acostumbren, ¿qué es mejor?

Imagino que muchos pensaréis que la segunda opción parece mejor (yo tendría que ser bebé y probar ambas para dar mi respuesta, pero a priori también creo que me quedo con la segunda).

Sin embargo, salvando de nuevo la trampa, ¿qué pasaría si comparáramos colecho y contacto en padres muy amorosos con dormir al niño en la cuna y tener poco contacto siendo padres también muy amorosos? ¿Qué pasaría si comparáramos colecho y contacto con padres muy amorosos con cuna y poco contacto en padres que no hacen caso a sus hijos cuya relación es dañina y poco adecuada?

Creo que no hace falta responder.

Resumiendo: las comparaciones deberían hacerse en igualdad de condiciones

Concluyendo con el tema, la intención es mostrar que, a la hora de argumentar, se pueden buscar caminos alternativos para tener la razón aunque de inicio no la tengamos.

Se me ocurre también el tema de las guarderías, que no hace falta que comente demasiado porque sería demasiado repetitivo, pero a grosso modo, cuando alguien dice que los niños están mejor en casa que en la guardería, se suele argumentar que hay madres que están en casa con sus hijos y pasan de ellos y que para eso mejor en la guardería.

Pues tienen razón probablemente, pero también puedo yo decir que, para estar en según qué guarderías, mejor que estén con su madre, aunque pase de ellos o que para estar en una guardería muy amorosa, mejor que esté con la muy amorosa de su madre.

Las comparaciones deberían hacerse en igualdad de condiciones, aunque es lógico que defendamos el terreno que pisamos porque hay en juego decisiones que hemos tomado y otras que ni siquiera hemos tomado que atañen a personas que no somos nosotros: nuestros hijos. Y como se dice a menudo (bueno, quizás no tan a menudo): “de mí di lo que quieras, pero a mi hijo ni lo nombres y menos me digas cómo lo tengo que educar”.

Como habéis dicho estos días varias de las que comentáis en el blog en otras entradas: “a todos nos gusta opinar y a la gente le cuesta muy poco meterse en los asuntos de los demás”. Pues, ya que se hace, al menos que sea con respeto y, sobretodo, en igualdad de condiciones para los dos términos.

Fotos | Flickr – christyscherrer, holisticmonkey, khrawlings
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