Cuidados del recién nacido: cómo limpiar la nariz del bebé

Cuidados del recién nacido: cómo limpiar la nariz del bebé
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Los bebés respiran por la nariz y no hay que hacer nada para facilitarles la respiración a menos que tengan la nariz obstruida y esto les impida respirar.

En tal caso lo recomendable es limpiar la nariz del bebé para que pueda respirar por ella y pueda comer sin fatigarse (recordad lo que os cuesta masticar cuando estáis congestionados).

Vamos a ver cuál es la mejor forma de hacerlo (o al menos la que más me gusta, ya que hay muchas maneras de hacerlo):

No siempre son mocos

Antes de explicar nada quiero realizar una puntualización. No siempre que creemos que tienen mocos los tienen. Hay veces en que se atragantan tomando el pecho o el biberón y se les queda un poco de leche en las vías respiratorias.

Esto hace que al respirar se oiga un “crec, crec” que nos haga sospechar un resfriado. Si supieran aclararse la garganta lo solucionarían sin problemas, pero como no saben, se queda la leche en plan “ascensor” hasta que se absorbe o hasta que les vuelve a la boca.

De todas maneras, si es leche, no la veremos por la nariz, así que al no ver mocos no se la limpiaremos.

Cuándo hacerlo

No hay momento predefinido, ya que si el bebé tiene la nariz obstruida y le está costando respirar y por lo tanto comer, lo mejor es tratar de limpiársela un poco, sin embargo sí es cierto que hay momentos en que el moco sale un poco más fácil, como después del baño, cuando el vapor del agua fluidifica un poco los mocos.

El suero fisiológico

Es la herramienta principal a la hora de limpiar la nariz del bebé y la más utilizada. Se trata de agua a la que se ha añadido sal para que esté en una proporción “fisiológica”, es decir, para que se asemeje a los fluidos de nuestro organismo. Por eso es adecuado para lavar cualquier zona del cuerpo, incluidas heridas, ojos, nariz y por eso se puede administrar por vía parenteral (por la vena).

El suero fisiológico ayuda a deshacer los mocos y a arrastrarlos para que el bebé los saque afuera o bien para que se los trague. Sí, sé que os estaréis preguntando si no pasa nada porque se los trague, así que os respondo: no, no hay ningún problema, si lo hubiera seguro que los bebés nacerían sabiéndose sonar la nariz.

Diferentes presentaciones

El suero fisiológico se puede comprar en ampollas pequeñitas, que lo hace más cómodo e higiénico, en botellas grandes (de 100 ml, de 500 ml, de 1000 ml,...) e incluso en aerosol, que al parecer disuelve mejor los mocos.

Cuál es mejor es algo que cada madre debe decidir. Lo importante es que a la hora de administrarlo no se introduzca nada en el orificio del bebé (ni siquiera el aplicador del aerosol) para evitar que se pueda hacer daño.

Calentarlo primero

Este es un “truquillo” que me comentó una vez un pediatra que funciona divinamente. Si aplicamos el suero en los bebés a una temperatura similar a la de su cuerpo les molesta bastante menos que si lo administramos frío.

Hice la prueba yo mismo (a veces me gusta saber qué sienten) y estando caliente no me daba ni cuenta de que entraba el suero hasta el momento en que lo sentía en la garganta, sin embargo, estando frío, lo notaba enseguida en la nariz y la sensación era más molesta.

Para calentarlo es suficiente con tenerlo un rato en las manos, en un bolsillo que contacte con nuestro cuerpo… (la mamá que se lo explicó al pediatra se lo metía en el escote).

Cómo hacerlo

En caso de que utilicemos suero fisiológico en aerosol lo máximo que hay que hacer es apoyar el aplicador en el orificio de la nariz lo mínimo para hacer entrar el suero en ella.

La presión está limitada y adecuada a cada edad, por lo que es difícil hacer daño con ella, sin embargo es peligroso si tratamos de ajustar perfectamente el aplicador del aerosol al orificio del niño porque toda la fuerza del aerosol irá directamente a la nariz (si no lo ajustamos, parte de esa presión saldrá por el mismo orificio).

Comento el tema de la presión porque un exceso de presión puede hacer que la mucosidad vaya hacia los oídos (y con ella los microbios).

Lo ideal, dado que un aerosol tiene una determinada fuerza, es hacerlo con el bebé acostado, con la cabeza girada hacia un lado y administrar el suero en el orificio que queda arriba, haciendo lo mismo con el otro orificio pero mirando hacia el otro lado.

Las jeringas no se recomiendan si no sabes utilizarlas bien, porque es difícil controlar la presión de la administración y es importante saber bien hacia dónde apuntar. En caso de usarlas, es mejor que el bebé esté boca abajo, prácticamente, para evitar que el suero vaya donde no tiene que ir. Este vídeo muestra la posición que deberíamos utilizar, e incluso hace uso de una perilla para introducir suero, en vez de para sacar mocos:

En caso de utilizar las botellitas de suero individuales lo ideal es hacer entrar el suero en la nariz como si de lágrimas se tratara (gotita a gotita con buena puntería). Si lo hemos calentado un poco previamente no se dan cuenta hasta que el moco y/o el suero les llega a la garganta.

En este caso sí se puede hacer con el bebé boca arriba (si lo ponemos de lado será complicado instilar gota a gota), aunque es fácil que tenga el reflejo de tragar, que nos haga expresiones de “qué sabor tan raro” o incluso que tengan tos si el suero ha llegado un poco más allá de la garganta. Lo ideal es que tras unas cuántas gotas lo pongamos de lado o incorporado (aunque si lo incorporamos muy rápido puede ser que el suero salga tal y como entró, casi sin tocar los mocos).

¿Se aspira luego con una pera de goma?

Las peras de goma se utilizaban mucho antiguamente, sin embargo no funcionan demasiado bien y pueden causar problemas.

No se recomienda ajustar al orificio de la nariz porque la aspiración puede ser demasiado fuerte y afectar a los oídos del bebé y porque hay personas que presionan la pera dentro del orificio, para luego aspirar, cuando la presión para hacer el vacío debería realizarse fuera (menudo plan meter aire a presión para luego sacarlo).

El problema de esto es que si no se adapta al orificio de la nariz no se consiguen demasiados resultados, por lo que hagamos lo que hagamos, o no sirve de nada, o corremos el riesgo de hacerle daño al bebé.

¿Y con los aspiradores nasales?

De un tiempo a esta parte se han puesto muy de moda los aspiradores nasales, que constan de una boquilla para el padre o la madre, un tubo y un cabezal que se adapta a la nariz del bebé. En el cabezal hay un filtro para limitar la presión de aspiración y para retener los mocos que llegan (y los cabezales son intercambiables, claro).

Funcionan bastante bien, aunque por experiencia propia la aspiración, pese al filtro, puede llegar a ser excesiva. Lo ideal es tener un poco de cuidado y aspirar suavemente y, si no salen demasiados mocos, volver a echar un poco de suero fisiológico y volverlo a intentar al ratito (que se mojen los mocos).

Ahora bien, por el riesgo de que el moco acabe en el conducto auditivo por utilizarlos de manera errónea, o de manera demasiado frecuente, se aconseja que se utilicen lo menos posible.

Pero no les gusta que le limpie la nariz…

Pues no, normalmente lo odian y se enfadan bastante cuando lo hacemos. Por eso he tratado de averiguar qué métodos molestan más y cuáles menos.

El que menos molesta es el suero fisiológico calentado gota a gota y sin aspirar. El bebé tiene que estar unos segundos con el suero en la nariz (de lado) y luego lo incorporaremos. De esta manera saldrá el suero con la mucosidad que haya disuelto (y quizá incluso trague un poco de todo ello).

Después vendría el aerosol, que al tener más presión provoca una sensación muy diferente en la nariz y finalmente hablaríamos de la díada suero-aspirador, que es el más efectivo, pero el más molesto. Este método lo dejaría para aquellas ocasiones en que sólo el suero no es suficiente y en que a pesar de realizar lavados el bebé sigue congestionado.

¿Cuántas veces puede hacerse?

Se puede hacer tantas veces como haga falta, aunque debemos tener en cuenta que les molesta. Por eso, si sólo les queda un poco de moco que no les impide respirar ni comer, lo mejor es no insistir y volver a hacer lavados cuando sea preciso.

Foto | Thomas Ronveaux from Pexels
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