
Hay muchas experiencias de vida que no entendemos realmente hasta que las vivimos, y una de ellas definitivamente es el convertirnos en padres y madres. Desde el inmensurable amor que sentimos por los hijos hasta la manera en la que cambian nuestras prioridades, estas son cosas que solo se comprenden profundamente hasta que estamos en ello.
Hablando de los abuelos, todos o la mayoría de las personas sabemos que son una figura importante en la vida de los nietos, pero no es lo mismo verles desde el punto de vista de un niño, que desde el punto de vista de un hijo o hija que ve a sus padres convertirse en abuelos.
Así como yo no entendía a mis padres hasta que tuve mis propios hijos, hoy quiero reflexionar un poco sobre ese momento en el que nos damos cuenta de lo importante que se vuelven nuestros padres en la vida de nuestros hijos.
La transformación de los abuelos
Como hijos, todos tenemos una idea de la personalidad y carácter de nuestros padres. Y como tal, creemos que conocemos absolutamente bien su manera de ser y su forma de pensar. Después de todo, ellos fueron los que nos criaron y nos han acompañado toda la vida.
Pero uno de los regalos más preciosos que viene con la llegada de los hijos -y que además es uno de los que poco se habla- es la poderosa transformación que vemos en nuestros padres cuando se convierten en abuelos.
Dice la famosa frase que los padres crían y los abuelos malcrían. Siempre pensé que se refería a dos personas distintas, pero si la vemos de otra manera nos daremos cuenta que esas dos personas, en realidad, fueron siempre nuestros propios padres. En su faceta como padres, su trabajo era criarnos; en su faceta como abuelos, les toca "malcriar" a los nietos.
Los abuelos: cómplices de travesuras, risas y mucho amor
Aunque en principio la palabra "malcriar" puede interpretarse como algo negativo, en el caso de los abuelos tiene tintes un poco más tiernos y divertidos. Ahora que no son los cuidadores principales como cuando nosotros éramos pequeños, tienen la ventaja de disfrutar plenamente la infancia de nuestros hijos.
A diferencia de cuando eran padres de niños y adolescentes, que es cuando ellos se enfocaban en tratar de darnos la mejor crianza y educación posible, al convertirse en abuelos viven una segunda oportunidad para volver a ver crecer a bebés y niños, pero esta vez de una manera más relajada.
Así, nuestros padres no solamente vuelven a compartir ese cariño que nos dieron a nosotros cuando éramos niños y lo hacen ahora con nuestros pequeños, también se vuelven cómplices de risas y travesuras que son tan tiernas como divertidas.
Para nuestros hijos, el tiempo con los abuelos es uno lleno de alegrías, mimos y, por qué no, de saltarse algunas reglas, como comer helado en el desayuno, que crearán recuerdos invaluables y preciosos de su infancia.
Y para nosotros, que somos más bien espectadores de esa bonita relación de complicidad, nuestros padres se convierten en almas genuinamente mágicas en la vida de nuestros hijos, llenando su vida de toda clase de memorias y siendo, definitivamente, una de las personas más valiosas e importantes en la vida de nuestros hijos. Y eso es algo maravilloso.
Foto de portada | Olia Danilevich en Pexels