Hay niños que parecen “fáciles”: sonríen a todo el mundo, ceden en los juegos, no levantan la voz y nunca generan problemas. Y, aunque a simple vista esto pueda parecer un signo de buena educación o madurez, a veces esconde algo mucho más delicado: un niño que evita los conflictos porque no sabe —o no se atreve— a poner límites (la llamada asertividad).
Como madre o padre, quizá te hayas encontrado con escenas que te hacen pensar: ¿por qué mi hijo siempre dice que “no pasa nada” aunque le hayan quitado el juguete? ¿Por qué calla cuando le incomoda algo? La respuesta muchas veces está en una dificultad para defender sus necesidades. Y sí, eso también se aprende.
Veamos cinco señales que te pueden dar una pista clara de que tu hijo evita el conflicto porque aún no ha aprendido a marcar límites.
Cinco señales de que tu hijo evita conflictos porque no sabe poner límites
1) Siempre dice “no importa” (aunque sí importe)
Cuando un niño responde con un “da igual” o “no pasa nada” mientras baja la mirada, lo que está ocurriendo no es indiferencia, sino renuncia. No quiere exponerse al enfado del otro ni a la posibilidad de que surja un choque.
- Un ejemplo: estás en casa de unos amigos y otro niño le quita el cochecito con el que jugaba. Tu hijo sonríe, se aparta y susurra “puede quedárselo, yo cojo otro”. Parece generosidad, pero si esto es constante, puede que lo que haya detrás sea miedo a decir “no”.
2) Se convierte en el pacificador del grupo
Muchos niños que no saben poner límites desarrollan un papel de mediadores para evitar discusiones. No soportan ver tensión, así que hacen malabares emocionales para que nadie se enfade.
Esto puede sonar bonito, pero tiene un coste: a veces sacrifican sus propios deseos para que el grupo siga en armonía. Es el niño que en el patio cede siempre en el juego elegido, aunque nunca diga qué le apetece a él.
3) Pide perdón de forma excesiva
Si notas que tu hijo pide disculpas por cosas que no son su responsabilidad (“perdón por tardar”, “perdón por hablar”, “perdón por molestar”), es una señal de que interioriza que la única manera de mantener la paz es no incomodar jamás.
Un exceso de disculpas en la infancia puede ser un reflejo de que el niño siente que cualquier expresión propia corre el riesgo de generar conflicto. Y entonces pide perdón antes incluso de que alguien se lo exija.
4) Se guarda lo que siente para no “molestar”
Una de las señales más sutiles es que tu hijo rara vez comparte su enfado, tristeza o disgusto. Si siempre está “bien” o “contento” pero percibes que algo no encaja, tal vez lo que ocurra es que aprendió a esconder sus emociones para no generar discusiones.
Esto suele aparecer en frases como “no quiero hablar de eso” o en sonrisas que parecen forzadas. La emoción no desaparece, simplemente se guarda bajo llave.
5) Se responsabiliza de la calma de los demás
Un niño que no sabe poner límites suele sentir que es su misión mantener el ambiente tranquilo. Por ejemplo, si ve a sus padres discutiendo, puede intentar distraerlos o interrumpir con un chiste.
Y aunque este gesto puede parecer tierno, revela un patrón de fondo: tu hijo cree que evitar tensiones es más importante que expresar lo que necesita.
Falta de asertividad: la importancia de detectar estas señales
Porque un niño que crece sin practicar la capacidad de poner límites, probablemente se convertirá en un adulto complaciente, que prioriza la calma ajena sobre su bienestar. Y recuerda que aprender a decir “no” no es una falta de educación, es un acto de autocuidado.
La buena noticia es que los límites se aprenden en casa, poco a poco, con gestos muy sencillos: validando las emociones de tu hijo, animándole a expresar sus preferencias y mostrando que decir “no” no destruye el amor ni la relación.
Educar en límites no es enseñar a ser egoísta, sino a respetar la frontera entre lo propio y lo ajeno. Porque un niño que sabe cuidarse a sí mismo también podrá cuidar mejor a los demás.
Foto | Portada (Freepik)
Ver 0 comentarios