
Hay frases que repetimos sin pensar. Como un mantra aprendido de generación en generación. Y lo hacemos con amor, con ternura, con las mejores intenciones.
Pero hay una en especial, tan común como un “te quiero” en la puerta del colegio, que según la coach de crianza consciente Reem Rouda, para CNBC, y después de estudiar a más de 200 niños, puede estar desconectando emocionalmente a nuestros hijos: “Estás bien.”
Puede parecer inofensiva. Incluso reconfortante. Pero… ¿y si no lo estuviera? ¿Y si ese niño que acaba de tropezar, que tiene las rodillas raspadas y los ojos llenos de lágrimas, no está bien? ¿Y si al escuchar “estás bien” siente que no puede mostrar lo que de verdad le pasa?
“Estás bien” no solo es una frase. Es un atajo. Uno que, sin querer, invalida, silencia y desconecta.
¿Por qué duele tanto algo tan breve?
Según Reem Rouda, esa frase, repetida miles de veces en patios, habitaciones y parques, es como decirle a un niño: “Lo que sientes no importa. O peor: lo que sientes no es real”.
Piénsalo: imagina que estás llorando por una ruptura y una amiga te dice: “Bah, estás bien”. ¿Cómo te haría sentir? ¿Te daría consuelo o te haría sentir incomprendida?
Ahora imagina que tienes cinco años. Acabas de pelear con tu mejor amigo. Tu madre te mira, tú haces pucheros… y escuchas: “Estás bien”. ¿De verdad lo estás? ¿O aprendes que no deberías sentirte así?
Lo que no vemos detrás de un “estás bien”
Reem Rouda, tras trabajar con más de 200 familias, ha observado un patrón que se repite:
- Los niños aprenden a desconectarse de sí mismos. Si cada vez que sienten algo fuerte alguien les dice que “no pasa nada”, aprenderán a dejar de confiar en su percepción interna.
- No se les permite procesar lo que sienten. Las emociones, como las olas, necesitan romper. No basta con frenarlas con palabras: necesitan ser vistas, escuchadas, acompañadas, transitadas.
- Creen que solo serán queridos si no “molestan” emocionalmente. ¿Y si, sin darnos cuenta, les estamos enseñando que para ser amados, deben estar siempre bien? Eso no es amor. Es supervivencia emocional.
¿Qué podemos hacer?
No se trata de evitar errores. Todos hemos dicho “estás bien”. Lo importante es reconocer el poder de cambiar ese patrón. Rouda sugiere frases que validan, conectan y fortalecen:
- “Te creo.”
- “Tus sentimientos tienen sentido”.
- “Estoy aquí contigo.”
- “No tienes que estar bien ahora mismo”.
- Vi lo que pasó. ¿Cómo te sientes?
Porque a veces, lo único que necesita un niño es saber que puede sentir sin miedo. Que su tristeza no es un problema. Que su enfado tiene espacio. Que mamá o papá no le ama a pesar de sus emociones, sino también con ellas.
Sembrar seguridad emocional
Este artículo no sustituye un diagnóstico ni una guía profesional. Si sospechas que tu hijo tiene dificultades emocionales profundas, acude a un especialista en salud mental infantil.
Pero sí puede ser un primer paso. Un clic interno. Una invitación a hacer algo diferente la próxima vez que veas a tu hijo en silencio, a punto de llorar.
Quizá la próxima vez no digas “estás bien”. Quizá simplemente susurres: “Aquí estoy. Cuéntame.” Y en ese momento, estarás sembrando algo más fuerte que la calma: una seguridad emocional que durará toda la vida.
Foto | Portada (Montaje: Reem Rouda + Freepik)