Mi hijo no quiere hacer los deberes: ¿cómo motivarlo sin presionar?

Cuando tu hijo se niega a hacer los deberes, no necesita más presión, sino comprensión: la verdadera motivación nace del vínculo, no de la obligación

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Laura Ruiz Mitjana

Llega la tarde, abres la mochila, y ahí están: los deberes. Tu hijo suspira, tú suspiras más. Te miras el reloj, intentas mantener la calma y te repites mentalmente: “no quiero discutir otra vez por esto”. 

Pero el bucle empieza igual: excusas, distracciones, negociaciones, enfados. Y tú te preguntas —con toda la paciencia del mundo tambaleándose— cómo motivarle sin convertir cada tarde en una batalla.

Por suerte, la motivación no se impone, sino que se cultiva. Y, aunque parezca una misión imposible, existen formas reales, humanas y eficaces de despertar las ganas de aprender sin recurrir a la presión (aunque esto no quita que a veces debamos poner normas, ser firmes y, en definitiva, educar).

Por qué los niños rechazan los deberes

No siempre es pereza ni falta de interés. Muchas veces, detrás del “no quiero” hay cansancio, frustración o miedo a fallar.

Según la Teoría de la Autodeterminación, de Deci y Ryan (1985), las personas —también los niños— se motivan de forma más profunda cuando se sienten autónomas, competentes y conectadas emocionalmente.

Cuando los deberes se viven como una obligación externa (“hazlo porque toca”), se activa la resistencia natural. Pero cuando el niño siente que tiene cierto control y que el adulto le apoya sin juzgar, la motivación se vuelve intrínseca.

Por eso, más que imponer, necesitamos acompañar. No se trata de convencerlos de que los deberes son divertidos, sino de ayudarlos a entender por qué lo hacen y cómo se sienten con ello.

La motivación no nace del miedo, sino del sentido

Imagina que tu hijo está cansado; tú intentas animarle y terminas diciéndole “si no lo haces, no verás la tele”. Funciona a corto plazo, sí, pero destruye algo más valioso: la confianza y el gusto por aprender.

La motivación extrínsecapremios, castigos, chantajes— puede mover al niño momentáneamente, pero no enseña a disfrutar del proceso. En cambio, dar sentido a lo que hacen sí deja huella:

  • “¿Qué crees que quiere enseñarte este ejercicio?”
  • “¿Cómo podrías hacerlo diferente esta vez?”
  • “¿Te das cuenta de lo mucho que ya has aprendido?”

Ayudarles a conectar con el para qué cambia completamente su relación con el aprendizaje.

Mi hijo no quiere hacer los deberes: algunas claves para acompañar

No hacen falta discursos motivacionales. A veces, bastan microcambios que transforman la rutina (y entender bien qué hay detrás de ese "no quiero hacer los deberes):

1) Crea un ritual, no una obligación

Un pequeño gesto al empezar —una merienda, una vela encendida, una música suave— marca la diferencia entre “empiezo porque debo” y “empiezo porque quiero”.

2) Ofrece elección

En lugar de “haz los deberes ya”, prueba con “¿prefieres empezar por mates o lengua?”. La sensación de elegir aumenta la implicación.

3) Valora el esfuerzo, no (solo) el resultado

Valora el esfuerzo. Un “me encanta cómo lo has intentado” genera más motivación que un “te has equivocado aquí”. Los niños aprenden desde la seguridad, no desde el miedo.

4) Establece pausas reales

Su concentración es limitada. Diez minutos de movimiento, estiramientos o aire fresco reactivan el cerebro más que una hora de insistencia.

Un ejemplo:

“Mamá, no quiero hacer los deberes.”
“Vale, cuéntame qué parte te cuesta más.”
“Las sumas.”
“¿Y si las hacemos con tus coches en lugar de en la libreta?”

Y de pronto, las sumas se convierten en un juego y la resistencia desaparece.

Motivar sin presionar: un acto de confianza

Motivar sin presionar implica aceptar que el aprendizaje no siempre será lineal. Que habrá días buenos y otros en los que tu hijo no quiera abrir el cuaderno. Y eso no significa que fracase, sino que está aprendiendo a regularse.

Tu papel no es el de un entrenador exigente, sino el de un acompañante paciente. Estás enseñándole que equivocarse no es rendirse y que el esfuerzo tiene sentido cuando hay vínculo.

Así que, la próxima vez que tu hijo diga “no quiero hacer los deberes”, te animo a  respirar. No pienses en cómo lograr que los haga, sino en cómo conectar con lo que siente. Porque la motivación no se exige: se despierta.

Y cuando un niño se siente comprendido, valorado y libre para aprender a su ritmo, los deberes dejan de ser una guerra… y se convierten en un puente entre el amor y el aprendizaje.

Foto de portada | Imagen de Freepik

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