Las cinco frases que delatan que un niño necesita reforzar sus habilidades sociales

Hay frases que dicen los niños que no podemos normalizar, y que tal vez indiquen que algo pasa en sus vínculos o habilidades sociales: fíjate en estas cinco

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Laura Ruiz Mitjana

En el cole no solo se aprenden matemáticas o lengua; también se aprende a convivir. Y esa convivencia se refleja en frases aparentemente inocentes que los niños sueltan sin filtros, pero que esconden mensajes sobre cómo se sienten en relación a los demás. Si escuchamos con atención, descubrimos pistas muy valiosas.

Como psicóloga, he visto cómo estas pequeñas frases funcionan como luces de emergencia que nos avisan de que un niño necesita apoyo en el terreno de las habilidades sociales. No siempre se trata de un problema grave, pero sí de una alerta temprana que nos da la oportunidad de intervenir antes de que el aislamiento, la inseguridad o el rechazo dejen huella.

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Cinco frases que indican la necesidad de reforzar las habilidades sociales

Antes de nada, recordar que las habilidades sociales son el conjunto de destrezas que nos permiten relacionarnos de manera sana y satisfactoria con los demás: desde saber iniciar una conversación hasta respetar los turnos o expresar desacuerdo sin herir

En la infancia estas habilidades se aprenden poco a poco a través de la práctica, la observación y la guía de adultos que acompañan. Y cuando alguna pieza falta, los niños lo muestran con frases que son casi como pistas escondidas. 

Vamos a conocer cinco de las frases que pueden decir (y que además, las dicen con frecuencia, no una vez puntual), pero recuerda que no podemos generalizar y que deberá analizarse cada caso y su contexto; así, decir una de estas frases no implica sí o sí falta de habilidades sociales.

1) “Nadie quiere jugar conmigo”

Es probablemente la frase más repetida y la que más encoge el corazón a los padres. Cuando un niño verbaliza esto, está expresando no solo tristeza, sino también una sensación de exclusión. 

A veces ocurre porque no sabe cómo integrarse en un grupo que ya está jugando; otras, porque no domina las reglas sociales de entrada (esperar turno, proponer un juego, adaptarse a lo que otros ya han empezado...).

Un ejemplo: en el recreo, tres niños están construyendo un castillo de arena. Otro se acerca y dice “quiero jugar”, pero sin preguntar ni observar lo que hacen. Si el grupo le responde “no, ya estamos jugando”, puede irse sintiéndose rechazado. No es que no le quieran, es que aún no sabe cómo entrar sin interrumpir.

2) “Siempre me toca perder”

Esta frase nos revela una percepción de desventaja constante. Los juegos, más allá de ser entretenimiento, son laboratorios sociales donde los niños negocian, aprenden a tolerar la frustración y descubren la importancia de las normas. Si un niño cree que siempre pierde, puede ser porque:

Lo importante aquí no es ganar o perder, sino la sensación de injusticia que arrastra consigo. Esa vivencia repetida puede minar la confianza social y hacer que el niño evite participar.

3) “No tengo amigos”

Esta frase es un grito silencioso. Puede sonar exagerada, pero detrás suele haber una vivencia subjetiva real: el niño no percibe vínculos sólidos. No basta con estar rodeado de compañeros; para un niño, tener amigos significa sentir apoyo, pertenencia y complicidad.

Cuando escuchamos “no tengo amigos”, lo primero no es corregir con un “¡claro que sí tienes!”, sino explorar qué entiende él por amistad y qué necesita para sentirla. Tal vez juega con otros, pero no siente conexión emocional. Tal vez se queda en la superficie y le cuesta dar un paso hacia la confianza.

4) “Prefiero estar solo”

Aquí conviene matizar. Algunos niños disfrutan genuinamente de la soledad y eso no es un problema. Pero si esta frase viene cargada de resignación (“prefiero estar solo porque nadie me llama”), estamos ante un mecanismo de defensa. El niño se protege del dolor de no ser elegido convenciéndose de que no lo desea.

En estos casos, reforzar sus habilidades sociales no significa obligarle a estar en grupo, sino darle herramientas para que se sienta capaz de elegir cuándo estar acompañado y cómo iniciar el contacto.

5) “No me dejan participar”

Cuando un niño dice esto, está mostrando que percibe exclusión activa en los juegos o actividades del grupo. Puede ser real (los compañeros no le integran) o subjetiva (él no encuentra la manera de unirse). 

En ambos casos, la sensación es dolorosa porque atenta contra la necesidad básica de pertenencia. Acompañarle aquí implica enseñarle formas de proponer ideas, de negociar y, sobre todo, de expresar sus deseos con seguridad sin miedo al rechazo.

Cómo acompañar estas frases

Escuchar no es suficiente: hay que leer entre líneas. Cada frase es una puerta de entrada para trabajar la empatía, la comunicación y la autoestima. Algunas estrategias que funcionan son:

  • Modelar frases sociales (“¿puedo unirme a vuestro juego?” en lugar de “yo quiero jugar”).
  • Practicar en casa pequeños guiones sociales, casi como un ensayo.
  • Validar la emoción antes de corregir la frase: “Entiendo que estés triste porque hoy no jugaste con nadie”.

En definitiva, las habilidades sociales no se enseñan con sermones, sino con experiencias guiadas, juegos compartidos y adultos que acompañan con paciencia y cariño.

Un niño que expresa estas frases no está fallando: está mostrando dónde necesita un puente para llegar al otro lado.

Foto | Portada (Freepik)

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