“¿Por qué siempre llegas tarde?”
“Mientras vivas bajo este techo, harás lo que yo diga.”
“Cuando yo tenía tu edad…”
¿Te suenan estas frases? Quizá las has pronunciado en un momento de cansancio o desesperación. Y quizá, justo después, viste cómo la puerta del cuarto se cerraba con un portazo, porque solo quiere estar en su habitación.
No es magia. Es psicología. Los adolescentes están en un momento vital en el que necesitan diferenciarse, experimentar autonomía y construir su propia identidad. Cuando escuchan ciertas frases, sienten que se invalida su mundo interior. Y, aunque no lo digan, eso duele. ¿Qué frases evitar y cómo enfocarlas?
Cinco frases que los adolescentes odian oír, y cómo darles la vuelta
1) “Porque lo digo yo”
“Porque lo digo yo” suena a orden militar. Y los adolescentes no son soldados. Necesitan entender el porqué para aceptar una norma. Cambiarlo por una explicación breve y sincera no garantiza que sonrían, pero sí que se sientan tratados como personas pensantes. Así, puedes cambiarla por un: “Entiendo que no te guste, pero esto es importante por…”
Por ejemplo: en lugar de decir: “Apaga ya el móvil. Porque lo digo yo.” Usa: “Sé que te cuesta desconectar, pero descansar te ayudará mañana. Vamos a apagar el móvil a las 22:30.”
Claro que decirlo así no garantiza que te vayan a hacer caso siempre, pero al menos evitamos el sermón y nos centramos en explicar y en marcar un límite claro.
2) “Cuando yo tenía tu edad…”
El clásico “cuando yo tenía tu edad” suele despertar ojos en blanco. Y no porque no les importe tu experiencia, sino porque sienten que no es comparable a su realidad, ya que a veces los adolescentes sienten que "nadie les entiende" (sumado a que su realidad es otra: redes sociales, presión académica, inmediatez...).
Así que, en vez de rescatar tu pasado, abre una puerta al suyo: “Me gustaría saber cómo lo vives tú. ¿Qué es lo más difícil para ti ahora mismo?” Les das protagonismo y, de paso, información valiosa para acompañarles mejor.
3) “No tienes nada de qué preocuparte”
¿Y si lo cambias por un: “Entiendo que para ti esto es importante”? Cuando minimizamos sus preocupaciones (“eso no es para tanto”), sin querer, les hacemos sentir que exageran o que no pueden confiar en nosotros.
Reconocer su emoción no significa darle la razón, sino validar su experiencia:
“Veo que esto te afecta mucho. ¿Quieres que pensemos juntos en una solución o solo necesitas desahogarte?” Esa frase sencilla puede hacer que te cuenten algo, en lugar de que se lo guarden.
4) “Siempre estás de mal humor”
Puedes cambiarlo por: “Parece que hoy estás pasando un mal día”. Ten en cuenta que “Siempre” y “nunca” son palabras que encienden la mecha. Hablar en términos absolutos hace que se sientan atacados y respondan a la defensiva.
Así que prueba a describir la situación sin juzgar: “Te noto más serio de lo habitual. ¿Te apetece hablar o prefieres un rato a solas?”. Hacerlo así es una forma de darles espacio y a la vez de mostrar interés.
5) “Tú lo que quieres es llamar la atención”
Esta frase suele caer como una losa. Porque aunque a veces los adolescentes expresan su malestar de forma intensa, decirles que “quieren llamar la atención” suena a reproche y deslegitima su necesidad real: ser vistos y escuchados.
En lugar de etiquetar, ofrece escucha: “Quizá esta es tu manera de pedir ayuda. ¿Te parece si buscamos un momento para hablar con calma?”
Aquí no estamos premiando una conducta inadecuada, sino abriendo la puerta a comprender qué hay detrás de ella.
Hablar con adolescentes: paciencia y empatía
Hablar con un adolescente requiere paciencia, creatividad y recordar que no estamos “perdiendo autoridad” por empatizar. Al contrario: cuando sienten que les vemos de verdad, la puerta de su cuarto deja de ser una frontera… y empieza a ser un puente.
Quizá no siempre tendrás la frase perfecta. Pero incluso decir: “No sé muy bien cómo decírtelo sin que te enfades, pero quiero hablar contigo porque me importas”, ya es un buen comienzo.
Recuerda, no se trata de “hablarles con pinzas” ni de renunciar a poner límites. Se trata de traducir nuestro mensaje a un lenguaje que no active sus defensas.
Foto | Portada (Freepik)
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