Cuatro fallos que los padres no debemos cometer

Cuatro fallos que los padres no debemos cometer
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La semana pasada hicimos un repaso por los errores más graves que los padres deberíamos evitar en la educación de nuestros hijos. Pero hay más y esta semana os contamos cuatro fallos que los padres no deberíamos cometer para fomentar su confianza en nosotros y ellos mismos.

Traspasarle nuestros miedos

Los padres somos los últimos y máximos responsables del bienestar y la seguridad de nuestros hijos. Eso, unido al inmenso amor que sentimos por ellos puede disparar nuestras inseguridades y miedos, hasta el punto de excedernos en ellos, paralizar su desarrollo y no permitirles asumir sus propios riesgos.

Atención, con no traspasar nuestros miedos a los niños no quiero decir que debamos dejarles tomar todas las decisiones. De ninguna manera. Los niños no tienen la experiencia necesaria para valorar todos los peligros y riesgos, por lo que nuestro papel es el de contención, aliento y guía.

Sin embargo, en ocasiones, el miedo a que les pueda suceder algo malo o una experiencia negativa de nuestra propia vida puede convertirnos en malos gestores de las situaciones, traspasándoles inseguridades y, sobre todo, imponiéndoles temores excesivos o infundados.

Precaución y responsabilidad, por supuesto, pero nunca encerrar a los niños en jaulas de cristal dentro de las que no puedan también cometer sus propios errores siempre que estos no pongan en peligro su integridad física, moral o emocional.

Imponerles nuestros sueños no cumplidos

Los padres nunca debemos olvidar que nuestros hijos son personas independientes que tienen derecho a elegir sus propias vidas, sus pasiones y sueños. Nuestro papel es, de nuevo, de guía y protectores, pero nunca debemos imponerles el que se conviertan en la persona que nosotros no conseguimos ser.

Nuestro hijo no tiene que ser médico si no nosotros lo somos o lo quisimos ser y no pudimos. Ni en cantante, bailarín o actor. Tampoco tiene que practicar determinada disciplina o deporte porque a nosotros nos guste mucho. No vivas a través de ellos.

Merece ser él mismo y descubrir lo que le apasiona y le hace vibrar, lo que le hace querer buscar la excelencia personal y la superación. Merece ser feliz haciendo lo que ama.

Si tú quieres ser médico, aprender a cantar o jugar estupendamente al futbol, estás a tiempo, no le obligues a él a ser lo que no has sido. Déjale descubrir sus propios sueños y apóyale para que los haga realidad.

Criticar a sus amigos

Seguro que alguno de los amigos de tu hijo no te parece la mejor elección posible. Si hay un riesgo real, debes intervenir. Pero desde luego no debes nunca pasarte la vida criticando y sacándoles defectos a todos sus amigos, imponiéndole que solo se relacione con los niños que más nos gusten (o con los hijos de personas que nos gusten).

A medida que pasen los años tu hijo adquirirá mayor autonomía en sus elecciones en las relaciones personales y merece sentir que confías en él y en lo bueno que sus amigos le aportan. Es muy triste eso de que un hijo piense que sus padres lo consideran un idiota sin criterio y que le digan que sus amigos no merecen nunca la pena.

Busca lo bueno que hay en sus amistades, déjalo sentir tu apoyo, valora lo que le aportan, y así realmente confiará en ti si hay alguna situación en la que necesite consejo o ayuda.

Burlarnos de sus emociones

Los niños se van a acercar a nosotros cuando sientan emociones intensas: miedo, rabia, celos, alegría o nerviosismo por algún cambio o reto en sus vidas. Nunca debemos minimizar sus emociones y mucho menos burlarnos de ellas.

A veces ves a padres que, por razones equivocadas, quieren que sus hijos contengan los que sienten o sean más duros o serios de lo que un niño es. Eso les daña. Sienten que no tienen importancia para nosotros, que no son lo bastante válidos, que si confían en nosotros los dejaremos de lado. Es un error, especialmente grave si esas chanzas los ridiculizan en público, cuando más vulnerables se sienten.

Lo que los niños experimentan es tan importante para ellos como lo que experimentamos los adultos lo es para nosotros. Si queremos que los niños sepan identificar sus emociones, confíen en nosotros y desarrollen una buena autoestima jamás debemos reírnos de ellos y sus peores momentos.

Os aseguro que todos estos fallos que a veces comentemos los padres dejan huella y dificultan la relación que seguro deseáis construir con ellos toda la vida: confianza, respeto y deseo de compartir el tiempo juntos.

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