De la familia de "Mamá, ¡eres muy pesada!", hay otra escena que se repite en miles de casas con hijos adolescentes, con ligeras variantes pero el mismo patrón:
—¿Puedes poner la mesa, por favor?
—¡Hazlo tú, que yo no soy tu esclavo!
Y ahí estás tú. Con el corazón encogido entre el enfado y la tristeza. Porque no es solo una frase. Es el tono. Es esa mirada desafiante, ese aire de desprecio que pincha más que cualquier insulto.
No es fácil. A veces duele más que si viniera de un extraño. Porque viene de tu hijo. Ese mismo que hace no tantos años te pedía besos en la frente y te llamaba “mamá” con voz de caramelo.
Pero la adolescencia llega como una tormenta sin previo aviso. Y tú, sin quererlo, pasas a ser el saco de boxeo de alguien que está intentando encontrar su sitio… sin tener ni idea de cómo hacerlo. ¿Cómo afrontarlo?
No lo tomes como algo personal (aunque parezca personal)
Lo sé. Suena imposible. ¿Cómo no lo vas a tomar como algo personal si el comentario va dirigido a ti, con saña y cara de asco?
Pero aquí va una verdad dura y liberadora: no va realmente sobre ti. Va sobre cómo se siente él o ella consigo mismo. Sobre la montaña rusa hormonal. Sobre el caos interno que necesita salir por algún sitio.
Y, lamentablemente, tú eres su refugio más seguro. A veces el refugio también se convierte en el campo de pruebas.
Antes de contestar... haz esto
Un adolescente que responde mal está, de alguna forma, pidiendo contención. No con palabras dulces, claro. Lo pide con espinas. Pero si tú devuelves el golpe con otro golpe —aunque sea verbal—, lo único que consigues es entrar en su mismo nivel de desregulación.
Respira. No reacciones. Responde. Respóndete primero a ti: ¿qué emoción se me ha despertado? ¿Estoy hablando como madre/padre… o como herida/herido? Solo entonces estás en condiciones de responder desde tu rol adulto, no desde tu ego herido.
“No me hables así” no sirve si se dice chillando
Puedes tener toda la razón del mundo. Pero si tu tono se parece al suyo, acabas de perderla. Porque entonces ya no hay adulto y adolescente, hay dos adolescentes peleando por ganar.
Prueba con esto: —Entiendo que estás enfadado, pero no acepto que me hables así. Lo hablamos después, cuando estemos más tranquilos.
Y sí, es probable que te conteste mal otra vez. Pero tú has plantado algo. Un límite. Firme, tranquilo, sin escándalo.
El ejemplo del vaso medio lleno (de gritos)
Imagina que tu hijo llega del instituto, tira la mochila y le dices:
—¿Qué tal el día?
—¡Qué pesada eres! Siempre preguntando lo mismo.
Te duele. Normal. Pero aquí hay dos opciones:
- Le gritas que no te hable así, que tú solo te preocupas, que qué malagradecido.
- Lo miras a los ojos, contienes el impulso y dices:—Veo que no te apetece hablar. Estoy aquí cuando quieras.
Parece que pierdes poder. Pero no. Estás ganando algo mucho más valioso: respeto mutuo a largo plazo.
Hablar desde la conexión y no desde la corrección
Responder con calma no es ceder. Es elegir tus batallas y tus tiempos. A veces, la conversación más poderosa es la que no se tiene en caliente, sino después, cuando las aguas bajan.
Y, atención, esto es importante: no dejes las faltas de respeto sin hablar, pero no lo hagas cuando ambos estáis en llamas. Hazlo luego. En un paseo, o mientras cocináis. Desde la conexión, no desde la corrección.
Educar a adolescentes: sé la brújula que necesitan
Tu hijo no necesita un juez. Ya tiene suficiente caos dentro. Necesita una brújula. Una figura que, aunque él se tambalee, no se tambalea. Que no se doble, pero tampoco grita. Que no le dice: “tú eres el problema”, sino: “esto que haces duele, pero sigues siendo importante para mí”.
Porque cuando contestan mal, lo que más necesitan es que alguien les enseñe —sin gritar— que el respeto no se impone, se cultiva.
Y a veces, cultivar implica esperar. Respirar. Y volver a intentarlo mañana. Porque educar en la adolescencia es, muchas veces, un acto de fe. Pero una fe que, si se riega con presencia y firmeza tranquila, da frutos. Aunque ahora no lo parezca, y aunque sea difícil, ¡lo es! Pero confía.
Foto | Portada (Freepik)
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