Pasa con los bebés propios y los ajenos: los vemos tan tiernos y adorables, con sus rollitos, y sus piernitas y sus mejillas tan redonditas y suavecitas, que en más de una ocasión hemos pensado "¡Me lo comería a besos!"
A veces, ese pensamiento se siente como un genuino deseo de darle un suave mordisco o un pellizco a los bebés -aunque no lo haremos, por supuesto-, tanto que algunos nos hemos quedado un poco confundidos al sentirlo. Pero calma, esto no quiere decir que querramos hacerle daño al bebé.
En realidad, es algo positivo. No solo es normal sentir ese deseo de "comernos" a los bebés, también es muy saludable. Y a continuación te explicamos por qué.
La etología, que se encarga de estudiar el comportamiento humano desde una perspectiva biológica, señala que estamos programados para sentirnos atraídos hacia los bebés y querer cuidarlos.
Así lo explicó en 1940 el etólogo Konrad Lorenz, quien acuñó el término kinderschema, que se traduciría como "esquema bebé" o "esquema infantil", refiriéndose a una serie de rasgos en los bebés que asociamos a las características físicas de la ternura, como las caras redondas, los ojos grandes y las barbillas pequeñas.
A lo largo de las décadas se han realizado diversos estudios sobre el tema, encontrando que cuanto más tierno nos parezca un bebé, mayor será el impulso de abrazarles y protegerles, y que este tipo de impulso o comportamiento suele presentarse más en las mujeres.
Pero de cuidarles a querer morderles...
Foto | Yan Krukov en Pexels
Probablemente te estés preguntando qué tiene que ver todo esto que acabamos de explicar con el deseo de querer "comernos" a los bebés. Pues es simple: la ternura que nos ocasiona el esquema bebé es tanta, que nuestro cerebro reacciona con un fenómeno llamado expresión dimorfa, conocida como agresión linda o agresión bonita.
Esta ocurre cuando una abundancia o gran cantidad de emociones positivas (como la ternura de los bebés) provoca expresiones normalmente asociadas con emociones negativas (como el querer "hacerles daño" con un pellizco o mordida).
Dicho de otro modo: los bebés nos hacen sentir una felicidad tan intensa que nos resulta estresante y abrumadora, por lo que necesitamos liberar estrés de forma opuesta.
Así, la agresión tierna de querer "comernos" al bebé, y que proviene de ese instinto protector, es un mecanismo natural que nos ayuda a autoregularnos cuando sentimos una sobrecarga de sentimientos positivos, ayudándonos a volver a un rango de emociones más normal y manejable.
Foto de portada | Gustavo Fring en Pexels
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