La inspiradora reacción de una madre después de que su hijo rompiera un espejo de un portazo

La inspiradora reacción de una madre después de que su hijo rompiera un espejo de un portazo
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Los niños tienen épocas en su desarrollo en que son realmente intensos. Hacia los dos años, cuando empiezan a conformar su personalidad individual es cuando empiezan con el "No" a todo; más adelante aparece la conocida como "primera adolescencia", cuando más que pedir exigen, y ante nuestro "No" reaccionan a menudo del peor modo posible, a veces buscando la manera de hacernos el máximo daño.

Algo así es lo que le pasó a Kathleen Fleming, una madre soltera que tuvo una discusión con su hijo que acabó con un portazo tal, que el espejo de la puerta se rompió en mil pedazos. Lo explicó en su página, y los internautas se sorprendieron de lo inspiradora que fue su reacción.

"Cosas rotas"

De este modo tituló la entrada en su página, que fue compartida en La Voz del Muro, de donde hemos cogido parte de la traducción que podéis leer a continuación:

Este era mi pasillo el pasado miércoles: roto, afilado y traicionero. Así estaba.

Fue mi hijo quien lo hizo.

A veces, o muy a menudo en realidad, las cosas se rompen irreparablemente, y te dejan sin aliento… de golpe.

A mi se me cortó la respiración cuando mi hijo irrumpió en el baño, frustrado, enfadado y harto de sus propias (y muy importantes para él) razones. Momento en el que decidió cerrar de un portazo la puerta del baño, provocando que el pesado espejo que colgaba de ella se cayera al suelo, rompiéndose en un millón de pedazos.

Me quedé callada. Observé el daño y respiré hondo. Saqué al perro fuera para que no se cortara las patas y bajé al gato al sótano por la misma razón.

Salí al patio trasero y sentí mis cálidas lágrimas deslizándose por mi rostro. Es increíble cuán solos nos podemos sentir los padres solteros en momentos como este. Me di cuenta también de lo asustada y decepcionada que me sentía. ¿Realmente ha pasado esto? Sí, era real.

Y mientras estaba de pie valorando si esto era un indicativo de su carácter y su desarrollo, escuché su llanto a través de la ventana del baño.

Su alma herida. Esto no era tampoco lo que él esperaba. “Hola ira, no recuerdo haberte invitado a mi casa”.

Atemorizado.

Aterrorizado.

Avergonzado.

Preocupado.

Asustado.

Respira profundo, mamá guerrera, respira profundo, me dije. Esta pequeña y frágil alma te necesita ahora. Necesita lo mejor de ti. Tu grandísima compasión. Tu más suave y firme amor de mamá y tu seguridad. Respira profundo de nuevo y ve.

Ve. Ve ahora. Abre la puerta, esquiva los cristales rotos, escucha cómo oye que te acercas, mira a través de la rendija que te deja la puerta entreabierta, observa la cara que más quieres en el mundo roja de preocupación y húmeda de lágrimas. Su voz de repente suena tan pequeña: "Mamá, no lo volveré a hacer, lo siento TANTO". Más lágrimas. Más llanto. Tanta incertidumbre en su dulce rostro.

Ve mamá. Cógelo. Ve ahora. Ponlo en tu regazo. Sí, tú también estás llorando. Maldita sea, esto es importante. Sujétalo fuerte. Mira cómo se hace un ovillo en tus brazos rápidamente. Mira qué dispuesto está a que le quieras. A que le des seguridad. Mira qué pequeño es todavía. Mira lo frágil que es este espíritu.

Te quiero.

Estás a salvo.

Estoy justo aquí.

Lo peor ya ha pasado.

Te tengo.

Estoy aquí.

Te quiero.

Ve mamá. Háblale de la ira. Díselo ya. La ira es un sentimiento muy poderoso. Tienes derecho a sentir ira. La ira quema. Puede purificar. Puede también destruir. Él asiente, lo siente, él está conociendo la ira.

Hay una mejor forma de mostrar tus sentimientos más intensos.

Lo trabajaremos juntos... mañana.

Estoy aquí para ayudarte.

Estás a salvo.

No estarás nunca solo en tu ira.

Nunca estarás solo en tus miedos.

Estoy aquí. Estamos aquí juntos.

Ahora limpiemos juntos.

Y así limpiamos los trozos rotos. Barrimos y aspiramos. Fue un trabajo silencioso, fue cuidadoso. Fue un trabajo reflexivo.

A veces las cosas se rompen. A veces las rompemos. No es la ruptura lo que importa sino el cómo o el porqué. Lo que importa es cómo elegimos responder a este hecho. ¿Esto nos daña? ¿Nos empuja a una espiral descendente de culpa y castigo?

¿O nos ayuda a recordar cómo amar más profundamente? ¿Nos empuja hacia la compasión por encima de lo “correcto” e “incorrecto”, hacia el amor?

Sí, amor.

Ve mamá. Ve ahora. Coge a tu bebé. Enséñale esto. Muéstrale esto. Vive esto. Se llama amor. Ve. Ahora.

La ira es un sentimiento más

La felicidad, la alegría y la emoción son sentimientos que aceptamos y abrazamos porque los consideramos positivos. La tristeza, la decepción y la ira, por contra, solemos rechazarlas enseguida porque hacen daño.

Sin embargo, son sentimientos también, y merecen ser aceptados igualmente porque existen, porque aparecen, porque nuestros hijos los descubren pronto, cuando no son capaces de entenderlos, gestionarlos ni superarlos por sus propios medios.

Los adultos nos empeñamos a menudo en ahogarlos desde el exterior: "No te pongas así", "Deja de gritar", "No puedes enfadarte por esto", "No es para tanto", "Ya basta, déjalo ya", y así no les ayudamos a entender lo que sienten, sino que corremos el riesgo de conseguir algo peor, que crean que sus sentimientos son erróneos. Que piensen que no deberían sentirse de ese modo, que den la espalda a sus creencias, sus motivos y sus razones.

Como dice esta mamá, como tan bien explica, la ira existe. En muchos momentos de la vida aparecerá. Es inevitable. Pero ante su aparición, ante situaciones problemáticas, que nos generen enfado, sentimientos encontrados, podemos escoger cómo actuar.

Dicho de otro modo: no podemos elegir sentir o no ira, o al menos no cuando eres un niño pequeño, porque los sentimientos en la infancia son puros, vienen de lo más profundo de su mundo emocional y aún no han aprendido a relativizar como lo hacemos nosotros. Sin embargo, sí pueden elegir cómo actuar cuando el sentimiento aparece, si de un modo destructivo o si buscando la manera de entender la razón de que aparezca la ira y superarla de una manera constructiva.

Como expliqué hace más de un año, yo sí dejo a mis hijos llorar, yo sí permito esos sentimientos, todos deberíamos. Y los trabajamos para que la respuesta por su parte les ayude a avanzar, a crecer, a madurar, y a evitar conflictos. Son tres, se enfadan a menudo, y el camino más fácil son los gritos y las manos... hacerse daño.

"Habla, no hagas daño, explícale cómo te sientes; cuéntale por qué te sientes así; y déjale que responda, que te diga por qué lo ha hecho. Llegad a un punto común, o al menos intentadlo".

Así crecen las personas, así se solucionan los problemas de los niños, y así se solucionan (o se deberían solucionar también) los de los adultos.

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