Hermanos muy diferentes: cómo criar hermanos con temperamentos opuestos sin perder la paz

Los hermanos pueden ser realmente diferentes entre sí. ¿Cómo criarlos siendo tan distintos?

criar-hijos-diferentes
Sin comentarios Facebook Twitter Flipboard E-mail
laura

Laura Ruiz Mitjana

Hay casas en las que parece que conviven el fuego y el hielo. Una madre me dijo una vez:

—Con mi hija tengo que frenar, con mi hijo tengo que empujar. A veces siento que soy dos madres distintas en un mismo cuerpo.

Y no iba desencaminada. Criar hermanos con temperamentos opuestos puede ser como vivir en una rotonda emocional: dando vueltas sin saber muy bien por dónde salir... Entonces ¿cómo hacerlo?

Uno que explota, otro que se encierra

Imagina esta escena:

Lucía, 7 años, grita, lanza la mochila al suelo y llora desconsoladamente porque su hermano ha tocado su cuaderno.

Mateo, 9 años, se queda callado, niega con la cabeza y se encierra en su habitación.

Mismo estímulo. Dos mundos emocionales distintos. Y tú, madre o padre, en medio. Intentando mediar entre la tormenta y el hielo.

Criar desde la diferencia sin perder el equilibrio

A menudo caemos en la trampa de creer que la igualdad significa tratar a todos igual. Y en cierta forma sí, pero con los hijos, lo justo es tratar a cada uno como necesita.

Hay niños que se mueven por fuera: explotan, preguntan, demandan... Otros se mueven por dentro: callan, observan, acumulan. Y ambos estilos tienen valor. El problema es que el niño “difícil” suele recibir más atención, y el niño “fácil” más olvido.

Por eso es tan importante parar y observar:

  • ¿Quién se lleva siempre el foco?
  • ¿Quién calla tanto que se vuelve invisible?
  • ¿Estoy viendo a mis hijos o estoy reaccionando a lo que más ruido hace?

¿Y si los ves como dos lenguas distintas?

Piensa en esto: tus hijos no son opuestos. Son distintos códigos. Uno habla “emoción desbordada” y el otro “silencio encapsulado”. Tú no necesitas elegir con cuál conectar, sino aprender ambas lenguas emocionales.

Para el extrovertido, las emociones se viven en voz alta. Para el introspectivo, se viven en susurros. Y ambas formas son legítimas, necesarias y complementarias.

Cuando entiendes esto, dejas de intentar cambiar a tus hijos. Y empiezas a acompañarlos desde quienes son.

Un ejemplo

Julia corre llorando al salón porque Leo le ha dicho que su dibujo era feo. Tú te enfadas con Leo y él, sin decir nada, se va al baño y se encierra.

Ese silencio no es calma. Es retirada.

La próxima vez, puedes decir:

—Veo que a ti te dolió que te gritaran, Julia.

Y luego, sin exigencia, acercarte a Leo más tarde y decir:

—Cuando quieras, me gustaría saber qué te molestó del dibujo. No quiero obligarte a hablar, pero me interesa lo que sientes.

No se trata de resolverlo todo en el momento. Se trata de que cada uno sienta que tiene un espacio donde ser escuchado en su idioma.

Criar sin etiquetas, aunque te tienten

El explosivo. El tranquilo. El sensible. El racional.

No hay etiquetas inocentes en la infancia. Lo que hoy parece una simple descripción, mañana será parte de su identidad. Y sin darte cuenta, el que grita será “el problemático”, y el que calla será “el que no necesita nada”.

Mejor hablar de lo que sienten, de lo que expresan, de lo que les cuesta… sin convertirlo en un apellido.

Criar a hijos muy distintos, y las distintas formas del amor

Criar hijos tan distintos puede parecer agotador. Pero también es una oportunidad preciosa para aprender que el amor no tiene una sola forma, ni una sola manera de manifestarse. Es un espejo que se adapta, que se transforma, que escucha.

No hay una única forma de ser buen padre o buena madre. Pero hay una brújula que no falla: entender que educar no es moldear, sino sostener. No es hacer que encajen, sino enseñarles a convivir con respeto, incluso en la diferencia.

Y tú, que a veces te sientes una equilibrista emocional, recuerda: no necesitas tener siempre la respuesta perfecta. Solo estar presente. Escuchar. Y hablarles, a cada uno, en el idioma de su corazón.

Foto | Portada (Freepik)

Inicio