Hay palabras que se lanzan como piedras entre hermanos, pero que caen sin ruido en los oídos de los adultos. Palabras que parecen parte del paisaje cotidiano: “¡Siempre me lo estropeas todo!”, “¡Me das asco!”, “¡Tú cállate!”. Quizás incluso te pasó a ti en su momento con tus hermanos, y en cierta forma es normal.
Pero a menudo la reacción adulta más habitual suele ser la de minimizar: “Bah, ya se les pasará”, “Es que son así”, “No le hagas caso”. Pero lo cierto es que lo que se dicen entre hermanos no se olvida tan fácilmente. Porque donde hay intimidad, las palabras pesan más.
Porque lo que se dicen entre ellos importa, ya que en ese microclima familiar se están formando la autoestima, la percepción de justicia, el sentido de pertenencia y la forma de estar en el mundo. ¿Qué frases no deberíamos “permitir”?
1) “Siempre lo haces mal”
Una frase cargada de desprecio que convierte el error puntual en identidad. No critica el comportamiento, ataca a la persona. Cuando un hermano dice esto, está condenando al otro al rol de “torpe oficial”.
- Alternativas que puedes enseñarles:
“Esto no ha salido bien, ¿te ayudo a arreglarlo?”
“Esta vez te ha salido mal, pero puedes volver a intentarlo.”
Si oyes esta frase, no la ignores. Puedes intervenir diciendo:
“En esta familia no usamos ‘siempre’ o ‘nunca’ para atacar. Hablamos de lo que ha pasado, no de lo que somos.”
2) “Ojalá no fueras mi hermano”
Duele más de lo que parece. No solo porque rechaza al otro, sino porque le niega su lugar en la familia. Esta frase surge a menudo del agotamiento emocional o de una rabia intensa, pero si no se regula, deja huella.
- Alternativa:
“Ahora mismo estoy tan enfadado que no quiero verte, necesito espacio.” “No quiero hablarte mal, pero me siento dolido.”
Ayúdales a diferenciar entre “no soporto esta situación” y “no te soporto a ti”. Parece un matiz, pero lo cambia todo.
3) “Es que tú eres el favorito”
El famoso mito (¿o no?) de que hay un hijo favorito. Pero esta frase habla de algo más profundo: de la percepción de injusticia. Y aunque venga de un lugar dolido, puede dinamitar la relación entre hermanos.
- Alternativa que puedes modelar tú como madre/padre:
“En esta casa cada persona es única. Lo justo no es tratar a todos igual, sino a cada uno como necesita.”
¿Qué puedes hacer si lo dicen? No respondas con “Eso no es verdad” sin más. Mejor: “¿Qué te ha hecho sentir así? Vamos a hablarlo.
4) “Tú ni deberías opinar”
Esta frase niega la voz del otro. Suele ir dirigida al hermano más pequeño o más vulnerable. Refuerza jerarquías insanas y enseña a callar por miedo o resignación.
- Alternativa que se puede construir entre todos:
“Todos podemos opinar, aunque pensemos distinto.”
“No estoy de acuerdo contigo, pero quiero entender lo que piensas.”
Un ejemplo: En una comida familiar, Marta (11 años) interrumpe a su hermano pequeño con un “Tú cállate, que no sabes nada”. En lugar de regañar solo a Marta, su madre dice: “En esta mesa, todos merecen ser escuchados. Si no estás de acuerdo, dilo con respeto.”
5) “Como siempre, fastidiándolo todo”
Esta frase encasilla. No habla del hecho concreto, sino que convierte al hermano en “el que estropea”. Es muy tóxica a nivel identitario.
- Alternativa más empática:
“Esto que hiciste me molestó. ¿Cómo podemos solucionarlo?”
“No me ha gustado lo que ha pasado, pero sé que no lo hiciste a propósito.”
Úsala como oportunidad para enseñarles que una cosa es estar enfadado y otra etiquetar.
6) “Qué asco me das”
No es una frase que se diga jugando (aunque a veces puede surgir en un contexto de 'broma'; debemos fijarnos en ello). Pero tiene una carga de desprecio muy fuerte. Cuando se repite, puede instalar en el otro una imagen corporal o emocional muy dañina.
- Alternativa:
“Estoy enfadado contigo, pero no quiero herirte.”
“Me siento mal por lo que ha pasado, no me gustó nada.”
Enséñales que la emoción no justifica la humillación. La rabia se puede nombrar sin atacar la dignidad.
7) “No vales para nada”
Una frase devastadora que, si se oye en repetidas ocasiones, se cuela en la autoestima como una carcoma invisible.
- Alternativa constructiva:
“No me ha gustado lo que hiciste, pero eso no define lo que vales.”
“Esto no te ha salido bien, pero puedes aprender. Todos fallamos.”
En casa, si un hermano dice esto, puedes intervenir con una pregunta:
“¿Qué querías conseguir con esa frase? ¿Qué podrías haber dicho que ayudara más a resolverlo?”
Relación entre hermanos: puedes cuidarla así
La rivalidad entre hermanos no se resuelve prohibiendo emociones, sino enseñando a expresarlas. No basta con decirles “¡No os peleéis!”. Hay que ir más allá: darles herramientas, vocabulario, alternativas reales. Ayudarles a practicar una comunicación que no dañe.
Porque la forma en que se hablan entre ellos será, muchas veces, la forma en que aprendan a hablarse a sí mismos.
Y tú, como madre o padre tienes más poder del que crees. No para evitar todos los conflictos, sino para transformar el modo en que se resuelven. Para enseñar que incluso la rabia puede expresarse con cuidado. Y que en el vínculo entre hermanos hay espacio para el conflicto, sí, pero también —y sobre todo— para la reparación, la complicidad y el amor.
Foto | Portada (Freepik)
Ver 0 comentarios