Intervenir si presenciamos una bofetada

Intervenir si presenciamos una bofetada
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Quien dice bofetada, dice azote, cachete, manotazo… ¿Qué haríais si presenciais que un adulto golpea a un bebé? Una noticia reciente me ha hecho pensar sobre esta cuestión. Una azafata de avión no dudó en arrebatarle de los brazos a su bebé a la mujer que le propinó una bofetada en pleno vuelo.

Hay que decir que la mujer estaba muy nerviosa, el padre quería que soltara al bebé y se calmase y el bebé tenía un ojo amoratado, lo cual podría haber animado a la auxiliar a intervenir en una situación que se podía haber ido de las manos, y que además el personal de vuelo tiene permiso legal para hacerlo.

Sin embargo, ¿es ésa la actitud habitual en una sociedad en la que ver cómo se pega a un niño muchas veces está normalizado? Me da la impresión de que vivimos en un mundo de “vive y deja vivir” y ante el miedo a meternos donde no nos llaman, de enfrentarnos a otros adultos, cerramos los ojos y hacemos oídos sordos a situaciones como las descritas.

No me refiero a palizas, pues tal vez éstas sean mucho más difíciles de presenciar (incluso de detectar) y se suelen hacer en ámbitos privados, me refiero a esos cahetes o palmotadas que sí son más frecuentes a la vista de todos y que, aunque en muchos países no están prohibidos, y en los que lo está se desconoce o se ignora frecuentemente, deberían ser erradicados de la “normalidad” en nuestra conciencia colectiva.

Porque pegar a un niño conlleva graves consecuencias, tanto emocionales como físicas, y no se pueden tolerar en ningún caso. Los azotes no sirven para nada, sólo hacen daño.

Yo recuerdo haber visto, de adulta, cómo pegaban a algún niño, un estirón de pelo, de orejas, un cachete en el culo o palmotadas en la mano. No sé si alguna bofetada. Esto ha sucedido en el parque, o en distintas situaciones, como en una tienda en la que el niño no dejaba de correr y rompió algo.

Yo no conocía a esas mujeres y hombres, y nunca dije nada. Se me encoge el corazón al ver esas escenas, y no sé si les miro con cara de indignación o de lástima, pero creo que no parecen darse cuenta de mi mirada. Tampoco de las palabras de reprobación y de rabia que puedo decir a mi acompañante. Porque no se las digo a ellos, que en esos momentos están airados. Tal vez debería hacerlo, ser valiente, no callarme y actuar.

¿Sería distinto si presencio una paliza? Podría asegurar que sí, creo que me interpondría de alguna manera, gritaría auxilio y llamaría a la policía de inmediato, pues se me revuelven las tripas de pensar en ese daño y si quedara impasible no me lo perdonaría.

Pero entramos en la fina línea que separa (o no) una bofetada o un cachete del maltrato, ¿dónde pongo el límite para actuar si lo presencio? ¿Propician estas reflexiones titulares inefables como el de esta noticia a través de la cuál conocí el caso de la azafata que separó al bebé de la madre que le pegaba?

No, no se puede pagar a un bebé. Si algo tengo claro es que pegar no es una buena manera de educar, es un recurso que nos anula como padres protectores y responsables. Pero, ¿y si presenciamos cómo pegan a otro niño? ¿De qué manera deberíamos intervenir si presenciamos una bofetada? ¿No ayuda nuestro silencio a perpetuar este comportamiento?

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