
Hay formas de manipular tan sutiles que ni siquiera huelen a manipulación. Se camuflan entre frases vagas, silencios estratégicos y contradicciones envueltas en ternura. A veces no hay gritos ni reproches.
Lo que hay es algo mucho más desconcertante: palabras que no encajan, verdades que se escapan, y tú preguntándote si estás volviéndote loca.
Montse Cazcarra, psicóloga, lo resume: “No hablar claro para fomentar la confusión es una forma de manipulación encubierta”. Y no, no hablamos de quien no sabe expresarse o a quien le cuesta comunicar sus emociones. Hablamos de algo mucho más perverso: quien elige no hablar claro para que tú no entiendas lo que pasa y así no puedas defenderte.
Cuando tu pareja parece hablar… pero no dice nada
¿Te suena esto? Le preguntas a tu pareja por qué llegó tarde y te responde:
—“Tampoco es tan tarde, y además ya te dije que tenía cosas”.
Una frase sin información, sin hora, sin “cosas” concretas. Podría haber dicho lo mismo sin abrir la boca. Pero lo importante no es solo lo que no dice. Lo importante es por qué no lo dice.
Según Cazcarra, hay momentos en los que este tipo de comunicación confusa no es casual ni torpe, sino intencionada. Una estrategia con fines muy concretos:
- Evitar asumir responsabilidades. Si no queda claro qué ha pasado, ¿quién puede señalar un error?
- Adaptar la verdad según convenga. Hoy dice que te apoyó en esa decisión, mañana jura que siempre estuvo en contra. Y tú, sin pruebas, dudas de ti.
- Controlar la narrativa. Si tú no tienes claridad, solo puedes seguir el guion que él o ella propone. Tu versión nunca termina de cuajar.
- Desactivar tu percepción. Al sembrar confusión, te desorientas. Y desde ahí, es más fácil manipularte.
Ejemplos cotidianos de manipulación encubierta
Esta forma de actuar no siempre es explícita. A menudo se disfraza de frases que suenan inofensivas pero que están cargadas de doble intención. Algunos ejemplos:
- “No me acuerdo de haber dicho eso”. (Pero tú sabes que lo dijo).
- “Estás exagerando, no fue así”. (Pero tú estabas ahí).
- “Nunca dije que no podías ir, solo dije que me parecía raro”. (Y tú cancelaste el plan porque te sentiste culpable).
- “Ya te lo conté, quizás no estabas prestando atención”. (Pero no lo recuerdas, y empiezas a dudar de tu memoria).
Estas frases, repetidas en el tiempo, no son casualidades. Son mecanismos de erosión psicológica.
¿Qué efecto tiene en quien lo sufre?
Confusión, inseguridad, ansiedad... Pero sobre todo, autoanulación. La psicóloga lo explica con claridad:
“Al no tener dónde agarrarse, la persona no puede sentirse fuerte en una postura concreta; por lo que actuará con menor seguridad y confianza”.
Es decir: te hacen dudar tanto de lo que piensas, ves y recuerdas, que terminas cediendo. No porque estés de acuerdo, sino porque no sabes cómo sostener tu versión.
Este fenómeno está muy relacionado con lo que se conoce como gaslighting (o luz de gas), un tipo de abuso emocional donde una persona manipula a otra para hacerle creer que su percepción de la realidad está equivocada.
¿Cómo protegerte de este tipo de manipulación?
- Valida tu percepción. Lo que sentiste, lo que oíste, lo que viviste… existe, aunque alguien quiera hacerte creer que no.
- Anota contradicciones. Llevar un registro (aunque sea mental) de lo que se dice y se hace puede ayudarte a identificar patrones.
- Observa el contexto. ¿Solo “olvida” cosas que le comprometen? ¿Solo es ambiguo cuando hay conflicto o cuando le beneficia? Ahí tienes una pista.
- Habla con alguien externo. A veces, necesitas una mirada ajena para darte cuenta de que no estás loca, sino atrapada en una conversación-trampa.
Un último apunte necesario
No todo el que se comunica mal te manipula. La diferencia está en la intención. Hay quien no sabe expresarse, pero desea conectar. Y hay quien no quiere conectar, sino controlar.
La manipulación encubierta duele porque no se ve venir. Pero cuando logras identificarla, empiezas a reconstruirte desde un lugar más firme. Como dice Cazcarra, "No hay una verdad única y absoluta; pero esto es muy distinto a una verdad que cambia de forma sistemática a conveniencia de una de las partes".
Detectarlo es el primer paso. El segundo, volver a escucharte a ti. Porque nadie debería apagar tu voz con silencios disfrazados de afecto. ¿Te has sentido alguna vez así en una relación?
Foto | Portada (Montaje propio; Montse Cazcarra + Freepik)