Hay algo que pocas personas se atreven a decir en voz alta, pero que muchas sienten: cuando la suegra opina, corrige o decide sobre nuestra vida de pareja, la relación se tambalea. No porque ella sea “mala” o porque no la queramos cerca, sino porque las líneas entre el cariño y la intromisión a veces se vuelven borrosas. Y eso duele.
Como psicóloga, te diría que marcar límites con una suegra que se entromete no es solo un gesto de autodefensa: es un acto de cuidado hacia la pareja, hacia los hijos (si los hay) y hacia una misma. Pero… ¿cómo hacerlo sin provocar una guerra familiar?
Cómo poner límites: reconocer lo que sientes sin culpa
A veces, antes de hablar con la suegra, hay que hablar con una misma. ¿Qué emociones te despierta su actitud? ¿Irritación? ¿Tristeza? ¿Sensación de invasión? Nombrarlas es clave para poder actuar desde la calma y no desde el enfado.
Por ejemplo: Te deja un WhatsApp diciendo: “He comprado unas cortinas porque las vuestras no pegan nada con el salón.” Y tú, con el móvil en la mano, notas cómo te sube el calor por las mejillas. Este es el momento de parar, respirar y preguntarte: ¿Qué límite ha cruzado? ¿Cómo quiero que sea mi casa?
Cuando validas tus emociones, dejas de sentirte “mala nuera” por querer espacio y empiezas a sentirte una adulta que cuida de su hogar emocional.
Hablar en pareja: el “nosotros” como prioridad
Antes de enfrentar la situación, es vital que tú y tu pareja estéis en la misma página. No se trata de ponerla “en contra” de su madre, sino de hablar sobre cómo queréis vivir como pareja y qué lugar ocupará la familia extensa en vuestra vida.
Preguntas como:
- ¿Qué significa para nosotros que alguien opine sobre nuestra crianza, nuestra casa o nuestras decisiones?
- ¿Cómo podemos apoyarnos mutuamente cuando esto ocurra?
Ayudan a reforzar el equipo. Porque sin un “nosotros” fuerte, cualquier límite se tambalea.
Cómo comunicar el límite sin herir (pero con firmeza)
Aquí viene lo difícil: decirle a alguien que queremos mucho que deje de cruzar ciertas líneas. La clave está en la asertividad: ni agresividad (que solo genera conflicto) ni sumisión o pasividad (que perpetúa el problema).
- Ejemplo: Tu suegra insiste en darle a tu hijo bollería a escondidas “porque un dulce no hace daño”. Puedes responder: “Entiendo que lo haces con cariño, pero queremos que las decisiones sobre su alimentación las tomemos nosotros. Agradecemos que lo respetes.”
Habla siempre desde el “yo” o el “nosotros” ("yo me siento o quiero esto"), no desde la acusación (“Tú siempre…”), y muestra gratitud por sus buenas intenciones, aunque pongas un límite claro.
Sostener el límite: incómodo pero necesario
Poner el límite una vez no garantiza que se respete. Habrá resistencia, quizá silencios incómodos o comentarios pasivo-agresivos (“Bueno, yo solo quería ayudar…”). Aquí es donde toca sostener el límite con serenidad.
No cedas “por evitar problemas o incomodidades”, porque eso solo alimenta el ciclo. Repetir con calma tu posición es la mejor manera de que entienda que no es un capricho, sino una necesidad. Una frase que te puede ayudar a modo de mantra: “Sé que esto es un cambio para todos, pero es importante para nosotros.”
Poner límites es un acto de amor, no de rechazo
Ten en cuenta que marcar límites no significa cerrar la puerta al vínculo, sino abrirla desde un lugar más sano. Una suegra puede ser una figura maravillosa en la familia, pero solo si aprende a respetar el espacio de la pareja.
Y si te sientes culpable por decir “no”, recuerda: cuidar tu paz y la de tu hogar no es egoísmo, es respeto, aunque a veces cueste. Para ti, para tu pareja… y también para ella. Cada vez que dices un "no" que necesitas, dices un "sí" que deseas hacia ti misma.
Foto | Portada (Freepik)
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