Viajar con niños: nadie dijo que fuera fácil

Viajar con niños: nadie dijo que fuera fácil
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Últimamente, cuando salgo de viaje con mis hijas, al principio, me digo “Nunca más hasta que pasen unos años”. Sin embargo, la sensación al final del viaje es la de “Qué pena que se haya acabado, ¿para cuándo el siguiente viaje?”. Y es que nadie dijo que viajar con niños fuera fácil, pero sí apasionante.

Siempre me digo que el día que se invente el teletransporte no dejaré de viajar (si es barato, claro…). Lo peor de los viajes, sin duda, son los desplazamientos. Las incomodidades del puerto, del aeropuerto, de la estación. Los largos trayectos en coche. Pero, según conozco cada vez más a mis hijas, somos los mayores los que lo pasamos peor.

Y menos mal que tenemos algunos trucos para hacer las esperas más llevaderas, los peques y nosotros. Para ellos, cualquier novedad es interesante, cualquier espacio es un juego, algo que por cierto nos ha de llevar con los ojos bien abiertos si no queremos que se nos pierdan jugando a exploradores en el aeropuerto.

Nuestro último viaje ha sido a Malta. Un destino cercano, cálido, tranquilo, con propuestas para niños. Pero si tuviera que borrar algo, de éste o cualquier otro viaje, son los traslados. Las incómodas esperas, los temidos retrasos, los horarios que no cuadran…

De casa al aeropuerto, allí a facturar, pasar innumerables controles, el vuelo, traslado al hotel… Una vez pasadas esas primeras horas, haber llegado y descargado el equipaje en el hotel y localizado el sitio para comer, todo parece relajarse y el destino empieza a verse con otros ojos. Empieza el viaje placentero.

Hasta entonces, viajar con niños es más incómodo (lógicamente, es más fácil desplazarse uno por sí mismo que desplazar a otras personas y sus equipajes contigo; y si no que se lo digan a los conductores de los autobuses de Malta que tuvieron que salir en nuestra ayuda). Viajar con niños es más caro (donde viaja-come-duerme uno no viajan-comen-duermen dos).

Además, una vez en el destino, viajar con niños es relativamente más cansado: no existen momentos para “desconectar”, excepto cuando caemos rendidos por la noche en el hotel. Yo ya he dejado de llevar libros o revistas a mis viajes porque volvían igual que iban…

Al viajar con niños tenemos que adecuarnos en lo posible a sus horarios, se acabó el viajar sin conocer destino o transportes, sin horarios ni planificación, llegan las consultas a la situación de tiendas, bares y farmacias más próximas.

Así que es normal que haya quien diga que con hijos se acabaron los viajes, quienes no se animan a salir de casa y quienes no entienden cómo “nos atrevemos” a viajar con nuestras hijas. También es cierto que esas personas no viajaban mucho, con o sin niños.

Yo recuerdo muy positivamente algunos viajes de pequeña con mis padres, y espero que ese tipo de recuerdos y vivencias queden en mis hijas. Me fascina ver cómo aprecian un cuadro, una planta extraña, otros paisajes, un atardecer, otras lenguas, un desayuno en el hotel, comidas diferentes…

Cierto que muchas de esas cosas las podemos hacer desde casa o muy cerca de ella, por eso nunca viene mal una escapadita a lugares cercanos, un día de campo, un fin de semana en la playa… Si vamos más lejos, aunque no entiendan como los mayores la historia de un país o su cultura, disfrutan viviendo experiencias nuevas cada momento.

Nadie dijo que viajar con niños fuera fácil. Pero viajar con niños es una experiencia maravillosa y única, es compartir tiempo con nuestros hijos, es enseñarles otras ciudades, otras culturas, animarles a apreciar lo distinto y disfrutar juntos de nuevos lugares y actividades. Ahora me pregunto… ¿para cuándo el siguiente viaje?

Foto | livingonimpulse en Flickr-CC
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