El sentimiento de culpa ante la llegada del segundo hijo: cómo lidiar con ello

El sentimiento de culpa ante la llegada del segundo hijo: cómo lidiar con ello
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La noticia de la llegada de un nuevo miembro a la familia es sin duda motivo de alegría para todos, pero a veces esa alegría queda un tanto eclipsada por un sentimiento que a ninguna madre nos es ajeno: la culpa. Si teniendo solo un hijo ya nos sentimos culpables por mil cosas (por trabajar, por tener ganas de tener un rato solas, por no dedicarle el suficiente tiempo...) con el segundo hijo la culpa se viene arriba y nos muestra nuevas facetas. Conocer los motivos y cuestionar nuestros miedos son las claves para deshacernos de ella.

¿De dónde viene esa culpa?

La culpa que aparece con la llegada del segundo hijo tiene más que ver con las expectativas y las ideas preconcebidas que tenemos que con la propia realidad.

Sí, la culpa está más relacionada con lo que proyectamos, con nuestros miedos, que con datos objetivos. Nos sentimos culpables con los “por si…”, por si el mayor se siente mal, por si no vamos a poder querer al segundo como al primero, por si…

El problema de los “por si” es que no son hechos, son anticipaciones, son temores futuros que compramos y damos por buenos y nos hacen sentir mal hoy. Pero, pregunto, para ir ya cuestionándonos esa culpa: ¿tiene sentido sentirse mal por algo que aún no ha tenido lugar y que de hecho no sabemos si va a suceder?

Al efecto de esos temores se le añade que la única experiencia como madres que tenemos es la que hemos vivido con nuestro primer hijo, con él establecimos rutinas y dinámicas y en base a ello construimos lo que hoy entendemos por maternidad: qué se hace, cómo se hace y cuánto se hace.

Ese es nuestro modelo, esa es nuestra referencia de lo correcto, y entonces nos ponemos a pensar que con el segundo no vamos a poder hacerlo igual (aunque sea por el solo hecho de dedicarle tiempo a dos en lugar de a uno) y eso nos hace sentir mal. Pregunta para reflexión: ¿qué pasa cuando no podemos hacer las cosas como creemos que hay que hacerlas? Ahí lo tienes.

Evidentemente no va a ser igual con el segundo que con el primero, pero el problema está en que en lugar de ver la diferencia como algo positivo, o cuanto menos neutro, le otorgamos un cariz negativo, una carga con la que es difícil no sentirse mal.

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¿Por qué cosas solemos sentirnos culpables cuando vamos a tener el segundo hijo?

  • ¿Y si no le quiero igual que al mayor? El primer nacimiento suele ser una experiencia intensa, muy intensa, que se suele traducir en un sentimiento también potente. Es tal la magnitud que es difícil no cuestionarnos si seremos capaces de sentir un amor de tal calibre por otro pequeño.

  • Culpa porque le vamos a cambiar la vida al mayor. “Con lo tranquilo que está” o ”Con lo bien que estamos” son algunos de los pensamientos más frecuentes que aparecen y que, evidentemente, nos hacen sentir culpables. Tras esa idea está el pensar que la llegada de un hermano le va a restar en lugar de sumar a nuestro hijo mayor: va a perder parte de nuestra atención, va a perder espacio… Y sí, es cierto, la vida le va a cambiar, pero… ¿por qué pensamos que será para peor? Añado que los (insistentes) comentarios que todo el mundo suele darnos (sin que hayamos preguntado en la mayoría de los casos) acerca de lo esperable que es que el mayor tenga celos, de lo mal que se pasa, etc. no ayudan en absoluto. Stop comentarios, no los compres.

  • Culpa por no tener tanto tiempo para el mayor.Hasta ahora ha sido el único, hasta ahora nuestro tiempo era para él, hasta ahora… ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Cómo vamos a gestionar nuestro tiempo? ¿Notará el cambio? ¿Le afectará?

  • Culpa por no tener tanto tiempo para el pequeño. Sí, lo del tiempo es algo que nos puede hacer sentir mal en las dos direcciones, hacia el mayor y hacia el pequeño. Con el mayor todo mi tiempo fue para él, pero ahora tengo dos, ¿no es eso injusto para el pequeño? Este tipo de pensamientos son con los que nos machacamos, ¿verdad?

  • Culpa porque con el primero todo parecía más especial. Sí, el primer hijo es el primero… para todo, y eso, evidentemente, implica descubrimiento, novedad en conductas, emociones y roles, lo que hace que lo vivamos de un modo muy intenso. Las primeras veces marcan, las primeras veces se recuerdan siempre. ¿Cómo va a ser entonces con el segundo? Seguro que no es tan intenso pensamos, y nos sentimos mal por no sentirnos tan bien como con el primero, porque no creemos que pueda haber tanta magia, porque no pensamos que pueda ser tan intenso a nivel emocional y no parece justo para el nuevo miembro de la familia.

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Fuera culpas

¿Cómo podemos deshacernos de la culpa? Reestructurando cada uno de los miedos que la hacen fuerte, poniendo un contrapeso de realidad que difumine el nublado. Te invito a que reflexiones sobre tus pensamientos, miedos y creencias. Para empezar te dejo algunas sugerencias:

  • ¿Le va a cambiar la vida a tu hijo mayor? Sí, pero como decía antes, ¿necesariamente va a ser para mal? El rol de hermano mayor no tiene por qué ir asociado a celos, a pérdida, no solo no tiene por qué ser negativo sino que puede traerle beneficios a tu hijo como una mayor autoestima (se ocupa de cuidados, “es el mayor”, hay cosas que puede hacer que el peque no…).

  • ¿Querré al pequeño tanto como al mayor? El amor no es algo rígido, no tenemos una cantidad de amor que dar, no tiene límites. El amor es flexible y maravillosamente expansible. Pregunto: ¿quieres a tu pareja? Imagino que sí. Y… ¿quieres a tu familia, amigos, etc.? Imagino que sí también. ¿Te quedaste sin amor entonces porque ya lo repartiste todo? No, tuviste un hijo y hubo más amor que dar, ¿verdad? Pues tranquilidad entonces, porque ahora llegará tu segundo hijo y le querrás, enormemente además. Aunque sea un tópico no deja por ello de ser cierto: el amor por los hijos no se divide, se multiplica.

  • ¿Y si no es tan intenso y especial como con el primero? Sí, con el primero fue todo nuevo, todo primeras veces, todo intensidad, pero… ¿acaso no vas a vivir primeras veces con tu segundo hijo? Claro que sí, ¡sus primeras veces! Además, con el segundo viene algo que no tenemos con el primero: experiencia, y eso da una tranquilidad que te permitirá afrontar esta segunda maternidad con más calma.

La culpa no sirve para nada. La culpa solo incapacita, nos hace sentir mal y nos impide disfrutar. Piensa en de dónde viene tu sentimiento de culpa, cuestiona esas ideas, busca respuestas racionales y reales y sobre todo date tiempo, dale tiempo a tu hijo, dale tiempo a tu familia: ahora vais a ser cuatro… y vais a ser felices.

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