Medidas reales contra el sobrepeso infantil (I)

Medidas reales contra el sobrepeso infantil (I)
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Hace un par de días nos encontrábamos con la noticia de que el estudio ALADINO ha señalado que la mitad de los niños españoles mayores de seis años padecen sobrepeso y, de ellos, un 20% tiene obesidad. Esta situación me parece realmente grave, preocupante y merecedora de medidas reales que protejan efectivamente la salud de los niños. Es un problema de salud muy peligroso, una verdadera epidemia. ¿Cuales son las razones del sobrepeso infantil y qué medidas reales harían que disminuyera?

Los efectos en la salud infantil del sobrepeso son muy negativos y se mantienen a medio y largo plazo, acortando su vida y provocando la mayor prevalencia de muchas enfermedades en la vida adulta.

El sobrepeso constatado se ha señalado a partir de los seis años, pero precisamente por esto, las medidas deben tomarse antes de esa edad, educando en hábitos alimentarios sanos, promoviendo la natural actividad física de los niños y, en mi opinión, cambiando la mentalidad de padres y sanitarios respecto a lo que es un niño sano.

Evitar el sobrepeso desde la lactancia

El efecto de la lactancia materna como protectora contra la obesidad es clarísimo. Ese sería el primer paso, aumentar las tasas de amamantamiendo según las recomendaciones de la O.M.S, que indica que los niños deberían mamar hasta los seis meses sin recibir ningún otro alimento y seguir tomando el pecho por lo menos, y reitero, por lo menos, hasta los dos años, no disminuyendo después la calidad nutricional perfecta de la leche humana.

El segundo paso está en las consultas pediátricas y en la percepción de la imagen del bebé en la sociedad. Parece que se sigue insistiendo en que los niños suban de percentil, cuando un niño sano puede estar perfectamente en percentiles bajos, siempre que crezca, esté sano y con energía.

No hay que engordar a los bebés como lechones. No están más sanos por estar más gordos. Y no hay que meterles leche artificial ni papillas antes de tiempo para que engorden, ni cambiar la leche materna por leches de continuación si no es realmente necesario. Es muy preocupante que la obesidad infantil ya afecta a los bebés.

El bebé empieza con la alimentación complementaria

Cuando el niño comienza con la alimentación complementaria estamos en las mismas. Existe una enorme presión para que los niños se tomen enormes tazones de papillas, especialmente las preparadas con leche artificial y cereales industriales, con la excusa de que están "reforzadas". Tampoco los potitos y los yogures les hacen falta ninguna, pues su calidad nutricional es claramente inferior de la de alimentos naturales preparados sencillamente en casa.

Y no hay que cebarlos, ni obligarles a comer, ni obsesionarse si el niño es de constitución delgada o come menos de lo que marcan unas tablas que nos den en el ambulatorio, porque sabemos que estas tablas son puramente orientativas y varían de un sitio a otro.

La alimentación complementaria es eso, complementaria. Añade a la leche materna, a partir de los seis meses, nutrientes, pero no la substituye ni debe ser el alimento principal del bebé. Un niño puede estar muy bien nutrido comiendo varias veces al día y cantidades pequeñas de cosas que coman el resto de la familia a partir de año, siempre cuidando la preparación y el no introducir alimentos alergénicos. Nada más.

El niño gordo no es un niño sano

Reitero, un niño de uno o dos años con un percentil 20 de peso y 20 de altura, que crezca de forma estable y esté sano y con ganas de jugar es un niño normal. Más bien delgado y bajo, pero como son muchas otras personas en el resto de su vida. Por comer más obligado no se crece más, solo se engorda. Tengamos en cuenta que la obesidad está aumentando también entre los niños de 3 a 5 años.

Si el niño va a la guardería o la escuela infantil hay que vigilar mucho lo que se le ofrece, la calidad de esos alimentos y que no se le obligue a comer. Si se puede, siempre sería preferible que coma en casa, acompañado de la familia, en la mesa, disfrutando de los aspectos emocionales de una comida tranquila, alegre y reposada, probando de todo pero sin obligarle a comer nada que no le guste ni mucho menos insistiendo en que rebañe el plato.

Asunto aparte son las chucherías y bollos, con los que, a partir de muy temprana edad, muchos padres premian a los niños o les dejan tomarlos a diario. Bombas calóricas de escasísimo valor nutricional que, como pasaba cuando yo era niña, no pasa nada si se toman un día especial, pero que no deberían incluirse en la dieta diaria infantil, sino más bien retrasarlos y reducirlos al mínimo.

El mejor ejercicio es el juego

Para un correcto desarrollo del niño, tanto intelectual como físico, y también, por supuesto, para prevenir la obesidad, es necesario que haga ejercicio. Y no me refiero al deporte, sino al movimiento libre y el juego, especialmente indispensable en las edades más tempranas.

Usar la cuna, el cochecito, la hamaquita o el parque pueden ser una solución para algunos momentos, pero no son lo que los niños necesitan para desarrollarse sanamente, especialmente si nos empeñamos en tenerlos mucho tiempo metidos sin dejarles moverse. Es decir, son objetos a los que podemos acudir puntualmente, pero no son el hábitat natural y normal de un bebé ni de un niño pequeño.

Primero en brazos, moviéndose en el cuerpo de su madre y en el suelo, en una mantita y seguros, es donde el pequeño empezará a moverse y a hacer fuerte su sistema muscoloesquelético. Luego, cuando comienza a gatear y a caminar, siempre, por supuesto, atendiendo su seguridad, hay que proporcionarles espacios amplios donde pueda moverse libremente.

Un bebé obeso tendrá impedimentos desde pequeñito para ejercitarse, pues su propio peso excesivo entorpece sus avances. Habrá que estimularlo y dejarle moverse, para que use el exceso de calorías y ponga su cuerpo a punto.

Cuando el niño tenga ya la capacidad de andar y correr, hay que evitar el carro todo lo posible, dejándoles acompañarnos caminando todo lo que puedan pero no negándoles descansar o ir en brazos si están cansados, pero siempre fomentando su capacidad para ejercitarse y ponerse fuertes. Y, por supuesto, que puedan jugar mucho, al aire libre o en casa cuando no se pueda salir, solos, con otros niños y sobre todo con sus papás, que son la mejor de las compañías.

El sobrepeso y la obesidad infantil pueden prevenirse desde la más tierna infancia, con una alimentación sana, adecuada y con mucha libertad para jugar. Pero si esto no basta, en el próximo tema veremos otras medidas que pueden ser realmente eficaces contra el sobrepeso infantil.

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