Pillados in fraganti

Pillados in fraganti
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Ésta es una de esas historias que siempre le suceden a un amigo de un amigo… pero aun así vamos a comentarla porque seguro que muchos papás se verán reflejados en ella. Un día cualquiera, parece que los niños duermen, surge la llama, es el momento indicado para dejarse llevar por la pasión... hasta que por la puerta aparecen dos pequeños ojillos entre somnolientos y curiosos.

Y eso a pesar de que lo que antes eran apasionadas demostraciones sonoras, desde que hay hijos han tenido que bajar el grado de decibelios hasta hacerlas a prueba de los sonómetros más sensibles.

Pues bien, no importa, y tampoco las “precauciones” que se tomen para no ser sorprendidos… Por supuesto, la música dejó de sonar cuando los niños duermen. Ya sea agua, pipí, un mal sueño o ese detector fabuloso que tienen los niños para levantarse cuando nos acabamos de acostar, ahí aparecen.

Los papás han sido pillados in fraganti en una actitud extraña ante esos pequeños ojos, probablemente emitiendo sonidos desconocidos y en una gimnasia que en vez de realizar en ropa de deporte se practica desnudos.

Eso precisamente es lo que se pueden imaginar los niños pequeños que ven a sus padres en actitud, llamémosle, cariñosa. Pero, ¿cómo actuar ante esa visita sorpresa?

Pues, dado que para los niños la actividad sexual es desconocida, carece de tabúes y probablemente estén acostumbrados a ver a mamá y papá en actitudes más o menos cariñosas, lo más lógico es actuar con naturalidad, y, después del susto y el “corte”, explicarles que estábamos jugando, pasándonoslo bien, que al fin y al cabo es lo que realmente hacíamos.

Que mamá y papá se quieren mucho y que así lo demuestran los adultos. La reacción del niño o niña puede ser muy variada, desde la indiferencia, tal vez debida a la incomprensión, hasta el enfado porque no han contado con ellos para el juego. O la mosca detrás de la oreja porque nos ha visto muy raros…

De cualquier modo, si los papás han sido pillados in fraganti en la cama, no hay que darle demasiada importancia, probablemente el hijo pronto olvide esa situación. O tal vez, como les pasó a unos amigos en una reunión ante una inesperada escena de sexo en la televisión: “¡Mira, como mis papás!”...

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