El apagón en España ha sido un caos, pero ha dejado a niños y adultos una lección: el precioso tiempo que nos roban las pantallas

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Lola Rovati

Los primeros momentos sin luz fueron bastante desconcertantes al comprobar que no solo se había ido la luz en casa, sino también en todo el pueblo, en toda la ciudad... ¡y en toda España! También en Portugal, e incluso se hablaba de otros países europeos que luego se descartaron, pero era normal sentir incertidumbre sobre la causa.

Pasadas las primeras horas de locura y solucionada la logística de buscar a los niños en el cole los que podíamos hacerlo sin mayor problema, nos encontramos toda la familia en casa un lunes por la tarde. Algo excepcional para un día de semana, y mucho más anormal si tenemos en cuenta que, sin conexión a internet, ninguno de los cinco podía usar ordenadores, tablets, ni móviles.

No nos damos cuenta de la dependencia que tenemos a las pantallas hasta que sucede un apagón masivo y no queda otra opción que vivir sin ellas. Y les decimos a los niños, pero los adultos también estamos muy enganchados.

Sin luz, ¿y ahora qué hacemos?

Afortunadamente, era un precioso día de primavera y a mediodía lucía un sol pleno. Salvo por el problema de qué íbamos a comer, que se solucionó con unos bocadillos, no necesitábamos electricidad; teníamos una brillante luz natural.

Y ahí llegó la primera consecuencia positiva del apagón: activar la imaginación para buscar alternativas de supervivencia primero y de entretenimiento después.

Lo primero es la seguridad, así que pensamos en desenchufar todo por si al llegar la luz podría haber un pico de tensión, preparamos una mochila de supervivencia con documentos, dinero en efectivo, velas, mecheros y algo de comer, -por las dudas-, y nos sentamos todos en el sillón a hablar de la situación. Mis hijas ya no son pequeñas, así que pudimos hablar de forma realista, aunque sin caer en alarmismos.

Aún en alerta, pero ya más calmados, llegó el momento de pensar en cómo entretenernos. "¿Y ahora qué hacemos?" Es la pregunta que se habrán hecho en millones de casas en pleno apagón en España.

El apagón nos ha hecho reflexionar sobre el tiempo precioso que nos roban las pantallas. 

Una bonita tarde en familia sin pantallas: juegos, lectura, paseos y charlas

Ya no estaban las pantallas de por medio para sumergirnos en ellas como si fuera un instinto irrefrenable. Estaban, pero sin conexión a internet son prácticamente inútiles, por lo que tocó volver a tirar de imaginación para pasar el tiempo con entretenimientos analógicos.

Mis hijas fueron a por los juegos de mesa que parecían mirarnos despechados desde un polvoriento estante como diciendo "sabía que algún día me ibas a querer". Elegimos el Pictionary, que nos encanta, que nos mantuvo entretenidos un buen rato y después leímos cada uno sus propios libros. Una de mis hijas prefirió pintar.

Luego decidimos ir al coche a escuchar las noticias en la radio y a dar una vuelta por el pueblo a ver si conseguíamos alguna pizca de cobertura en el móvil. Ahí pudimos ver a gente en las calles, a algunos niños jugando al balón al aire libre y a otros charlando entre ellos sin un móvil en la mano, también a vecinos con la puerta de casa abierta y conversando entre ellos. Una escena en las calles que prácticamente ya no se ve.

Nosotros decidimos hacer lo mismo y salimos los cinco con los perros a dar un paseo por el campo al atardecer. Algo que no sucede con la familia al completo hace mucho tiempo, y nunca un lunes.

Nos vimos obligados a conversar mirándonos a los ojos, a jugar en familia, a pasear sin distracciones...

Más allá de la lógica preocupación por lo sucedido y de las personas que podrían estar en apuros, siento que ha sido un bonito día que nos ha hecho reflexionar sobre el precioso tiempo que nos roban las pantallas.

Nos vimos obligados a conversar sin pantallas de por medio, a jugar en familia sin distracciones, a salir a dar un paseo con los perros sin estar chequeando mensajes a cada rato. En definitiva, a disfrutar de una tarde en familia sin pantallas.

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