Cómo será tu bebé

Cómo será tu bebé
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Suele suceder que cuando una mujer echa la vista a la prueba de embarazo y observa que es positiva su mente se vuelve un torbellino de dudas ante la incertidumbre. Primero sobre qué pasará estando embarazada, cómo lo vivirá y cómo será el parto, segundo sobre cómo serán la vida y las costumbres una vez el bebé llegue, tercero sobre cómo adecuar la casa al bebé, cuarto sobre cómo responderá el papá a la llegada del bebé, quinto…

Y cuando la mayoría de las dudas se van difuminando a medida que pasa el tiempo la mayoría de las mamás empiezan a disfrutar del embarazo, de los cambios, de las pataditas y movimientos y empiezan a preguntarse cómo será su bebé.

No hace falta explicar demasiado cómo será a nivel físico, pues todo el mundo sabe cómo son los bebés: pequeños, con la piel suave, ligeros, tanto que es un placer cogerlos en brazos y sentir que no es necesario hacer demasiado esfuerzo para sostenerlos y rodearlos.

Lo que muchas madres desconocen es cómo será la vida con su bebé y esto es lo que trataré de explicar hoy.

Tu bebé nacerá un buen día y te darás cuenta de que todo aquello que hacía dentro de la barriga lo hace también fuera. Las patadas que antes recibías serán al aire y el rato que descansaba dentro lo hará también en el exterior, sobretodo si sigue cerca tuyo.

Los primeros días ya lo querrás con locura, porque llevarás con él más de 9 meses. Papá, sin embargo, tendrá que hacer las presentaciones pertinentes y el roce, inevitable y deseado, hará que el amor surja igualmente.

Dicen que los bebés comen y duermen, comen y duermen. Es posible que así sea, pero también es muy posible que los primeros días haya que añadir un “lloran”, porque aunque parezca mentira tienen sus propias necesidades y ellos no son capaces de satisfacerlas. Además, si tu familia es muy de coger a los bebés, el llanto estará casi asegurado, pues no llevan demasiado bien eso de cambiar de brazos y olores demasiadas veces.

Es posible que los primeros días e incluso las primeras semanas, acepte dormir en un moisés a tu lado, sin embargo es probable que en algún momento empiece a quejarse porque ahí se sienta aislado, solo y desprotegido. Pensarás que no es posible, que estás a solo medio metro de él, sin embargo él magnificará ese espacio por mil, porque todo lo que no sea tocar y oler el cuerpo de mamá es, para un bebé, soledad.

De igual modo los primeros días y semanas aceptará ir en el cochecito e incluso en la sillita del coche, pero poco a poco empezará a comportarse de la misma manera, solicitando tu calor incluso en esos momentos.

Esto, que parece un paso atrás en su independencia o la muestra de que has cometido algún error es realmente un paso necesario hacia su autonomía y responde a un proceso normal, que llega después de una tregua muy necesaria a los papás. Los niños, realmente, necesitan los brazos de sus padres, el cariño, el afecto, el calor y un pecho que lo amamante casi a todas horas. Los primeros meses, sin embargo, tienden a conformarse con un poco menos (excepto en el alimento, para el que no pueden ceder), para que el choque de rutinas y horarios de la madre no sea demasiado fuerte.

Imagina que tú, una mujer independiente, adulta y con total libertad para hacer lo que quieres y cuando quieres te toparas de golpe con un bebé que necesita contacto contigo las 24 horas del día. El cambio sería tan evidente, tan desestructurante, que el bebé correría el riesgo de no ser amado con total dedicación. Por eso empiezan pidiendo alimento a menudo, pero durmiendo unas cuantas horas, muchas de ellas en una cuna o en un cochecito. Por eso cuando son bebés permiten en ciertos momentos ser cogidos por otras personas, pese a no ser mamá. Poco a poco, a medida que van creciendo, van mostrándote cuál es su verdadera necesidad: vivir contigo y a través de ti, con el amor como gasolina.

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Él será un apéndice tuyo, un satélite en tu órbita a todas horas que te demostrará que sin ti no es nadie. Tú serás sus ojos hasta que él pueda ver y pueda decirte qué quiere ver. Serás sus oídos hasta que él sea capaz de decidir qué escuchar. Tú serás sus piernas hasta que él sea capaz de usar las suyas. Serás su traductora hasta que él sea capaz de hablar directamente con los demás. Serás su alimento hasta que sea capaz de comer por sí mismo y serás el calor y el amor que necesita hasta que él… bueno, lo serás siempre, incluso cuando crezca y forme un hogar.

Dicen que los bebés no traen manual de instrucciones. Es mentira. Ellos son el manual de instrucciones. El problema es que los adultos nos empeñamos en evitar creer que ellos son capaces de mostrarnos cómo debemos criarlos. Sin embargo lo son, son capaces, pues desde que nacen nos empiezan a decir qué necesitan y cómo lo necesitan.

Hay una cuestión, sólo una, en la que los bebés han conseguido total independencia: el alimento cuando es leche materna. Todo el mundo sabe ya que en cuestión de amamantamiento los bebés saben gestionarse perfectamente. Piden cuando necesitan y no lo hacen cuando no. Maman cuando tienen hambre o sed y dejan de hacerlo cuando están satisfechos. Nadie pone horarios ni marca esperas absurdas y sin embargo los niños crecen y se desarrollan perfectamente. La cosa cambia si el niño toma biberón. No porque los niños no sepan controlar su alimentación de ese modo, que saben, sino porque en ese momento, cuando los padres son capaces de cuantificar lo que entra, deciden tomar el mando (con la recomendación habitual de profesionales de la salud de limitar la ingesta con horarios y cantidades exactas).

Entonces, si los bebés son capaces de autogestionarse a la hora de recibir alimento, ¿por qué no iban a ser capaces de gestionar el amor que necesitan?

“Creo que ya ha aprendido lo que son los brazos, porque cada vez me los pide más”, me dijo una madre una vez. “Es normal, yo cuando conocí a mi mujer apenas la tocaba. Poco a poco llegaron las manitas, los roces, los abrazos, las caricias y los besos y, cuánto más tenía, más quería… a eso se le llama amor”, le respondí.

Fotos | vividexpressionsphotography, Jon Ovington en Flickr
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